Iban a buscar vehículos robados y se encontraron con un arsenal de botellas de Coca-Cola listas para ser rellenadas con un líquido de dudosa procedencia. El descubrimiento lo realizaron este miércoles elementos de la Policía de Investigación en la colonia Santa Martha Acatitla Norte, en la Alcaldía Iztapalapa, una de las más grandes y conflictivas de la capital. La Fiscalía de Ciudad de México se ha encontrado con una pequeña fábrica clandestina donde había 130 cajas de plástico con seis botellas grandes y unas 800 cajas que contenían 24 botellas de cristal cada una.
Como esta, las noticias que vienen de Iztapalapa casi nunca son buenas. Este miércoles, los vecinos de la colonia de Santa María Aztahuacán se han despertado con una visión tétrica, la de un hombre sin vida colgado de un poste de electricidad. La Fiscalía está investigando las causas de la muerte. El martes, una joven vendedora de cosméticos fue asesinada a balazos en una fiesta en la misma alcaldía. Iztapalapa, con una población de 1,8 millones de habitantes, es una de las más grandes y pobres de Ciudad de México. También lidera las estadísticas de violencia, feminicidios y desapariciones.
Los recursos que tenían los trabajadores para hacer la Coca Cola eran escasos: un techo de paredes que algún día fueron blancas, suelos de baldosas rojas y verdes llenos de mugre. Las imágenes muestran también lo que parece ser el lugar en el que se llevaba a cabo el relleno de las botellas: un embudo ennegrecido frente a una silla sucia rodeada de botellas. Tenían dos formatos diferentes, que estaban desperdigados por el espacio de la bodega en la que trabajaban: la botella de cristal de 600 mililitros y la botella de plástico de tres litros, con pegatina de Coca-Cola incluida.
Durante las pesquisas han detenido a dos hombres, Jesús Ignacio y David, que se encontraban en el inmueble cuando ingresaron los uniformados. Además de los utensilios para realizar una fábrica clandestina de Coca-Cola, también se encontraron tres placas de coches que tenían reporte de robo en Jalisco y en el Estado de México, y varios vehículos (un automóvil tipo sedán, una camioneta y una moto) que presumiblemente se utilizaban para transportar la mercancía hasta los negocios que emplearan esta mezcla como sucedáneo del producto real.
Al principio, las autoridades no sabían que en el predio se encontraba una pequeña fábrica clandestina de refrescos. Llegaron hasta allí porque recibieron pistas de que allí podrían estar ocultando vehículos robados. Tras monitorear el exterior del inmueble durante un periodo que no determinan en su informe, la Policía de Investigación determinó, después de ver a los empleados entrando y saliendo con botellas de refrescos, que allí probablemente había una fábrica clandestina.
Pese a la violencia y el desorden que gobierna esta alcaldía, en los últimos años se han llevado a cabo medidas que apuntalan la voluntad de cambio en Iztapalapa. Desde que construyeron el teleférico de 10 kilómetros de largo y llenaron los techos y las fachadas de murales, las autoridades empezaron a observar una voluntad de cambio dentro de la Alcaldía, que está llena de matices. Otra de las iniciativas que ha tenido mucha repercusión ha sido su programa de desarme. Si alguien de Iztapalapa se quiere deshacer de su arma, solo tienen que acudir a la parroquia del Señor de la Santa Cruz y allí las autoridades valoran el objeto y ofrecen una cifra a cambio. Así intentan cambiar, poco a poco, una alcaldía hundida en una violencia que se perpetúa entre generaciones.