La confianza y la credibilidad en materia política son dos caras de la misma moneda. La primera se refiere a la seguridad que tienen los ciudadanos con respecto a que sus instituciones funcionan de una manera eficaz y transparente, mientras que la segunda se relaciona con la sensación que tienen los ciudadanos a que sus gobiernos realmente hacen lo que proponen. Estas dos ideas (invisibles para los gobiernos latinoamericanos) afectan el aparato gubernamental en el ámbito social, político y también económico.
Se dice invisible, ya que en la región desde hace mucho tiempo los gobiernos olvidaron la importancia de estos, al enfocarse solamente en el corto plazo y cayendo en ciclos de corrupción, escándalos o simplemente no cumpliendo promesas de campaña. Al olvidarse que es la población que los eligió quien paga el precio.
Credibilidad y confianza en datos
La crisis de credibilidad y confianza se propaga silenciosamente alrededor de toda Latinoamérica. Para dar algunos ejemplos, investigadores del programa de Alianzas para la Reconciliación de la Agencia de los Estados Unidos (Usaid) y Acdi-Voca señalan que en Colombia el 89.4% de las personas tienen cero o poca confianza en sus gobiernos. Datos similares son ofrecidos por el Centro de Estudios Públicos de Chile cuando mencionan que en este año solo el 9% confía en sus gobiernos, cifra que se vuelve mucho más baja cuando se mencionan los Partidos Políticos en los que solo el 2% de la población confía.
Incluso Ecuador, uno de los países que reportaba más confianza política en los últimos años, solo llega a un nivel de confianza en la Fiscalía Pública de 5,2 de 10. Sin embargo, dadas las crisis políticas y sociales de los últimos años, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos de Ecuador el nivel de confianza ha bajado y se espera que continue la misma tendencia.
¿En qué afecta esto a la sociedad?
Hoy en día en las mayores ciudades del mundo se habla de capital social. Esto se refiere al nivel de sociabilidad y confianza entre los individuos de una ciudad. Un lugar con alto capital social muestra seguridad ciudadana, movilidad social, limpieza, entre otros. Construir más capital social se traduce en más inversión privada, más bienes públicos y mejores condiciones de vida.
Una ciudad con bajo capital social se muestra en malas condiciones para sus ciudadanos. Ahora, obviamente con instituciones ineficientes y con baja credibilidad es imposible construir capital social. Posiblemente por esto ningún país de la región se encuentra en el top 50 de países con más capital social y existen varios países como Honduras o Guatemala más allá del top 150.
La credibilidad y la economía
Del mismo modo que el capital social, a nivel económico la credibilidad contribuye o lastima al PIB de los países. El razonamiento es simple: falta de credibilidad conlleva a inacción e incertidumbre. Estas a su vez causan una baja en el consumo y la inversión, dañando directamente la economía.
No es una coincidencia que los países más desarrollados pongan tanta importancia al anunciar nuevas políticas y posiciones. Por ejemplo, cada anuncio dado por el Banco Central Europeo tiene repercusiones directas y claras sobre los mercados alrededor de toda Europa. Mientras que en Latinoamérica los gobiernos perdieron el poder de cambiar los patrones de consumo de la población.
Repercusiones en la democracia y las instituciones
Estudios publicados en la Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales basados en un estudio realizado en 18 países, muestran que el promedio de confianza política en Latinoamérica es de 3.62 de 7. Además, demuestra por medio de modelos estadísticos que los ciudadanos son menos propensos en participar en la vida política en los lugares con menor confianza.
Esto se traduce en poca participación ciudadana lo cual es la base y fundamento de una sociedad democrática. Las personas han perdido tanto la fe en sus gobiernos al punto que piensan que no son escuchados, en un sistema basado en la opinión de todos los ciudadanos. Además, esta poca participación trae consigo poca representación, malas políticas públicas y por ende malestar general entre la población.
Sin embargo, no es la responsabilidad de los ciudadanos confiar. No sería lógico hacerlo después de años de escándalos, corrupción y malas decisiones que benefician a una elite. Es responsabilidad de los gobiernos ganarse la confianza de nuevo, por el bienestar de los países. Si no es así, el derecho y deber de los ciudadanos de las democracias de América latina debe ser ejercido y estos gobiernos tendrán las necesarias repercusiones políticas y legales hasta que se acabe esta crisis de credibilidad y confianza.