El cambio climático es uno de los mayores desafíos a los que se enfrenta todo el planeta, y en México un 93% de sus habitantes exigen medidas más estrictas a Gobierno de México para frenarlo, según una encuesta publicada por el Banco Europeo de Inversiones (BEI). Una cuestión, la de la crisis climática, que también afecta a los bolsillos de los mexicanos. Siete de cada 10 responde que sus ingresos se han visto reducidos por el clima.
El incremento de la temperatura, propulsado principalmente por la emisión de gases de efecto invernadero que genera la quema de combustibles fósiles, es el indicador más certero de esta transformación planetaria. Y, en el caso de México, el calentamiento está por encima de la media mundial. Si en 1985 el promedio de temperatura a nivel nacional era de 20,4 grados, en 2024 ha sido de 23,4.
La tendencia de aumento es clara desde hace décadas, pero la curva ascendente se vuelve más pronunciada desde 2005, según un estudio del Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC). Además, los últimos seis años han sido los más calurosos de los que se tiene registro en el país.
México es uno de los países más vulnerables del mundo ante el cambio climático debido en buena parte a sus características geográficas -como sus más de 15.000 kilómetros de costa-, pero también aporta su granito de arena al calentamiento global: es uno de los 15 mayores emisores de gases de efecto invernadero con el 1,47% del total mundial y la petrolera estatal, Pemex, se sitúa entre las diez empresas más contaminantes del mundo. Y, a mayor quema de petróleo, mayor aumento en las temperaturas.
Pero la pregunta es, ¿cómo afecta ese calentamiento a nuestras vidas? ¿cómo impacta a las condiciones climatológicas que vivimos día a día? Jorge Zavala, investigador del Instituto de Ciencias de la Atmósfera de la UNAM y excoordinador general del Servicio Meteorológico, tiene algunas de las respuestas. Por ejemplo, cuanto más se elevan las temperaturas, mayor es la evaporación de agua. Eso incrementa la resequedad del suelo, lo que favorece el desarrollo y la ocurrencia de incendios forestales. Los datos lo corroboran: la tendencia va en aumento.
Se estima que las “islas de calor”, como se le conocen a los eventos de calor extremo temporales, tienen el potencial de contraer el Producto Interno Bruto (PIB) del sector agrícola en un 3% anual, asegura Armando Sánchez, director del Instituto de Investigaciones Académicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
“Hay varios canales de transmisión hacia la inflación”, explica Sánchez, “el primero es la sequía. La baja disponibilidad de agua hace que las cosechas sean de menor volumen y esa escasez de productos, a su vez, dispara los precios, generando inflación”. Otro aspecto es el de los trabajadores en el campo, quienes deben trabajar largas jornadas bajo el sol, dice Sánchez.
De manera importante, estas condiciones ponen en riesgo su vida, ya que se exponen a afectaciones en los riñones o el hígado. En mayo, las autoridades mexicanas informaron que 43 personas han muerto este año consecuencia del calor, mientras que en EE UU van 28 muertos en el país en la última semana.
En la dimensión económica, la salud de los trabajadores, tanto en el campo como en la ciudad se ve afectada por el calor extremo. “Se han hecho estudios dentro del sector industrial en las ciudades también se ve afectado por las islas de calor, porque la gente está encerrada en una nave industrial en donde las condiciones, a veces las máquinas, generan calor interno que se exacerba”, asegura Sánchez.
Esto baja la productividad, lo que reduce la oferta de bienes y servicios y, de nuevo, eleva los precios, explica Sánchez, de la UNAM. Si los empresarios desean mantener la productividad, deberán invertir en acondicionar sus instalaciones, un costo que trasladarán al consumidor. En momentos de mucho calor, quienes pueden hacerlo cambian el transporte colectivo por uno privado, con aire acondicionado, aumentando el tráfico vial y las emisiones de carbono. “Este es círculo vicioso”, opina el académico.
Medir el impacto económico del clima extremo es algo que científicos en todo el mundo han comenzado a hacer en los últimos años. Desde la UNAM, los investigadores Francisco Estrada y Óscar Calderón publicaron un estudio en el que estiman que, en la zona metropolitana de la Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey, las pérdidas económicas derivadas del cambio climático podrían rebasar los mil millones de dólares anuales en esta década.
“A menos de que los acuerdos internacionales de mitigación se complementen con medidas locales para disminuir los efectos de la isla de calor, los esfuerzos internacionales serían menos eficientes para reducir el riesgo y los impactos económicos de este fenómeno”, escribieron los académicos.
En Imperial Valley, han optado por una adaptación temprana. Sus agricultores “han estado conservando agua durante décadas para ayudar a satisfacer las necesidades de otras ciudades y ser los mejores administradores posibles del recurso”, cuenta Magos, “están continuamente innovando e implementando prácticas de eficiencia de riego en sus granjas. Los cultivos eligen en base a varios factores, por lo que cultivar un determinado cultivo estrictamente porque utiliza menos agua no es necesariamente una solución factible”.
Sánchez sugiere que las políticas públicas sean de adaptación a esta nueva realidad climatológica, ya que cada año se presentan más islas de calor. “Las políticas de mitigación para reducir las emisiones se está trabajando, pero ya no alcanza”, opina el académico. “Si la temperatura del planeta pasa de subir 1 grado a 6 grados por cambio climático, entonces sí ya toda la política, tanto ambiental como de crecimiento económico, va a tener que tomar en cuenta eso. Vamos a tener que adaptarnos”, concluye.
Para traducir en números este fenómeno: el impacto económico de los desastres en México -principalmente hidrometeorológicos- aumentó en 2020 un 200% anual hasta superar los 31.000 millones de pesos (unos 1.530 millones de dólares), según el Centro Nacional de Prevención de Desastres. Las inundaciones en Tabasco de ese año fueron las más destructivas en términos económicos, con unas pérdidas de unos 13.500 millones de pesos (más de 650 millones de dólares).
Si bien es muy complicado asociar un evento extremo en específico con el cambio climático, en lo que coinciden los expertos es que la recurrencia y la ferocidad de los desastres en México se está acelerando por el calentamiento global. Un ejemplo claro son los huracanes que azotan al país en la temporada de lluvias, que debido al aumento sostenido de las temperaturas tienden a ser de mayor categoría.