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¿Quién es Eileen Gu, la esquiadora excepcional que intenta superar la geopolítica?

Día tras día, recorrido tras recorrido, en un glaciar muy por encima del pueblo, la esquiadora acrobática Eileen Gu pasó horas en el mes de octubre perfeccionando sus trucos en el medio tubo, luego en las gigantescas rampas contiguas de la pista de esquí en ladera. Los Juegos Olímpicos de Invierno en Pekín, donde Gu será una de las principales estrellas, gane o pierda, todavía estaban a unos meses de distancia.

Volar, dar volteretas, girar, aterrizar; volar, dar volteretas, girar, aterrizar. Una y otra vez, para forjar confianza y grabar en la memoria muscular los movimientos aéreos en espiral. Luego, se iba directo al ascensor de barra en T que la llevaba hasta la cima. La monotonía silenciosa se repitió, durante semanas a lo largo del otoño.

Gu, de 18 años, nacida y criada en San Francisco, decidió en 2019 competir por China, el país natal de su madre. Allá Gu es muy conocida como Gu Ailing, esquiadora dominante y supermodelo incipiente.

Gu ha llegado a las Olimpiadas con esperanzas realistas de ganar tres medallas de oro. Sin embargo, su truco más difícil podría ser alzarse sobre la batalla geopolítica de estos Juegos Olímpicos —por los boicots diplomáticos, las acusaciones de abusos a los derechos humanos y el debate vigoroso en torno al futuro del mundo— y aterrizar sana y salva, tras evadir el creciente conflicto entre dos superpotencias.

“Doy giros en una estructura congelada de nieve de 7 metros con forma de U”, comentó Gu. “Eso no es político. Es desafiar el límite humano y conectar a la gente”.

En Suiza, cada truco, cada recorrido, era observado de cerca por una mujer de mediana edad sobre esquís, la madre de Gu, Yan Gu, quien migró de China hace unos 30 años y crio a su hija como madre soltera. Yan Gu, exinstructora de esquí en un complejo turístico cerca de Lake Tahoe en California e hija de un funcionario gubernamental (“el jefe de ingeniería eléctrica más condecorado del Ministerio de Vivienda y Desarrollo Urbano-Rural de China”, dice su obituario de 2014), nunca está lejos de su hija, donde sea que el mundo las lleve.

Mientras observaba desde la parte superior del medio tubo, Yan Gu contorsionaba el cuerpo al ritmo de las acrobacias de su hija, murmuraba palabras de aliento y apretaba los puños, luego bajaba a toda prisa la montaña detrás de Eileen y regresaba a la cima.

Las únicas interrupciones en el calendario de entrenamiento fueron eventos de moda y sesiones fotográficas. Gu es una modelo de la agencia IMG. Desde Suiza, un jet privado la llevó a toda velocidad a París, para depositarla en la primera fila de un evento de Louis Vuitton en el Louvre. Esto ocurrió unas semanas después de que Gu dejó de entrenar en Austria para formar parte de la Semana de la Moda de Nueva York y la Gala del Met.

Sus principales patrocinadores no solo son marcas de esquí y Red Bull, sino nombres de la talla de Tiffany & Company, Victoria’s Secret, la empresa de relojes IWC y un montón de empresas chinas. A lo largo del verano y el otoño, su rostro adornó las portadas de las versiones chinas de Elle, Marie Claire y Vogue.

En su cumpleaños, en septiembre, un día que pasó en un yate en Dubái, Gu anunció colaboraciones con Cadillac en China y Luckin Coffee, un competidor de Starbucks. Los acuerdos llegaron a las noticias de los medios chinos, los cuales siguen de cerca sus movimientos.

Ese tipo de dualidades la definen. ¿Es una esquiadora o una supermodelo? ¿Una adolescente candorosa o un icono mundial? ¿Una estudiosa alumna de la Universidad de Stanford (fue aceptada, pero postergó el ingreso un año) o una influencer en redes sociales?

¿Es china o estadounidense?

¿Puede ser todo para toda la gente? ¿Las conversaciones sobre su postura solo pueden concernir las pendientes para esquiar y las pasarelas y no la política y los derechos humanos?

Su misión —complacer al gobierno y la población de China mientras se promociona dentro de Estados Unidos y en todo el mundo— podría ser más difícil que cualquiera de las acrobacias que realizará sobre la nieve de Pekín.

“Es una situación muy difícil para ella y además es una situación muy delicada”, opinó Zhao Ma, profesor de historia y cultura moderna de China en la Universidad de Washington en San Luis. “No tiene mucho margen de error”.

Una imagen pública bien editada

Eileen Gu nació en San Francisco en 2003. Los medios chinos a menudo se refieren a ella como la hija de una madre china y un padre estadounidense, a veces con una mención de que él se tituló de la Universidad de Harvard. Sin embargo, no hay ningún registro público del padre de Gu, quien se rehusó a responder cuando se le preguntó si sabía algo de él.

Yan Gu estudió química y bioquímica en la Universidad de Pekín en la década de 1980, y luego se mudó a Estados Unidos para hacer una maestría en bioquímica y biología molecular en Auburn. Continuó su formación en la Universidad Rockefeller de Nueva York y luego se dirigió al oeste, a la Escuela de Negocios de Stanford.

Pasó años trabajando como capitalista de riesgo con intereses específicos en China. Desde 2013, se lee en su perfil de LinkedIn, es propietaria de su propia empresa como “inversora privada y experta en inversiones en China”.

Eileen se crió en el exclusivo barrio de Sea Cliff de San Francisco, con vistas al puente Golden Gate, en una casa que comparte con su madre y su abuela.

Gu habla con fluidez el chino mandarín y ha visitado a sus parientes y amigos en Pekín casi todos los veranos de su vida. Su abuela Feng Guozhen a menudo es coprotagonista de las publicaciones de Gu en redes sociales, incluso de documentales cortos dirigidos a las audiencias chinas.

Pareciera que su historia es una saga generacional y multicultural de tres mujeres fuertes, pero la familia no está interesada en compartirla con las audiencias de Occidente sin controlar los términos del relato.

Hay mucho que perder al poner en riesgo una imagen pública bien editada. Esto es particularmente cierto en China, donde un nacionalismo creciente empodera a los ciudadanos a abalanzarse sobre cualquier tufillo a desacuerdo o deslealtad.

El caso reciente de Chloé Zhao, quien ganó el Oscar como mejor directora por la película Nomadland, ilustra la situación. Zhao enfrentó una feroz reacción negativa en China cuando surgieron viejas declaraciones suyas y algunos chinos las consideraron antipatriotas. Los censores suspendieron las menciones de Zhao y su trabajo. Nomadland y la siguiente película de Zhao, la cinta de superhéroes de gran presupuesto Eternals, todavía no se estrenan en China.

Es el tipo de reacción negativa que temen quienes hacen negocios en China, incluso en el mundo del deporte. El Comité Olímpico Internacional se contorsiona para fingir que no hay controversia con la organización de estos Juegos por parte de China, a pesar de que varios países, entre ellos Estados Unidos, han impuesto boicots diplomáticos como forma de protesta.

Gu espera mantener una dualidad neutral. “Cuando estoy en Estados Unidos, soy estadounidense, pero cuando estoy en China, soy china”, ha dicho a menudo.

Después de ganar en diciembre la prestigiosa competencia de medio tubo de “Dew Tour” en Copper Mountain, Colorado, Gu accedió a una breve entrevista sobre el esquí en ladera (Gu fue una de otras 40 esperanzas olímpicas que ya habían hablado con el Times para una serie de videos sobre el tema del “miedo”).

Gu fue amigable, autocrítica y cordial, rasgos que le ayudan a ser popular con sus seguidores y sus colegas, entre los que se encuentran sus excompañeras del equipo de Estados Unidos. No obstante, cuando salió el tema de China —antes de cualquier mención de Hong Kong, los uigures, la desaparición de la tenista Peng Shuai y el retiro de la Asociación Femenina de Tenis de China—, Gu le lanzó una mirada a Yaps, quien intentó ponerle fin a la entrevista.

“Me abstengo”, comentó Gu. “No hay ninguna necesidad de causar división. Creo que todo lo que hago está relacionado con la pluralidad. Está relacionado con hacer que todo el mundo se sienta lo más conectado posible”.

La pregunta es si podrá mantener esa postura y ser una figura pública sin opiniones públicas, representando a países rivales que tienen una relación descentralizada.

“Debe estar preocupada por la forma en que maneja el escrutinio de los medios chinos: cómo comenta sobre la política estadounidense, cómo comenta sobre las relaciones entre Estados Unidos y China”, dijo Ma. “El otro desafío son las repercusiones del lado estadounidense. No creo que esté lista para renunciar a todo lo que tiene en Estados Unidos”.

Gu se negó a comentar cuando se le preguntó sobre su nacionalidad. China no permite la doble ciudadanía, pero no hay registro oficial de que haya renunciado a su ciudadanía estadounidense.

‘Eileen tiene algo’

Gu tenía 3 años cuando su madre la llevó por primera vez a esquiar. Debido a que vivían a varias horas de las pendientes en los alrededores de Lake Tahoe, el deporte era algo más que una práctica de fin de semana. Yan Gu pasó un par de años como instructora de esquí de medio tiempo en Northstar y compró un apartamento cerca. La cantidad de días que Eileen Gu pasaba en la nieve cada temporada se podían contar en las decenas, no las centenas, una ruta inusual hacia el estrellato olímpico.

Tenía muchos otros intereses. Es una pianista de talento y una estudiante estrella. Su deporte favorito de niña podría haber sido la carrera de fondo; soñaba con entrar en el equipo de campo traviesa de Stanford.

Asistió a la San Francisco University High School, una escuela privada con una matrícula anual de 54.130 dólares este año. Los medios de comunicación chinos informan a menudo de que Gu obtuvo una puntuación de 1580 (sobre 1600) en su examen SAT. En diciembre de 2020, publicó un video en Instagram del momento en que se enteró de que había sido aceptada en Stanford. (“Es el único sueño que he tenido durante más tiempo que mi sueño de ir a los Juegos Olímpicos”, dijo). Aplazó la admisión, con planes de empezar este otoño.

Su carrera profesional como esquiadora comenzó a tomar forma tan solo al entrar a la adolescencia. Un momento clave llegó cuando una gran competencia de fondo coincidió con un evento internacional de esquí. Gu eligió el evento de esquí. Desde entonces, ha sido una fuerza en ascenso en el deporte.

Dave Euler, el entrenador jefe de esquí acrobático de Estados Unidos, pasó tiempo con Gu por primera vez en los campeonatos mundiales juveniles de esquí en Nueva Zelanda en 2018. Euler notó que ella entrenaba con más intensidad después de las competencias, para perfeccionar cualquier problemita en su recorrido.

“No solo era su talento, sino su ambición y motivación para mejorar”, comentó Euler. “En ese momento pensé: ‘Ya veo, Eileen tiene algo’”.

Gu comenzó en esencia como atleta de esquí en ladera, donde los esquiadores sortean una pista de rieles y obstáculos antes de realizar una serie de saltos. A una corta edad, Gu ya era experta al momento de deslizarse por los rieles y pronto se volvió cada vez más cómoda en el aire, así llevó ese talento al medio tubo.

En enero de 2019, con apenas 15 años y cuando todavía representaba a Estados Unidos, Gu ganó un Mundial de esquí en ladera en Italia. Los entrenadores estadounidenses sabían que podía ser una estrella exitosa en los Juegos Olímpicos de Invierno de Pekín 2022.

Sin embargo, Gu ya había echado raíces muy profundas en China. Gu y su madre pasaban parte de todos los veranos en Pekín. En 2015, Yan Gu les dijo a los medios chinos que Eileen Gu estaba patrocinada por el centro de esquí Pekín Nanshan (su actual biografía en la federación internacional de esquí indica que es su estación de origen) y que era amiga de Lu Jian, el fundador del complejo y un pionero en la incipiente industria del esquí chino.

Para ese entonces, en China se le conocía como “la princesa rana”, un sobrenombre derivado del casco verde con ranas que usaba de niña.

En 2015, Gu estaba en Pekín cuando la ciudad fue elegida como anfitriona para los Juegos Olímpicos de Invierno de 2022, un recuerdo que sirvió para dar inicio a las ambiciones olímpicas de Gu. En febrero de 2019, Gu estuvo en la primera fila de los atletas chinos que posaron con el líder del país, Xi Jinping.

Meses más tarde, Gu anunció que iba a competir por China en vez de Estados Unidos, para lo cual explicó que quería ayudar a que creciera el deporte. “Espero que, por medio de mi pasión por el deporte extremo, pueda mejorar la interacción, el entendimiento y la amistad entre los pueblos de China y Estados Unidos”, escribió Gu en chino en Weibo, un popular sitio de redes sociales en China.

La noticia decepcionó a los entrenadores estadounidenses que ayudaron a prepararla y vieron en ella un talento en bruto, una disciplina poco común y un potencial ilimitado. Sin embargo, la Federación de Esquí de Estados Unidos emitió un breve comunicado en el que expresaba su apoyo a la decisión de Gu. Mencionaba a su madre en dos ocasiones.

“Estamos muy agradecidos a Eileen por darle las gracias a U.S. Ski & Snowboard por el papel que hemos desempeñado para ayudar a que su sueño se haga realidad”, decía, en parte.

Cuando Gu tomó la decisión de competir por China, todavía no estaba claro cuán dominante iba a ser en el esquí. Luego fue a los X Games de 2021 en Aspen, Colorado, y ganó dos medallas de oro y una de bronce, la mejor exhibición de una novata en los X Games. Luego, ganó tres medallas más, entre ellas dos de oro, en los campeonatos mundiales.

Esta temporada, arrasó con todas las competencias de medio tubo en el circuito mundial, ganó su única gran competencia aérea y, en todos los eventos de esquí en ladera, su peor puesto fue segundo lugar.

China nunca ha ganado más de cinco medallas de oro en los Juegos Olímpicos de Invierno; en los juegos de Pieongchang en 2018, ganó una. Más allá de mejorar el conteo de medallas, Gu está ayudando a las ambiciones del país de crecer su mercado deportivo de invierno.

Para finales de 2021, Gu tenía siete veces más seguidores en su cuenta personal de Weibo en chino (1,23 millones) que en la de Instagram en inglés (169.000).

Gu suele ser objeto de artículos cariñosos de los medios del Estado chino. En 2018, fue protagonista de un documental de 24 minutos que se transmitió en CCTV, la televisora propiedad del Estado.

En China, además de otras marcas, tiene acuerdos de patrocinio con Estée Lauder, Mengniu Dairy (que promueve una marca de leche dirigida a estudiantes de secundaria que se están preparando para sus exámenes de admisión a la universidad), la aseguradora People’s Insurance Company of China, Kohler, el Banco de China, China Mobile y China Unicom.

Gu ha impresionado a los aficionados chinos con su éxito, los ha encandilado con su conocimiento de la cultura china y se ha hecho querer gracias a su fuerte acento de Pekín.

Se habían filtrado rumores de que Gu podría llevar la antorcha olímpica. Lo hizo en un corto promocional chino que en teoría tuvo 100 millones de vistas en dos días. Al final, Gu y un actor popular de China corren con la antorcha olímpica sobre la Gran Muralla China.

La capacidad de girar

Pocos días después de que Gu regresara a Suiza tras el evento de moda de octubre en París, en el Louvre, estaba en el campo de entrenamiento glacial de Saas-Fee, perfeccionando sus trucos de esquí libre.

Gu es una de las pocas esquiadoras o competidoras de tabla de nieve que compiten al más alto nivel tanto en el medio tubo como en el esquí en ladera. (En los Juegos Olímpicos, quienes se clasifiquen para el esquí en ladera entrarán también en la competición aérea, un único y enorme salto artificial que se ha erigido en la zona urbana de Pekín).

Gu destacó en el glaciar. Es alta (1,75 m) y espigada, en un deporte en el que muchos atletas son pequeños y musculosos, más parecidos a las gimnastas que a las modelos. Lleva una chaqueta hasta la cadera —unos días negra, otros roja— con un gran dragón en la espalda. Su pelo, con un toque de rubio, se desprende de la parte delantera de su casco de Red Bull.

Desde el punto de vista atlético, lo que más separa a Gu de sus competidoras es su capacidad para girar hábilmente en cuatro direcciones diferentes, a la izquierda o a la derecha, mientras esquía hacia delante o hacia atrás. Otra característica es que no se cansa de entrenar.

Volar, dar la vuelta, girar, aterrizar; volar, dar la vuelta, girar, aterrizar. Tomar el ascensor de barra en T. Repetir.

Semanas después, en diciembre, Gu ganó la mayor competencia de medio tubo en Colorado. Tras la ceremonia de entrega de premios, y después de fotografiarse y abrazarse con aquellos a los que volvió a vencer, Gu se dirigió a practicar en la pista de esquí en ladera.

Tuvo tiempo para responder algunas preguntas. Pero no para todas. Al igual que su madre, no quiso hablar de sus raíces familiares, de los lazos culturales con su madre y su abuela, a pesar de que esa historia es muy popular en China.

“Como mi abuela era muy competitiva y me dio esa mentalidad ganadora, y mi madre me dio la ética del trabajo, creo que las honro dando lo mejor de mí y poniéndolo todo en práctica”, dijo Gu.

Pronto se alejó esquiando, dejando atrás un alegre “¡Gracias!”. Tenía trucos que practicar, otra competencia que le esperaba, todo ello con vistas a los Juegos Olímpicos de Invierno.

A mediados de enero, unas tres semanas antes de estar programada para competir, Gu y su madre llegaron a Pekín, con una gran cobertura de los medios chinos. Gu publicó en Weibo fotos suyas, en el aeropuerto y enfrente de un platillo con 20 dumplings.

“Dumplings de Pekín, acabo de comérmelos todos”, escribió Gu en chino.

“Bienvenida a casa”, le respondió un aficionado. “Este es tu hogar para siempre”.