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Ecuador efectúa sus elecciones presidenciales

Ecuador celebró sus elecciones generales y legislativas el pasado domingo 7  de febrero. El país sudamericano fue de los más afectados por Covid-19,  causante de la muerte de 15000 ecuatorianos en una horrible muestra de lo  devastadora que fue la pandemia, particularmente para los países en  desarrollo con instituciones de salud débiles e ineficientes.

A pesar de la preocupación causada por la aún vigente emergencia mundial,  existe otro mal más primordial para los ecuatorianos, la crisis económica.  Según las encuestas días antes de las elecciones, el ecuatoriano ponía a la  economía como el factor principal a considerar al ejercer el voto, muy por  encima de la pandemia que aparecía por debajo de la corrupción, enemigo  eterno del país. Con estancamiento y decrecimiento económico por 6 años  consecutivos, el último cerrando con un declive del 8% debido a la  pandemia, la realidad económica ha sido deplorable. Desempleo históricamente alto, insostenibilidad fiscal y endeudamiento saturado han  puesto a la nación de rodillas sin expectativas positivas. 

La realidad económica, la corrupción y el dolor de los ciudadanos por no  poder brindar un entierro digno a sus familiares fallecidos en los meses  críticos de la pandemia, fueron factores causantes del justificado enojo con  el que los ecuatorianos se presentaron a las urnas. Sin embargo, en la  insatisfacción y enfado de la población, hubo quienes vieron una  oportunidad de oro para su porvenir político.  

Con el panorama de liderar un estado en severa crisis política, económica y sanitaria, 16 personas se postularon a la presidencia, la mayor cantidad en  la historia del país. Las condiciones están allí para el atractivo continuo del populismo en momento de grandes dificultades, mercantilizando las  necesidades urgentes de los ecuatorianos y la lucha de clases. Aquel  populismo, independiente de ideologías, que busca sumar otro triunfo en la  región. 

De los favoritos en la carrera, y encabezando las encuestas en los meses  previos, era Andrés Arauz, joven economista protegido y patrocinado por el  expresidente Rafael Correa. Su nominación nació debido a la incapacidad  de Rafael Correa a postularse a algún cargo público por estar condenado a 8  años de cárcel por delitos de corrupción. Desde el 2017 se encuentra  exiliado en Bélgica. Consciente de que el correísmo aún es una fuerza  política importante en el país, Correa y Arauz encontraron cobijo con el  partido Centro Democrático, liderado por alguien al cual el mismo Correa proféticamente tildó de oportunista pocos años atrás cuando eran  opositores. 

Andrés Arauz comenzó con un perfil académico, si bien desconocido por el  público general, ocupó varios cargos estatales durante la administración de  su ahora patrocinador. Si su perfil de joven académico causaba cierta  frescura política, esa expectativa se extinguió días después del anuncio de  su nominación presidencial. En vez de distinguirse del caudillo de su  partido, Arauz rápidamente optó por acoger plenamente su reputación de el  candidato del correísmo y nada más. Rápidamente empezó a difundir  propuestas fieles a su ideología de socialista y agresivo populista. 

Su propuesta distintiva fue otorgar $1000 a 1 millón de familias durante los  primeros días de su gobierno. Al ser cuestionado acerca del origen de los  fondos de esta oferta, debido a las anoréxicas arcas fiscales y  endeudamiento gigantesco, Arauz dijo que tomará el dinero de las reservas  del Banco Central; reservas que no son fondos del gobierno.

Prometió 4 millones de vacunas anti Covid-19 procedentes de Argentina;  promesa que el presidente de Argentina, Alberto Fernández desmintió  semanas después. Uno de sus cuarteles de campaña fue clausurado al  encontrarse pruebas de Covid-19 sin registro. 

Durante las primeras fases de su campaña manifestó su desdén hacia la  dolarización en la cual Ecuador se encuentra desde hace 20 años, grave  error del cual se retractó enseguida cuando se dio cuenta que la  dolarización es posiblemente el actor político más popular de la ciudadanía. 

Arauz y Correa han sido vinculados con el Ejército de Liberación Nacional,  organización guerrillera insurgente que opera con bases en Colombia, al  que se le atribuye haber financiado la campaña de Arauz. 

Acerca del préstamo de $6.5 billones que el Fondo Monetario Internacional  realizó a Ecuador como plan rescate, Arauz declaró que los términos del  acuerdo, que involucran ajustes fiscales y recorte del gasto público, son  opresivos y no los piensa cumplir sino buscar una renegociación del  acuerdo. 

Aunque la mayoría de sus propuestas generan dudas y desconfianza, la  potencial victoria de Arauz llega con una garantía, el regreso de Rafael  Correa como figura política principal. 

Del otro lado se encuentra el candidato Guillermo Lasso, de tendencia  conservadora y de derecha. Tras sus dos intentos fallidos de llegar a la  presidencia, Lasso se mantuvo en continua campaña política por años  seguidos; esta vez su carta principal era representar el anticorreísmo.  

Intentando rectificar su falta de atractivo político y carisma para conectarse  con el electorado, Lasso apostó por rediseñar su imagen seria por una  informal e identificable con el ecuatoriano en general. Su experimento no  duró mucho y fue abandonado al ser potencialmente contraproducente.  

Propuestas de tono populista también se vieron en su campaña electoral,  como la creación de 2 millones de empleo bajo su administración y la de  elevar el salario básico.  Lasso defiende la reducción de impuestos y el balance fiscal del país; se ha  opuesto al acuerdo con el FMI solo en el caso de que resulte en aumento de  impuestos. 

A diferencia de su intento fallido en las elecciones pasadas, esta vez Lasso  contó desde el inicio con el apoyo de Jaime Nebot, quizás la segunda figura  política predominante del país desde hace más de dos décadas. Nebot,  quien se aferró por casi 20 años a la alcaldía de Guayaquil, capital  comercial de Ecuador, vio en Lasso la oportunidad de conseguir un aliado  importante en caso de que consiga la presidencia. Nebot dejó atrás de manera oportuna y conveniente sus fuertes confrontaciones pasadas con  Lasso y lo patrocinó para la presidencia uniendo sus respectivos partidos  políticos en una nominación conjunta. 

Lasso contaba ahora con el apoyo de la cara principal de la derecha  convencional ecuatoriana, derecha que tiene la reputación de fallar en la  creación de servicios públicos de alta calidad y dejar el ámbito social de  lado priorizando el desempeño económico. 

A pesar de auto declararse como “el candidato del cambio”, irónicamente,  Lasso ha ocupado importantes cargos públicos desde hace 20 años y ahora  acogía el patrocinio de otra figura política presente en el poder desde el  siglo pasado. 

Su principal atractivo en las elecciones era dar la impresión de ser el único  capaz de evitar que el correísmo retorne al poder, su apoyo nunca fue  auténtico ni contaba con el voto leal de los ecuatorianos. 

Como tercer contendiente principal apareció Yaku Pérez, abogado y  activista ambiental que busca por primera vez la presidencia. Se abrió un  espacio en el ojo público por su rol como uno de los líderes de las protestas  de octubre del 2019, cuando se manifestaba en contra de las políticas de  austeridad y la reducción del subsidio al combustible que quiso  implementar el actual presidente Lenín Moreno. En adición, su defensa del  medio ambiente, su cargo como prefecto de la provincia de Azuay y  opositor al correísmo, completan su perfil político. 

Xavier Hervas, empresario, también es candidato primerizo a la  presidencia ecuatoriana. Aunque se postuló bajo el manto del partido  Izquierda Democrática, de los más longevos en la historia del país con más  de 35 años participando en elecciones, aseguró que uno de sus pilares es ser  una cara fresca en la política. Su táctica de saturar las redes sociales con el  objetivo de apelar al apoyo juvenil ha incluido estrategias que bordean en lo  absurdo pero que al fin y al cabo le brindaron una exposición pública  importante. 

El contar con solo 45 días para una campaña de 16 candidatos, que  incluyeron cuatro debates, solo dos de ellos de carácter obligatorio, dieron  cabida a estrategias como la de Hervas. Durante los debates los candidatos  utilizaron el minúsculo tiempo disponible para exponer de manera  apresurada sus propuestas dejando de lado la discusión de ideas y debate  entre ellos. Estas pobres condiciones permitieron intentos desesperados  por marcar una impresión en el público por las formas incorrectas,  disminuyendo la calidad de la contienda electoral.

Los resultados de las elecciones aseguraron la existencia de una segunda  vuelta en abril, debido a que ningún candidato alcanzó el 40% del voto que  evitaba una segunda contienda. 

Andrés Arauz será uno de los participantes en la segunda vuelta alcanzando  el 32% de los votos. Su contrincante sin embargo esta sin definirse  concretamente, Yaku Pérez y Guillermo Lasso se encuentran en un empate  técnico con el 19.88% y 19.59% del voto respectivamente. Xavier Hervas fue  la sorpresa con el 16% alcanzado, porcentaje de apoyo que en gran parte fue  arrebatado de Lasso y su tibio respaldo electoral al que nunca lo logró  convencer del todo. Yaku Pérez asegura ser el segundo ganador de las elecciones y demanda su  puesto en la segunda vuelta, Guillermo Lasso mantiene la esperanza de que  la revisión a detalle de todas las actas electorales le otorgue la segunda  plaza a él. El resultado final se prevé que este listo en no menos de una  semana, hasta allí se mantendrá la incógnita de quien representará la  oposición al correísmo y de si aquel candidato será capaz de atraer los votos  recibidos por el resto de la docena de candidatos para lograr la presidencia.