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La fatiga pandémica es real y complica el aumento del coronavirus.

El agotamiento colectivo con las restricciones impuestas para controlar el coronavirus ha surgido como un adversario formidable para los gobiernos.

Cuando el coronavirus comenzó a arrasar por todo el mundo durante la primavera, ciudadanos desde Wuhan hasta Roma y Rio cancelaron bodas y vacaciones, suspendieron las visitas a abuelos y se confinaron en sus casas durante lo que se creyó sería un periodo breve pero indispensable de aislamiento.

Hoy en día, después de la relajación de restricciones durante el verano en Europa, los casos van en aumento y las hospitalizaciones están al alza. El Reino Unido está imponiendo restricciones nuevas y Francia ha declarado ciudades en “alerta máxima”. Macron ha ordenado un toque de queda y cerrar bares, gimnasios y centros deportivos. Italia ha igualmente instaurado un toque de queda al igual que restricciones. Restaurantes y bares deben cerrar a las 6 pm desde este domingo.

En México se avecina la segunda ola. Contamos con cerca de 900 000 casos en total y estados retroceden al semáforo rojo; Chihuahua es el primero en hacerlo desde el sábado.

El agotamiento colectivo -conocido como fatiga pandémica- ha surgido como un adversario formidable para todos los gobiernos que deben contar con un alto grado de cooperación pública aplicando las últimas rondas de restricciones para aplanar la curva de infección. Demasiada fatiga pandémica, dicen las autoridades, puede alimentar un círculo vicioso: Un público cansado tiende a bajar la guardia, lo que provoca más infecciones y restricciones que a su vez agravan la fatiga.

Sin final a la vista, muchas personas están acudiendo a bares, fiestas familiares, boliches, cines y eventos deportivos casi con la misma frecuencia que antes de la aparición del virus, y otros deben regresar a la escuela o el trabajo, pues las comunidades buscan resucitar la economía.

Una gran diferencia con la situación en la primavera es que los rituales de esperanza y unidad que ayudaron a las personas a soportar la primera ola del virus que vimos desde los balcones de Madrid e Milán han sido sustituidos por el cansancio y la frustración como se ha visto en Nápoles o bien en los EEUU.

En los lugares del mundo donde está resurgiendo el virus, hay un choque entre los nuevos brotes y una sensación creciente de apatía, lo que crea una combinación peligrosa. Las autoridades afirman que la impaciencia creciente es un reto nuevo para ralentizar los brotes y que amenaza con exacerbar lo que temen se convierta en un otoño devastador.

El tema es delicado en México, ya que la mayoría de la población (57% según estimaciones) trabaja en el sector informal. Significa que sin seguridad social esa porción de la población se ve mas afectada por los cierres de negocios y cuarentenas.

Pero un fenómeno parecido está detonando alarmas en Europa, donde investigadores de la Organización Mundial de la Salud calculan que alrededor de la mitad de la población está experimentando “hartazgo de pandemia” o “fatiga pandémica”.

“Los ciudadanos han hecho sacrificios enormes”, dijo Hans Kluge, director regional de la OMS en Europa. “El costo ha sido extraordinario, lo cual nos ha agotado a todos, sin importar dónde vivimos o a qué nos dedicamos”.

La primavera bajo la pandemia se caracterizo por las imágenes de horror desde Asia y el continente europeo, el otoño se caracteriza mas por una mezcla de resignación y negligencia. La gente que no había salido de sus casas ahora considera salir a comer en un lugar cerrado.

En la primavera persistió el sentimiento de “todos estamos juntos” dijo la psicóloga Vaile Wright, “Ahora las cosas son distintas. El miedo ha sido sustituido por el hartazgo”.

A pesar de esto, en algunas partes del mundo, el comportamiento ha cambiado y los esfuerzos de contención han sido duros y eficaces. Los contagios han permanecido relativamente bajos durante meses en lugares como Corea del Sur, Japón, Nueva Zelanda, Australia y China, donde el virus se detectó por primera vez. Después de que se reportaron una docena de casos en la ciudad china de Qingdaó, las autoridades emprendieron esfuerzos la semana pasada para realizar pruebas a todos sus 9,5 millones de residentes.

“Aquí hay muy poco rechazo a este tipo de medidas”, dijo Siddarth Sridhar, profesor adjunto de microbiología en la Universidad de Hong Kong durante una entrevista, “Al contrario, hay reacciones muy negativas si los gobiernos no hacen lo suficiente para contener el virus”.

La respuesta en Estados Unidos y gran parte de Europa ha sido muy diferente. Si bien los ciudadanos fueron solidarios en la primavera, con el paso del tiempo han crecido la frustración y la rebeldía.

Por otra parte, hay cada vez más indicios de que el estrés constante esté pasando factura. En Estados Unidos, la venta de bebidas alcohólicas subió un 23% durante la pandemia, de acuerdo con Nielsen. Esta cifra refleja la ansiedad del país, pero también la baja de ventas en bares y restaurantes.

También las muertes por sobredosis han aumentado en muchas ciudades. En el condado de Cuyahoga, Ohio, que incluye Cleveland, hace poco hubo 19 muertes por sobredosis en una semana, mucho más que lo normal.

“Como mucha otra gente, estaré feliz de ver el final del 2020”, dijo Thomas Gilson, el médico forense del condado en entrevista al Wall Street Journal.