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La prohibición europea de petróleo ruso representa una soga cada vez mas apretada para la economía rusa y el Kremlin

En apenas dos semanas, se han invertido drásticamente las suposiciones sobre hasta dónde estaba dispuesta a llegar Rusia en su guerra contra Ucrania, y hasta dónde llegarían los países occidentales en consecuencia. La UE está avanzando hacia un embargo gradual de las exportaciones de petróleo ruso, además de medidas similares por parte de Estados Unidos y el Reino Unido. Se trata de un paso trascendental pero arriesgado. A EE.UU. le preocupa que un movimiento demasiado rápido pueda hacer subir los precios del petróleo a nivel mundial; Alemania ha advertido del impacto económico, aunque ha señalado que apoyará el embargo. Sin embargo, si se maneja con cuidado, los costes pueden contenerse. Y el dolor para Rusia es, en última instancia, mucho mayor.

Aunque las exportaciones de gas de Rusia suelen captar más atención, Moscú recibe muchos más beneficios de la venta de petróleo y productos derivados, la mayor fuente de ingresos económicos para el régimen y la maquinaria bélica de Vladimir Putin. Rystad Energy, un grupo de investigación, estima que el aumento de los precios significa que el Kremlin va a generar 180.000 millones de dólares en ingresos fiscales por petróleo este año, a pesar de que hay comerciantes que se niegan a aceptar parte del crudo ruso, lo que equivale al 60% del presupuesto federal de Moscú para 2022.

El dilema para las democracias ha sido cómo detener los flujos de petróleo ruso sin que los precios del crudo suban tanto que hagan colapsar la economía mundial, por lo que se han examinado alternativas tales como aranceles punitivos o un tope de precios. El petróleo sobrante es escaso; se calcula que Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos tienen capacidad suficiente para sustituir casi todo el crudo que la UE compra a Rusia, pero no está claro que la Opec y los productores de esquisto de EE.UU. estén dispuestos a aumentar la producción con la rapidez necesaria. Los capitales occidentales se han preocupado también de que el aumento de los precios mundiales y la posibilidad de desviar algunas exportaciones a otros lugares no permitan a Rusia mantener sus ingresos petroleros.

El embargo de la UE, que entrará en vigor a finales de año, permite disponer de más tiempo para llevar a cabo una intensa labor diplomática que garantice suministros alternativos y solucione la logística. El presidente ruso, por su parte, ha dado instrucciones a sus ministros para que elaboren planes de nuevas infraestructuras de exportación que sirvan a “mercados amigos”. Sin embargo, desviar los suministros a nuevos compradores será más difícil para Moscú de lo que muchos han supuesto.

El petróleo depende mucho menos de las entregas por oleoducto que el gas. Pero Occidente compra el 70% de las exportaciones rusas de petróleo y productos petrolíferos, y la mayor parte de los oleoductos y las rutas de exportación marítima de Moscú apuntan a Occidente. El único oleoducto de Moscú a China -que sólo compra una quinta parte de sus exportaciones de petróleo- está a plena capacidad.

Redirigir el petróleo por mar a los grandes importadores asiáticos, como China e India, requeriría decenas de superpetroleros que realizaran viajes de semanas desde los puertos rusos del Báltico y el Mar Negro. Muchas compañías navieras podrían rehuir la manipulación de los cargamentos por temor a verse afectadas por las sanciones, y los proveedores rivales lucharán por conservar su cuota de mercado.

La complicada geología de los yacimientos petrolíferos rusos también significa que no puede cortar el suministro tan fácilmente como, por ejemplo, Arabia Saudí. Si los pozos rusos se cierran por falta de compradores, puede resultar difícil o inviable reabrir muchos de ellos. Algunos investigadores sostienen que esto da a las capitales occidentales una considerable influencia potencial con un líder ruso que se enfrenta a la pérdida de los mercados de exportación de petróleo en meses y al daño duradero de un buque insignia económico.

La Unión Europea podría ofrecer -a cambio de un cese al fuego en Ucrania- permitir que las exportaciones rusas continúen, pero con los clientes pagando en cuentas dentro de la UU EE en garantía de la que Moscú pueda retirar dinero sólo bajo ciertas condiciones. O se podría imponer un impuesto punitivo sobre las ventas de petróleo, cuyos ingresos se destinarían a la reconstrucción de Ucrania. La idea de que el líder ruso llegue a ceder a este tipo de acuerdos puede parecer descabellada; de hecho, cuanto más luchan sus fuerzas en Ucrania, más aumenta Putin sus amenazas, lo que exige un cálculo cuidadoso por parte de sus homólogos occidentales. Pero hace sólo unas semanas, un embargo de petróleo también parecía impensable.