Al igual que las aves, los seres humanos han migrado desde el inicio de su historia. Curiosamente, ambos procesos migratorios son más parecidos de lo que se pudiera imaginar.
Un ave cambia de destino periódicamente y en determinadas épocas del año por cuestiones de supervivencia. En algunos casos, como es el del colibrí de garganta roja, lo hacen superando condiciones adversas y adecuando incluso su propia fisionomía para lograr la hazaña.
Este pequeño pájaro, que tan solo pesa 3 gramos, es capaz de recorrer hasta 800 kilómetros y 18 horas de vuelo sin parar. Antes de realizar su viaje sube el doble de su peso para así garantizar tener la suficiente energía para acometer el recorrido.
Comúnmente, cuando empieza el invierno esta especie de colibrí tiende buscar lugares tropicales y que tengan la vegetación que le permitan vivir en condiciones óptimas. Sus lugares de destino suelen ser México, Guatemala, Belice, Honduras e incluso hasta Panamá.
Al llegar la primavera, esta pequeña ave emprende su vuelo de regreso llegando a Estados Unidos entre los meses de marzo y abril y, en algunos casos, sigue su ruta hasta Canadá. Y lo más curioso es que muchas veces su trayectoria incluye cruzar, sin descanso, el Golfo de México (sí, el de México, no el de América).
No soy experto en aves ni mucho menos, pero, al leer sobre él, el colibrí de garganta roja se robó toda mi atención. No sólo por su aspecto físico, sino por su capacidad de adaptarse a las circunstancias que lo rodean; por su audacia al momento de identificar que el entorno no le favorece y que es momento de migrar; y, sobre todo, por su resiliencia y fortaleza para enfrentar todo tipo de desafío.
Así también es el mexicano.
4,873 (y contando) es el número de paisanos que el presidente Donald Trump ha deportado desde que inició su segundo mandato.
4,873 personas que, por diferentes razones y circunstancias, un día vieron en Estados Unidos un mejor lugar para vivir.
4,873 historias que hoy la visión contrapuesta de un país – que no se puede olvidar que fue construido por migrantes – los obliga a construir un nuevo capítulo de sus vidas.
Pero, sobre todo, se trata de cuatro mil ochocientos setenta y tres mexicanos que hoy regresa a casa. A la tierra que les pertenece.
Más allá de discutir las controversiales y polémicas políticas de Donald Trump, que dicho sea de paso no es ni de cerca el presidente estadounidense que más mexicanos ha deportado, da gusto saber que el gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum y el sector privado se han unido para contrarrestar y prevenir algunos de los efectos que esta deportación traerá consigo.
“México te abraza” es el programa que ya está siendo implementado y que incluye beneficios como la incorporación al IMSS de las personas repatriadas; el otorgamiento de 2 mil pesos para cubrir su traslado a sus comunidades de origen; un plan de alojamiento temporal y alimentación; o, el involucramiento empresarial al buscar recibir y vincular laboralmente a los afectados.
La iniciativa es buena. ¿Podría ser mejor? Como todo en la vida, pero creo que es momento de dejar de soñar con todo lo que pudo haber sido y trabajar, juntos, con lo que es.
Una diferencia entre las aves y los seres humanos es su tolerancia al cambio y la rapidez con la que se adaptan a un nuevo alrededor o, en este caso, al que dejaron hace tiempo y que hoy regresan.
Por el momento confiemos en que su regreso será algo positivo y que su reintegración social sea lo más llevadera posible.
Bienvenido (de vuelta) paisano. Ésta ya era tu casa.