Los mayoría de aliados han cerrado, en apenas unas horas, la puerta que abrió el presidente francés, Emmanuel Macron, al posible envío de tropas occidentales a Ucrania para asegurarse de que Rusia no gane la guerra. Alemania, el Reino Unido, España, Suecia, Polonia y la República Checa lo han hecho ese mismo martes, la mayoría de ellos por boca de sus primeros ministros.
Seguían la estela iniciada por Eslovaquia y el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, quien ya el lunes por la noche había declarado que la Alianza “no tiene planes para el envío de tropas a Ucrania”. El mandatario francés había deslizado esta opción este lunes por la noche al declarar que “nada debe excluirse” para evitar la victoria de Rusia sobre Ucrania, incluido el envío de tropas al país invadido, aunque no quiso aclarar qué posición tenía su país por “ambigüedad estratégica”.
“No habrá tropas terrestres de los países europeos ni de la OTAN”, ha zanjado el canciller alemán, Olaf Scholz. “No estamos pensando en ello”, ha avanzado el primer ministro sueco, Ulf Kristersson, empleando palabras similares a las que a primera hora de la mañana pronunciaba el jefe de gobierno polaco, Donald Tusk. Con el líder de Polonia compareció su homólogo checo Petr Fiala, utilizando un discurso similar. La negativa de los cuatro dirigentes tiene su simbolismo. Alemania, aunque reacia desde un principio a dar pasos que pudieran interpretarse como confrontación directa con Rusia, es el socio de la UE que más armas ha enviado a Ucrania. Suecia ha abandonado su neutralidad de los últimos dos siglos para integrarse en la Alianza Atlántica a causa de la agresión rusa. Polonia y la República Checa han sido, junto a las tres repúblicas bálticas, los países más beligerantes con Moscú desde que comenzó la invasión.
Todos ellos se han mostrado, en teoría, partidarios de dar más apoyo a Ucrania, que justo ahora está pasando uno de sus peores momentos, con la contraofensiva que lanzó el pasado verano estancada. “Me da la sensación de que deberíamos desarrollar los métodos de cooperación que empezamos a poner en marcha tras el inicio de la invasión”, ha pedido el checo Fiala, que en las últimas fechas ha propuesto aumentar el envío de proyectiles a Kiev. También lo ha hecho el alto representante de la UE para la Política Exterior, Josep Borrell, que la semana pasada reprochó por carta a las capitales que no enviaran la munición suficiente. “Los retrasos en la entrega de municiones tienen un coste en términos de vidas humanas y están debilitando las capacidades de defensa de Ucrania”.
En la propuesta de aumentar el respaldo a Kiev existe, en todo caso, mayor acuerdo que respecto a las tropas, como ha apuntado Scholz: “En París coincidimos en que todos debemos hacer más por Ucrania. Necesita armas, municiones y defensa aérea. Estamos trabajando en eso. Una cosa está clara: no habrá tropas terrestres de los Estados europeos ni de la OTAN”.
En Bruselas, donde está la sede de la OTAN y la del Servicio de Acción Exterior de la UE, la intervención del presidente francés ha sorprendido. Fuentes comunitarias apuntan que Macron no había avisado a nadie de lo que iba a decir. Otras fuentes diplomáticas, varias, en la capital de la Unión se muestran muy escépticas ante la opción enunciada en París.
El propio presidente francés reconoció que “no existe consenso para enviar de forma oficial, asumida y decidida fuerzas terrestres”, aunque es evidente que se puso sobre la mesa, a tenor de lo que finalmente declaró Macron al acabar la cumbre convocado en la capital francesa este lunes para lanzar el mensaje a Moscú de que Europa no dejará que gane esta guerra. En el encuentro participaron 27 líderes y ministros de la UE más el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, así como representantes del Reino Unido, Canadá y Estados Unidos. La reunión se produjo, además, en un momento en el que cunden las dudas y las críticas a Occidente por su apoyo insuficiente a Ucrania.
Enviar tropas a Kiev, desde luego, supondría superar una línea roja que en este momento parece inimaginable. Otras directamente no le ven ningún recorrido. Desde la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia, los aliados y la UE han dado pasos que justo un día antes parecían imposibles. Por ejemplo, apenas unos días después del 24 de febrero de 2022, día del inicio de la ofensiva rusa, la Unión aceptó financiar la compra de material bélico letal para enviarlo al país agredido.
Después fue el turno de los miembros de la Alianza Atlántica, que al principio se resistían a mandar tanques y luego acabaron haciéndolo. El envío de tropas, no obstante, constituye una barrera que muchos no están dispuestos a rebasar. Uno de ellos es el primer ministro de Eslovaquia, Robert Fico, quien el mismo lunes, antes incluso del comienzo de la reunión, apuntó que mandar tropas figuraba en la agenda y que le provocaba “escalofríos”.
Macron, por su parte, no quiso revelar la posición de su país escudándose en la “ambigüedad estratégica”. Sobre esta expresión, el analista del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, François Heisbourg, apunta: “La confusión en las filas occidentales no es lo mismo que manejar la ambigüedad estratégica”. Más crítico se muestra el analista Ulrich Speck, quien ha dicho en X (antes Twitter) que esa indefinición “es necesaria para mantener preocupado a Moscú”, pero ha añadido que hace falta credibilidad, que, en su opinión, debe venir del apoyo militar a gran escala a Ucrania, un sostén que Francia no ha dado en los últimos dos años.