Ha sido medalla de oro y motivo de ira. Desde que Andrés Manuel López Obrador ganó las elecciones presidenciales en el verano de 2018, el peso mexicano ha funcionado como un amortiguador de los choques generados por su Gobierno. También sostuvo una apreciación sostenida que el presidente presumió como éxito suyo. Hoy, después de que su partido ganara mayoría en el Congreso, se han perdido gran parte de esas ganancias y los mercados regresaron a ser objeto de crítica para el presidente.
En un país en el que el tipo de cambio forma parte importante de la cultura económica, sus altibajos bajo López Obrador sorprendieron a los analistas por distintas razones. Por una parte, la moneda es la preferida de los operadores en el mercado para hacer apuestas que nada tienen que ver con México. El peso cotiza 24 horas al día, cinco días de la semana, en todo el mundo. La facturación promedio diaria equivale a 114.000 millones de dólares, según datos del Banco de Pagos Internacionales (BIS, por su sigla en inglés), más que ninguna otra moneda de mercados emergentes (a excepción de la moneda china).
Esta liquidez la hace la favorita de Wall Street para apostar en mercados que no son México. Por ejemplo, si un trader quiere apostar en Turquía, pero se encuentra en un mercado sin liras disponibles, invierte en pesos. Es por esto por lo que eventos como Brexit pegaron duro a la moneda mexicana (cayó 7% en las primeras horas), porque la lógica era que los mercados emergentes, como parte del comercio global, serían muy afectados.
En cambio, cuando de eventos domésticos se trata, el peso no suele reaccionar con tal sensibilidad. Durante la actual Administración, por ejemplo, hubo dos cambios de secretarios de Hacienda que no impactaron de manera significativa al tipo de cambio. Tampoco cuando el Senado aprobó una reforma a una controvertida Ley del Banco de México que vulneraba su autonomía, se movió con fuerza la moneda. (La iniciativa murió en la Cámara de Diputados). Ni siquiera cuando, el año pasado, se anunció que se incrementaría la deuda a niveles no vistos en más de 30 años, la moneda se depreció con fuerza.
Pero con López Obrador, la historia ha sido atípica y empezó antes de que tomara el poder cuando, en octubre de 2018, anunció la cancelación del proyecto de infraestructura más grande de la Administración anterior, un nuevo aeropuerto para la capital del país. El peso se depreció 2% en solo unas horas. Fue la primera señal para inversionistas de que el suyo sería un Gobierno de confrontación con el sector privado.
Igual de atípico fue el episodio de apreciación que se vio de mediados de 2021 hasta abril de este año, cuando el dólar pasó de cotizar 20,19 pesos a 16,34. Es decir, una apreciación de 19%. Impulsado por las remesas, la inversión extranjera y, sobre todo, la inversión en instrumentos financieros que ofrecen un atractivo rendimiento, la fortaleza del peso sorprendió a analistas con pronósticos más pesimistas para el Gobierno de la Cuarta Transformación. En diversas conferencias, López Obrador habló de la moneda como muestra de la confianza que los mercados tenían en su Gobierno, colgándose una medalla que tiene más que ver con factores externos, como el desempeño de la economía estadounidense y las tasas que ofrecen instrumentos de otros países.
El episodio llegó a su fin hace tres semanas, cuando el partido oficialista y sus aliados ganaron mayoría en la Cámara de Diputados y el Senado. López Obrador busca reformar al poder judicial de manera que los jueces sean elegidos por la vía popular, así como eliminar a los órganos autónomos. La nueva mayoría pudiera garantizar que estas reformas pasen, por lo que inversionistas reaccionaron nerviosos ante la posibilidad de que México pierda contrapesos y las inversiones pierdan garantías.
Desde el 2 de junio que se llevaron a cabo los comicios, el peso ha perdido 8,1%. Esto elimina gran parte de las ganancias logradas bajo lo que va de la Administración. Entre diciembre de 2018 y hasta la fecha, el peso se ha apreciado 9,5%. El dólar cotiza ahora en cerca de 18,40 pesos. Para el presidente, los mercados dejaron de ser los aliados que validaron su proyecto de Gobierno y los atacó diciendo que son “cúpulas convenencieras” que “no piensan en el país”.
“Si la reforma pasa como está ahora, el dólar pudiera llegar a cotizar a 20 pesos y dependiendo de cuánta aversión al riesgo genere esto, pudiera subir aún más”, dice Gabriela Siller, directora de análisis económico de Banco Base. Los inversionistas ahora están al pendiente de la implementación de la reforma al poder judicial, la que más les preocupa, agrega la especialista.
“Esto de llevar a cabo elecciones el 1 de junio donde se elijan a 1.600 personas al poder judicial se escucha caótico. Cabe la posibilidad de que se lleve a cabo la reforma, pero luego la implementación pueda ser escalonada o de manera no tan fuerte como se está proponiendo y esto atenuaría un poco la aversión al riesgo que hay sobre México”, agrega Siller. Además del tipo de cambio, la aversión al riesgo se vio reflejada esta semana en la subasta de bonos del Gobierno con vencimiento a 30 años, el cual cotizó con una tasa históricamente alta de 10,16%. En comparación con el mismo bono subastado la semana anterior, este cobró 51 puntos básicos más.
Por su parte, los economistas de la firma inglesa Capital Economics, Jason Tuvey y Kimberley Sperrfechter, también ven una depreciación del peso hacia finales del año. “El peso parecía preparado desde hacía mucho tiempo para una fuerte caída dada la magnitud de su sobrevaluación anterior y ahora está a poca distancia de nuestro pronóstico de fin de año de 19 pesos por dólar”, escribieron en un reporte a clientes publicados esta semana.
La poca producción de la empresa del Estado Petróleos Mexicanos, así como la posibilidad de que Donald Trump gane la presidencia de EE UU en noviembre son razones por las que Capital Economics ya veía al peso como una moneda sobrevalorada.
“Nos esperan meses con todavía mucha volatilidad”, advierte Siller, “porque en julio viene la convención nacional republicana donde Trump ya quedaría como el candidato a la presidencia y podría empezar a hablar en contra de México. Después, el 1 de septiembre llega la nueva legislatura en donde se podrían aprobar estas reformas y el 1 de octubre toma posesión Sheinbaum”.
“Podría ser que el 1 de octubre empiece a bajar la aversión al riesgo ya con una nueva administración que a lo mejor se suaviza la forma como se plantean las reformas”, concluye Siller.