“Claudia Sheinbaum: la primera mujer presidenta de México”. Así abrían la mayoría de las portadas tras la arrasadora victoria de la candidata de Morena en las pasadas elecciones. Otras, las de los medios especializados en ciencia, optaban por destacar su pasado como física e investigadora. Un sector que en México cuenta con bajos recursos y que tiene la segunda peor tasa de investigadores de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). La comunidad científica acoge con ilusión a la nueva mandataria a la espera de una mejora presupuestaria y el impulso de la colaboración público-privada. Pero no todos. Algunos recuerdan que pertenece al partido de López Obrador, al que atribuyen un sexenio lleno de obstáculos para la academia.
Sheinbaum, hija de una bióloga y un ingeniero químico, estudió física en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y se doctoró en ingeniería química con la tesis Economía del Uso Eficiente de la Energía Eléctrica. Su pasado en la ciencia es lo que hace florecer la esperanza de José Franco, que fue director del Instituto de Astronomía de la UNAM (2003-2010) y presidente de la Academia Mexicana de Ciencia (2012-2014). “Claudia fue formada en el mundo académico y de investigación, ella es universitaria, y ha hecho un viaje a la gestión pública. Si van acompañadas de conocimiento, las tomas de decisiones pueden ser muy buenas”, explica el físico por teléfono.
En la campaña, la candidata de Morena también dejó algún hueco en sus discursos para hablar de ciencia. Aseguró que en su Gobierno habrá libertad de investigación e hizo un alegato para defender la aplicación del conocimiento en las decisiones de Gobierno. Janet Alejandra Gutiérrez, ingeniera alimentaria y directora regional del departamento de Bioingeniería y Ciencias del TEC de Monterrey, espera que estas promesas no caigan en saco roto. “Tenemos la esperanza de que va a tomar decisiones basadas en un análisis muy riguroso de los datos por la disciplina en la que ella ha venido desarrollándose”, explica Gutiérrez en llamada.
El Gobierno otorgó en 2022 al físico Roberto Escudero Derat el Premio Nacional de Ciencias en la misma categoría que la bióloga Annie Pardo Cemo, la madre de Sheinbaum. Un premio que, según él, aún no ha recibido. El físico muestra un gran descontento por la manera en que López Obrador trató a la investigación y el desarrollo. Un pasado que lo convence de que con Sheinbaum, que también ha estado en Morena desde su fundación, tal vez las cosas no mejoren para la ciencia. “Se lo digo claramente. Yo no voté por Claudia, yo voté por Xóchitl. Es una gente que se ha dedicado a la política, a la grilla”, confiesa Escudero Derat en llamada telefónica.
Los tres expertos consultados para este reportaje coinciden en que el Gobierno saliente no deja una buena base para el desarrollo de la ciencia. México invierte menos de un 0,3% del Producto Interior Bruto (PIB) a este campo, por debajo de otros países del entorno como Costa Rica, Cuba o Chile. “El PIB para la ciencia desde la época del PRI ha sido menos del 0,3% y no ha subido nada. Espero que Sheinbaum lo suba cerca del 1%. Sería fantástico para el país, porque podríamos ser extraordinariamente buenos en este campo”, exige Escudero Derat.
Las carencias presupuestarias se notan en los centros de investigación y desarrollo, el lugar donde nacen las grandes ideas. “En el día a día los centros públicos tienen falta de mantenimiento de equipos de alto desempeño, equipos cuya inversión requirió mucho esfuerzo. A veces vas a estos lugares de investigación o institutos públicos y los tienen apagados. No hay para poderlos mantener funcionando”, explica la ingeniera alimentaria.
La principal institución pública del sector, el Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías (Conahcyt), ha sido el centro de la problemática. Año a año ha visto reducido su presupuesto después de que López Obrador acusara a este órgano descentralizado de llevar a cabo una “mercantilización de la educación y la ciencia”. “Hay gente muy dolida, yo entre ellos, por la forma en que esta administración ha llevado la construcción de la ciencia en México. La gente está lastimada. Esto desprestigia la ciencia por una administración irresponsable”, explica Franco. Por medio llovieron muchas críticas del sector a la nueva Ley de Ciencias promovida por la Conahcyt y al juicio que se llevó a cabo contra 31 exmiembros del órgano.
El Gobierno tampoco logró frenar uno de los mayores males para el conocimiento: la fuga de cerebros. México es segundo por la cola entre los países de la OCDE en investigadores dedicados a la investigación y el desarrollo, con 358 por cada millón de habitantes. A años luz de los 8.615 que tiene Corea del Sur, primero en la lista, y solo por encima de Colombia, cuya cifra es de 90. “Este país está lleno de jóvenes que se han formado y que están ávidos de poder transferir sus conocimientos a la solución de problemas. Están saliendo fuera o limitándose únicamente a actividades docentes”, explica Gutiérrez.
Las soluciones a tantas carencias van más allá de la inyección de fondos públicos y debe ir acompañada de políticas que favorezcan la inversión privada, según los expertos. “Nos hace falta pensar en cómo la ciencia atiende los problemas, y hay que acompañarla de la industria o aumentar el emprendimiento de base científico-tecnológica”, explica la ingeniera alimentaria. “En el resto del mundo, la ciencia, la tecnología y la innovación son palancas de desarrollo social y económico”, explica Franco.
Franco recuerda que cuando llego a la presidencia de la Academia Mexicana de Ciencia en el último año del sexenio de Felipe Calderón exigió una mayor inversión para su sector al siguiente jefe del Ejecutivo en su discurso La ciencia en México. Una realidad y una promesa. “Esa visión de 2012, la repetí en 2018, nada más que no fuimos escuchados”, explica. Espera que giren las tornas con Sheinbaum: “La utopía es ese horizonte que nunca alcanzas. Los científicos, los expertos, los tecnólogos, tenemos que trabajar de la mano con quien quiera que esté al frente del Gobierno”.