La Mercedes-Benz Fashion Week de México, celebrada por primera vez en la capital de Oaxaca del 17 al 20 de agosto, tuvo un final con sabor amargo para la industria de la moda mexicana. Las protestas iniciaron hacia el final del evento frente a la tienda de Moravy, una firma de indumentaria tradicional diseñada por Ivette Morán Rodríguez, presidenta del DIF estatal y esposa de Alejandro Murat, gobernador de Oaxaca.
Acusada de plagio y apropiación cultural por presuntamente haber empleado, sin reconocimiento ni edición, diseños textiles realizados por artesanas oaxaqueñas, la diseñadora también fue acusada de usar fondos y eventos públicos para promocionar su marca. “La cultura no se vende” decía una de las pancartas que grupos de artesanos, muchos de ellos indígenas, llevaban en la manifestación. Máscaras de la pareja, y otros carteles con leyendas como “Ivette: recortar no es diseñar” y “Los recursos del pueblo de Oaxaca financian las empresas de Ivette Murat”, también fueron vistos en este levantamiento.
Los bordados de las prendas oaxaqueñas que Moravy incorporó a su colección son, según las artesanas, el resultado de una larga tradición regional que corre de madres a hijas y que es representativa de Oaxaca. No es la primera vez que la moda se ve envuelta en escándalos de este tipo: desde el reciente caso de Shein, que habría copiado un huipil de diseño maya de la marca artesanal yucateca YucaChulas y fue incitado por la Secretaría de Cultura mexicana a cesar su comercialización, a conflictos anteriores como los de compañías internacionales como Nike, Zara, Anthropologie, Louis Vuitton, Carolina Herrera, Isabel Marant, Mango y Rapsodia.
Por otra parte, los cinco restantes participantes del evento —Kris Goyre, Pompi García, Julia y Renata, Lorena Saravia y Alfredo Martínez— presentaron sus propuestas sin contratiempos. Con un amplio rango de lenguajes, la yuxtaposición de estas voces estuvo destinada a mostrar la amplitud y versatilidad del diseño mexicano.
La semana inició el 17 de agosto con un cocktail de bienvenida organizado por Contraluz, la marca de mezcal del cantante colombiano Maluma. En línea con el espíritu conflictivo del evento, este también estuvo rodeado de acusaciones de apropiación cultural por adueñarse de una bebida de tradición mexicana y, según sostienen los detractores, no pagar justamente el trabajo de sus productores.
Luego siguió el desfile de Lorena Saravia, quién trajo a la mesa una colección minimalista, fresca y contemporánea que combinó colores neutros con detalles de aquel rosa que popularizó Valentino, un verde ácido y un azul eléctrico. Siluetas simples con la consigna de ser usables, mixturables y adaptables a la vida y estilo de muchas; un juego de volúmenes que oscila entre lo estructurado y lo orgánico; y una estampa estrella, inspirada en los motivos de las alas de las mariposas monarca, resumen su propuesta.
El segundo día comenzó con el espíritu natural de los géneros nobles, las morfologías geométricas en colores naturales y los grandes accesorios de cerámica desarrollados por la artista Renata Morales de Julia y Renata. Girando alrededor del concepto de la “semilla” y con un campo de agave de fondo, la marca optó por una paleta natural con el objetivo de hacer foco en el juego de proporciones y simetrías y el humor de los complementos, que iban desde casi caricaturescos collares a sandalias peludas y bufandas y turbantes. Por su parte, Pompi García, un nuevo talento nativo de Oaxaca, se presentó con una colección inspirada en las servilletas bordadas típicas de la región repleta de movimiento y con el leitmotiv del blanco. Hacia el final del día, Alfredo Martínez trajo a un teatro del siglo XIX una fantasía metalizada de siluetas de los ‘70 y una predilección por los excesos de la noche.
La jornada de cierre de la Mercedes-Benz Fashion Week Oaxaca fue inaugurada por Moravy, cuya desalineada interpretación de los diseños tradicionales hizo titulares a lo largo del país, y concluida por los vibrantes y redentores desarrollos de Kris Goyri. Ingeniados a partir de una lectura de los campos de agave y del gualumbo, la flor que nace de estas plantas, los diseños de Goyri se convirtieron en una perfecta celebración de la explosión de color e inspiración natural de la estética nacional. Con acentos naranjas, rosas y azules rodeados por colores orgánicos, como flores en medio del desierto, y una rusticidad sofisticada alojada en los detalles, la alegría y modernidad de la colección marcaron un punto de partida en la definición del diseño mexicano, sin recurrir a lo obvio ni perder lo que es propio.