El último informe creado en colaboración por Rasig y MapBiomas, una red de organizaciones sin ánimos de lucro, universidades y startups en tecnologías, revelo que el Amazonas ha perdido alrededor del 10% de su vegetación en las ultimas 4 décadas. Se estima que la perdida es de un terreno del tamaño del estado de Texas en los Estados Unidos, pues de 1985 al 2021 el área afectada por la deforestación incremento de 490,000 kilómetros cuadrados a 1,250,000. Estas cifras han sido calculadas gracias a un satélite que monitorea a todos los países que conforman el pulmón del planeta.
La situación ha empeorado los últimos anos, pues tanto el 2020 como el 2021 marcaron cifras históricas de deforestación en la región, con pérdidas de territorios equivalentes a la superficie de Belice. Los expertos del Panel Científico por la Amazonia han recalcado que la región ha perdido un 17% de su vegetación nativa en los últimos 36 anos, y el mayor causante de esto es la deforestación. Además, han advertido que, si se alcanza una cifra entre el 20% y el 25% de deforestación total, las consecuencias pasaran a ser permanentes e irreversibles, llevando a que la mayor selva tropical del planeta se convierta en una sábana.
El cambio del uso del suelo ha sido preocupante, pues las zonas urbanas y los terrenos destinados a la agricultura, ganadería o minería han aumentado y ya alcanzan el 15% de toda la región, llevando a un incremento en la deforestación significativo. Mapbiomas evidencio que, en estos últimos 36 anos, las actividades mineras incrementaron por 656%, la infraestructura urbana un 10% y la agricultura y ganadería un 151%, llevando a la deforestación y a un aumento en los incendios forestales. El país que más parte del Amazonas tiene, Brasil, es también el mayor causante de esta crisis por la deforestación del Amazonas. En estas 4 décadas, el país es acreditado con el 84% de toda la destrucción de bosques, con más del 19% de su bosque destruido debido a las practicas ganaderas del país.
Casi la mitad del total de las emisiones de carbón de Brasil provienen de la deforestación, cifras tan preocupantes que incluso fueron el foco de las últimas elecciones presidenciales del país. Es importante comenzar a tomar medidas más fuertes para regular y sancionar este fenómeno, pues ni siquiera la pandemia detuvo la deforestación. El ano del covid-19 fue el tercer total anual más alto registrado, destruyendo el 88% de la vegetación en Brasil. Las industrias de la ganadería y la agricultura también han contribuido a esta deforestación, pues muchas veces llevan a actividades ilegales como la tala de los bosques o la quema de estos para preparar el terreno para los cultivos o el pastoreo de ganado.
Además de todos estos factores, la criminalidad también ha aportado al despejo de terrenos para construir pistas de aterrizaje para narco aviones, carreteras clandestinas para transportar narcóticos y contrabando entre otros. Existen mecanismos que buscan detener estas actividades, como la Operación Brasil Verde que busca evitar la ganadería expansiva en la Amazonia, pero la intervención de los gobiernos sigue siendo mínima o casi nula. Esto es bastante grabe, pues el Amazonas es un conjunto de ecosistemas hogar de 33 millones de personas y miles de especies. Además, el Amazonas juega un rol crucial para mitigar los efectos del cambio climático, pues tiene como función equilibrar el clima, repartir las lluvias y capturar dióxido de carbono.
Según la organización Greenpeace, la cifra de dióxido de carbono que absorbía la selva amazónica se ha reducido a la mitad desde 1990s, lo cual causa que se acumulen mayores cantidades de este gas invernadero en la atmosfera y la temperatura del planeta incremente. Además, al albergar alrededor del 10% de la fauna y el 20% de la flora del planeta, la destrucción de su hábitat podría llevar a la extinción y perdida de biodiversidad. Hay varios actores involucrados en todo este fenómeno, y es momento de comenzar a demandar acciones por parte de ellos.
Los gobiernos, sobre todo el Brasileño, deben comenzar a implementar y reforzar las políticas de deforestación cero para poder mitigar las consecuencias de los últimos anos. Por otro lado, las empresas y los organismos supranacionales deben implantar políticas de responsabilidad corporativa para evitar proyectos con impactos negativos. Y la Unión Europea debe comenzar a aprobar medidas para impedir el comercio de materias primas procedentes de la deforestación amazónica.