Hace poco más de 10 años, una serie de investigadores determinaron que el dinero si podía comprar la felicidad y que costaría aproximadamente 75.000 dólares al año (Unos 90.000 dólares actuales, es decir poco menos de dos millones de pesos mexicanos).
En el estudio, realizado por economistas ganadores del Premio Nobel se planteó que el dinero aumenta la felicidad, pero que la cantidad se estancaba en 75.000 dólares. Ganar menos de eso aumentaba la tristeza, sin embargo, ganar más tampoco contribuía a alguna sensación de bienestar. La investigación se abrió paso en las páginas de opinión y se volvió referente en economía del comportamiento.
Lo atractivo de esta idea es establecer que el dinero puede comprar la felicidad en el sentido de que puede satisfacer las necesidades básicas y la estabilidad, pero que no es capaz de ir mas allá que eso, lo que significa que multimillonarios como Elon Musk, Jeff Bezos y los miembros de Shark Tank México son mucho más ricos, pero no más felices que el resto de nosotros.
El único problema con esta idea es que está mal y que, obviamente, todos seríamos mucho más felices si tuviéramos millones de dólares. Un nuevo estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences dice que la cifra de 75.000 dólares es una tontería y que la felicidad continúa aumentando más allá de ese límite.
El estudio, titulado “Experienced well-being rises with income, even above $75,000 per year” (El bienestar experimentado aumenta con los ingresos, incluso por encima de los 75.000 dólares al año), no se queda corto con su critica a estudios anteriores. “No hubo… evidencia de un límite de ingresos en el que el bienestar experimentado y evaluativo divergiera, lo que sugiere que tener ingresos más altos está asociado con sentirse mejor día a día y estar más satisfecho con la vida en general”.
El nuevo estudio es obra de Matt Killingsworth, investigador titular de Wharton School for Business de la Universidad de Pensilvania. Su estudio se basó en 1.725.994 muestras de 33.391 adultos empleados en los Estados Unidos. Killingsworth recogió las muestras utilizando una aplicación que el mismo diseñó llamada Track Your Happiness. “La forma en que funciona es que la gente recibe una notificación en momentos aleatorios a medida que avanzan en su vida cuotidiana”, le dijo Killingsworth a Motherboard vía Zoom. “Y luego les hago algunas preguntas sobre su experiencia, justo antes de ese momento, cómo se sienten, qué están haciendo, entre otras cosas”.
Killingsworth también recopiló datos básicos sobre los ingresos y la vida de los sujetos en general. “Me interesaba mucho comprender cuál era la relación entre el nivel de ingresos de las personas y su nivel de lo que podríamos llamar ‘bienestar experimentado’”.
El bienestar experimentado es una medida de felicidad tomada en el momento, y es completamente subjetivo y fundamentado en el momento y el lugar cuando se le pregunta a un sujeto. También es distinto del bienestar evaluativo, que es una evaluación general de la vida de una persona separada de un momento en particular.
El estudio de 2010 evaluó el bienestar tanto experimentado como evaluativo. Y aunque descubrió que el bienestar experimentado se estancaba en 75.000 dólares, también mostró que el bienestar evaluativo aumentaba a medida que incrementaban los ingresos, incluso más allá del límite de 75.000 dólares.
El estudio de Killingsworth se centra en el bienestar experimentado y sus datos coinciden en su mayoría con los del estudio anterior.
“Estamos encontrando patrones similares en el bienestar evaluativo y patrones similares en otras formas en los datos”, dijo. “En realidad, hay mucha consistencia”. Pero los hallazgos de Killingsworth muestran que la felicidad no se estanca en el límite de 75.000: experimentar el bienestar sigue aumentando en la misma dirección.
Él cree que la diferencia en los resultados se debe a una discrepancia en el tamaño de la muestra y el método de recolección de datos. “Podría decirse que tengo de los mejores datos que existen sobre cómo se sienten realmente las personas en la cotidianeidad”, dijo.
Killingsworth dijo que cree que el estudio original tiene más matices de lo que se le atribuye y también comprende por qué se ha convertido en una parte arraigada de la psicología popular. “La mejor manera de verlo es la atractiva noción de que, ‘si puedo llegar a algún nivel de ingresos, puedo dejar de preocuparme por el dinero’”, dijo. “Creo que es algo atractivo. E incluso si lo que descubrí es cierto, que 75.000 no es un límite clave, probablemente tenga algún valor llevar a la mayor cantidad de personas posible a un nivel básico de seguridad financiera”.
También hizo hincapié en que el dinero no lo es todo y que la búsqueda de la riqueza en sí misma no es un medio para la felicidad. “La riqueza explica una pequeña variación”, dijo. Hay muchas otras cosas que son igualmente importantes, si no es que más… También le pregunté a la gente qué tan importante es el dinero para ellos. Y si miro a las personas que dicen que el dinero no es tan importante para ellos, [la aplicación] apenas predice su felicidad. Es posible no ganar tanto y aun así ser bastante feliz… simplemente no entendemos todas estas cosas”.
La manera en que una persona ve el dinero determina mucho sobre el papel que juega el dinero en su felicidad. “¿Cómo es la vida para alguien que no gana mucho, pero dice que el dinero no es importante?”, dijo. “No tengo una respuesta para eso, no lo sé. Pero sé que están ahí y sé que disfrutan de la vida casi tanto como las personas que ganan mucho más”, dijo Killingsworth.
Había algo en común con todos sus sujetos. Cualquiera que combinara dinero con éxito personal se sentía miserable. “Esto es peor cuando no se gana mucho dinero”, dijo. “Pero no parece haber ningún punto en el que combinar el éxito personal con tu resultado financiero sea algo bueno… tener más [dinero] es bueno, pero estar obsesionado con él y usarlo para definir tu autoestima probablemente no sea la mejor idea”.