“Disfrutaba mucho no preocuparme por el sol”: El día a día de una persona con fotosensibilidad

A los 15 años descubrió que era alérgico al sol producto de una sobreexposición. Así vive una persona con fotosensibilidad el mes más caliente de la historia

Para Andrés Carpio de 20 años, el viaje cotidiano de casi tres horas entre La Basílica y Ciudad Universitaria es particularmente complejo por un factor: es alérgico al sol. Calles, metro, camión y espacios comunes para él representan un constante riesgo a su piel, la exposición que para cualquier usuario de auto sería cotidiana, para él es impermisible: “siempre tengo que procurar ir en el asiento de en medio de los carros o en el espacios de sombra que se forman entre las ventanas del metro, la gente no lo nota pero son espacios libres de sol”.

Todo comenzó a los 15 años, cuando tras días de actividades al aire libre en su prepa, se dió cuenta que su piel presentaba erupciones, enrojecimiento y comezón en el pecho principalmente. “Tenía mis teorías de que era la tela o algún material. Algo estaba pasando porque siempre era bajo las mismas condiciones. Le comenté a mi mamá y comenzamos a hacer experimentos”.

Ir a la tienda o al mercado terminaban sin duda con signos de reacción en su piel. A las semanas consecutivas a los primeros síntomas, confirmaron sus sospechas tras visitar una clínica privada especialista en alergias: “me hicieron un examen de sangre y lo confirmaron. Estuve en tratamiento durante año y medio, pero la economía está difícil y lo interrumpí a la mitad. Debo admitir que sí me ayudó, ya podía tener exposiciones cortas (al sol) sin reacción”. 

Andrés al igual que cerca del 20 % de la población mundial, padece algún tipo de padecimiento relacionado al sol. Las llamadas “alergias solares” o fotodermatosis, son una amplia gama de padecimientos que podrían incluirla lucitis, ya sea benigna o polimorfa (más rara), la urticaria solar y las reacciones de fotosensibilización, principalmente.

Pese a no siempre reconocer las causas, las fotodermatosis son las reacciones inflamatorias anormales de la piel a la luz, y conllevan un tratamiento específico en cada paciente.

“Son carísimas esas madres (los medicamentos), nada más de la consulta eran mil quinientos, más cada frasco de tratamiento que me duraba dos meses. Es decir más de 30 mil pesos de todo el tratamiento”.  

La piel de A. Carpio es particularmente sensible, el lavado de su cara y cuerpo requieren dos productos distintos, y a pesar de no ser alérgico a las cremas, sí provocan reacciones en su piel, por lo que no usa bloqueador solar. Ya cuando le di al clavo, comencé a usar capuchas (sudaderas), guantes, usando sombrilla y escondiendo las manos, comenta con gracia. 

Dejar las actividades físicas al aire libre le costó, pero más significativo fue llevar estos cambios a sus relaciones interpersonales. Viajes a la playa, ver a sus amigos jugar al aire libre, un paseo por el parque o el uso de su sombrilla en días nublados, le cuestan aún las miradas de los transeúntes que desconcertados se miran, sin entender el porqué para él no hay días de descanso para cuidar su piel. “Si creo que a veces te pierdes de momentos especiales porque no puedes estar ahí. La playa, Six Flags, y digo, no está tan mal, mi facultad está prácticamente techada y llego muy temprano y me voy tarde, entonces no tengo tanto problema”.

Este tipo de padecimientos son producto de las distintas gamas de luz solar. El sol emite diferentes tipos de rayos UV: UVA, UVB y UVC. Sólo pasan los B y, sobre todo, los A (95 %).

Los daños causados por los UVB son especialmente pronunciados en las personas de piel clara, pero los UVA son perjudiciales para todos los tipos de piel, incluidas las más oscuras. 

¿Qué tan amigable es la Ciudad de México para vivir esta condición?

“Agradezco mucho la existencia del metro. La mayoría del tiempo es subterráneo, además hay ciertos ángulos que siempre tienen sombra y pues tienes que acostumbrarte al transporte público muy lleno y buscar acomodarte en todas las situaciones”.

La “vida ideal” de Andrés sería vivir en un lugar frío, fresco, con mucha sombra o en un país como Canadá. Pese a todo ha asimilado su condición y no la sufre. “Ahora lo veo como una parte de mí, ya sabes, las diferencias que todos los humanos tienen. Como hay gente a la que no le gusta la piña, a mí no me puede dar el sol”.

Los padecimientos relacionados a la piel son tratados por dermatólogos, y requieren de un cuidado especializado. Junio de este año, es considerado el mes más caliente de la historia, exponiendo mayormente la salud de los pacientes fotosensibles.