Durante treinta años la independencia del banco central de Brasil ha sido un tema de discusión constante y pasivo. La falta de urgencia por ratificar la independencia del banco ha sido fruto de la aparente autonomía práctica que ya tiene la institución.
El director del banco era posesionado por el presidente como un miembro más de su gabinete. Este simple hecho abría la puerta a la posibilidad de que el presidente del ejecutivo ejerza presión política al banco para que se alinee con sus intereses y objetivos a corto y largo plazo – es más, el gobierno de Dilma Rousseff fue el más reciente de la larga lista de gobiernos acusados de presionar al banco para mantener tasas de interés acorde con su agenda.
Si le añadimos que estaba también a discreción del ejecutivo la destitución de la cabeza del banco en cualquier momento, se termina de evaporar cualquier ilusión de independencia.
Luego de un año de retraso debido a elecciones, pandemia e incertidumbre de quiénes tomarían a cargo el senado, la propuesta de una libertad más integral para el banco central fue aprobada este mes.
Aunque en el proyecto de ley aún persiste la facultad del ejecutivo de nominar al jefe del banco, tiene que ser aprobado por el senado y una vez posesionado, él y sus ocho directores no pueden ser despedidos por el presidente; lo que blinda al banco de tener que ajustar su política monetaria con el deseo del presidente.
Desde ahora los miembros del directorio cuentan con términos de cuatro años y máximo dos términos encabezando al organismo. Las condiciones para su destitución son estrictas y en poco influye el ejecutivo en esa decisión.
Siendo un país vulnerable históricamente a altos niveles de inflación, era contradictorio que Brasil no le provea la libertad necesaria al banco, puesto que una interminable cantidad de estudios han probado que la independencia del banco central esta vinculada con menos niveles de inflación y menos volatilidad de estos.
La reforma actual también añade al banco la responsabilidad de buscar el pleno empleo y suavizar las agitaciones cíclicas de la economía en adición a mantener a los niveles de precios estables. Por primera vez en décadas el banco central de la economía más grande de la región tendrá las tareas y facultades necesarias para una buena política monetaria.
Ante los mercados internacionales y potenciales inversionistas esto es una evolución tranquilizadora, el banco central cuenta con las herramientas necesarias para manejar la economía sin una potencial interferencia política.
De las principales preocupaciones de los mercados estaba el historial del país de eternizar bajos niveles de las tasas de interés aún cuando a opinión de ellos era innecesario, sobrecalentando la economía en el corto plazo mientras la inflación subía yéndose de las manos.
Este riesgo es ahora aparentemente evitado, sin embargo, particularmente en este escenario de una pandemia mundial, que junto con la impredecible administración del presidente Jair Bolsonaro conducen a una lenta y decepcionante recuperación económica, puede resultar contraproducente.
Como toda economía, el buen rendimiento de esta depende de una cohesión y coordinación de objetivos entre la política monetaria y el lado fiscal; en este caso Brasil se encuentra en una posición compleja. El desempeño mejor de lo que se esperaba de la economía brasileña el año pasado fue resultado de un enorme estímulo fiscal que consistía en alrededor del 9% del PIB nacional. Aquel estímulo permitió que la economía se contrajera solo un 5%, por debajo del promedio mundial. El costo de este gran esfuerzo fiscal resultó que Brasil se encuentre actualmente con un endeudamiento del 90% de su PIB, el porcentaje más alto de cualquier economía en desarrollo.
Constitucionalmente, el gobierno no puede continuar con este ritmo de gasto y endeudamiento, y debido a su pobre manejo de la pandemia y la campaña de vacunación, la economía aún no esta lista para mejorar por sí sola sin el empuje fiscal de gran magnitud.
En el lado monetario, el banco central ha estado haciendo su parte para complementar el impulso económico; desde agosto del año pasado ha mantenido el nivel de interés más bajo de la historia del país en un 2%. La preocupación nace que debido al prolongado período de bajos niveles de interés y el estímulo fiscal por parte del gobierno, la inflación muestra serias señales de aceleración. La deteriorada situación fiscal a causa del gasto en programas sociales, menor recolección tributaria propia de un país en confinamiento y niveles elevados de deuda crea incertidumbre en los compradores de bonos del gobierno, los consideran más riesgosos y demandan una mayor tasa de interés que esta asociada con la tasa que maneja el banco central.
El banco central no puede seguir manteniendo la tasa demasiado baja viendo como la inflación sube y los bonos del estado empiezan a ser más riesgosos. Al mismo tiempo no se puede cesar completamente el estímulo fiscal que ha aliviado la crisis sin tener como consecuencia una gran debacle económica.
La nueva independencia del banco impediría a Bolsonaro mantener la tasa de interés del banco baja, a pesar de esto, se espera que apruebe el proyecto de ley cumpliendo la promesa que hizo durante su campaña electoral al sector empresarial. La presión de las elecciones presidenciales del próximo año evita que el líder de la extrema derecha ignore las promesas ofrecidas, más aún cuando su popularidad va en caída debido a su incompetente manejo del Covid-19.
Bolsonaro no tiene los niveles de aprobación necesarios para tomar medidas económicas impopulares y drásticas sin repercusiones en las elecciones venideras; la incapacidad de poder mantener los programas sociales -que comprendían regalar dinero- como parte del estímulo fiscal sin antes recurrir a una reforma constitucional que es muy improbable, lo han puesto en estado de casi desesperación.
Desesperación que lo llevó a admitir hace un mes: “Brasil esta quebrado. No hay nada que pueda hacer”.La recuperación económica brasileña dependerá de un proyecto de sostenibilidad fiscal y de si el gobierno es capaz de frenar la segunda ola del coronavirus y la efectividad de su campaña de vacunación. La demorada independencia del banco central llega quizás en un momento inadecuado y el futuro económico a corto plazo no da ninguna razón de optimismo a la población.