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El Ómicron no representa el final de la pandemia.

Mientras que en algunos países los casos disminuyen rápido, en otros no está claro cuán fluido será el descenso de la ola de ómicron. Algunos lugares tal vez sigan registrando repuntes de casos incluso después de puntos máximos o estabilizaciones iniciales.

Dicho esto, es probable que la propagación extraordinaria de ómicron tenga consecuencias importantes para el futuro de la pandemia. Al infectar a grandes cantidades de personas con rapidez, también genera inmunidad generalizada con rapidez. Y eso contribuye a hacer que la COVID-19 sea una enfermedad más manejable, ya que las capas de inmunidad podrían brindar protección contra olas y variantes futuras. Esto será de poco consuelo para las personas que sufran enfermedades graves o algo peor este invierno, pero sí significa que después de la ola de ómicron, todo será diferente.

La variante ómicron se ha propagado a una velocidad récord y las consecuencias han sido significativas para sistemas de salud desbordados. A medida que se contagien los grupos de edad más avanzada, la situación podría empeorar, pero sigue siendo mucho mejor de lo que sería si las personas no hubieran acumulado ya cierta inmunidad contra la COVID-19.

Los datos de científicos en el Reino Unido y Sudáfrica sugieren que entre más experiencia tenga el sistema inmunitario de las personas en el manejo del coronavirus, más protegidas estarán.

Cada exposición, ya sea al virus o a una vacuna, reduce la probabilidad de padecer una enfermedad grave por infecciones posteriores. Esto se debe a que cada vez que nuestro sistema inmunitario “ve” la proteína de la espícula en la superficie del coronavirus —que es el objetivo de todas las vacunas en uso— se vuelve más capaz de responder a ella. Con el tiempo, las infecciones se tornan menos graves, en promedio, no solo porque el virus esté cambiando, sino porque nuestros cuerpos se hacen más hábiles para manejarlo.

No hay ninguna garantía de que este patrón vaya a continuar. La inmunidad puede disminuir y el virus puede evolucionar para esquivar las protecciones, pero toda la evidencia que los científicos han visto hasta ahora indica que la protección contra la enfermedad grave aún es sólida. Si eso continúa, la próxima ronda del virus (porque sí habrá una próxima ronda) se podría mitigar, lo que significa que el impacto será menos duro para las instituciones de salud.

Ya se está viendo parte de este efecto. Tal vez ya hayas escuchado que la variante ómicron es menos grave que la delta. Al parecer, eso es correcto, pero una vez que se toma en cuenta el papel de la inmunidad en la prevención de enfermedades graves, no es tanta la diferencia. Es probable que haya una brecha entre los casos y las muertes durante la ola de ómicron en Estados Unidos y otros lugares debido a la protección derivada de la inmunidad previa. Por ejemplo, es probable que las personas en Sudáfrica hayan padecido un caso menos grave de la enfermedad como resultado de la variante ómicron porque muchas de ellas ya se habían contagiado de la delta.

No todos están igual de protegidos. Si bien la inmunidad obtenida de infecciones previas sirve para prevenir enfermedades, no sirve tanto si no se combina con la vacunación. A las personas no vacunadas que no tienen inmunidad al virus, ómicron aún puede causarles una enfermedad grave. Son demasiadas las personas que no están vacunadas en Estados Unidos. El número de estadounidenses que han recibido vacunas de refuerzo también es mucho menor de lo que debería ser, sobre todo para las personas mayores vulnerables. Esta quizá sea parte de la razón por la que la situación en Estados Unidos parece ser peor que en lugares como el Reino Unido.

Para comprender mejor esto, comparemos los datos de letalidad más recientes del Reino Unido con los de Massachusetts, el estado de Estados Unidos. La población del Reino Unido es casi 10 veces mayor a la del estado. El Reino Unido reporta un promedio de alrededor de 260 muertes al día por COVID-19 y va en aumento. Massachusetts reporta alrededor de 50 muertes al día, lo que significa que el estado tiene más o menos el doble de muertes per cápita que el Reino Unido. No es casualidad que la gente en Massachusetts sea menos propensa a tener la dosis de refuerzo que la gente en el Reino Unido.

La inmunidad que la variante ómicron ha causado bien podría ser un paso importante hacia la meta de hacer que el Covid sea una enfermedad más manejable al brindar una mayor protección contra las olas y variantes futuras.

Sin embargo, la inmunidad generada por ómicron no conducirá a la extinción del virus. Las pandemias no terminan con la aniquilación del virus, un desfile celebratorio y una pancarta que proclama: “Misión cumplida”. En lugar de que el virus desaparezca, la naturaleza de la enfermedad que causa cambia a un punto en el que la gente lo considera un riesgo tolerable y las personas tendrán distintas opiniones sobre lo que eso significa. En este momento, en muchos estados en Estados Unidos, la cifra de hospitalizaciones ha superado el pico del invierno pasado y se registran alrededor de 2000 muertes al día. ¿Eso es aceptable?

Nadie debería afirmar con seguridad que la variante ómicron es un indicio del final de la pandemia, pero debemos confiar en que las futuras olas de infecciones, ya sean de ómicron o de la variante que surja después, provocarán enfermedades graves en menos de nosotros que antes. Esto no quiere decir que la tasa de enfermedades graves sea la única medida relevante. Por ejemplo, no ha habido tiempo suficiente para determinar la contribución de ómicron al Covid prolongado. Además, el caos que ha desatado esta variante no es trivial: estamos viendo los efectos en los hospitales saturados y las escuelas cerradas.

Tal vez el futuro nos depara días mucho mejores, pero tal como el mundo lo ha aprendido en los últimos dos años, solo los ingenuos con muy poca memoria hacen promesas en una pandemia.