Ropa de marca, fajos de billetes, carros de lujo y armas. Las redes sociales se han inundado en los últimos meses en México de videos en los que los usuarios tratan de mostrar vidas idílicas, que emulan los hábitos asociados a la cultura del narcotráfico sin pertenecer necesariamente a un grupo delictivo.
Influencias como la del corrido bélico —un subgénero musical que incorpora la violencia y las características de la musica moderna al corrido— han renovado el panorama y la imagen que los jóvenes tratan de mostrar en sus cuentas. Todo ello, acompañado de una etiqueta: alucín. El término, que hace referencia a aparentar otra vida, acumula en Tiktok 5,8 billones de reproducciones; y en Instagram 33.000 publicaciones.
Expertos consultados por México Pragmático acerca del fenómeno afirman que la finalidad de esta tendencia es llamar la atención y que supone “una llamada de auxilio” por parte de la sociedad mexicana más joven.
La profesora de la facultad de Filosofía de la UNAM Ahinoa Vásquez explica que la difusión de este tipo de contenido en Tiktok —la red social con más presencia de la generación Z— es “un reflejo de la realidad” que vive México. Reflexiona sobre si realmente el contenido podría llevar a la vinculación de los jóvenes con el narcotráfico, y concluye que en realidad es una forma de querer “ser visto y respetado”. Con ello, la investigadora defiende la premisa de que la tendencia no se proyecta en la realidad, sino que es la realidad la que se proyecta en el contenido.
Vásquez advierte de que se ha de distinguir entre dos conceptos en los que la apología se encuentra separada por una delgada línea: la narcocultura y la narcoficción. “La narcocultura es la que producen los narcotraficantes para los narcotraficantes; y las narcoficcioneslas produce gente que no tiene nada que ver con el narcotráfico y para gente que no tiene nada que ver con el narcotráfico”, explica.
La cultura del narco ha salpicado durante las últimas décadas a varios de los campos de la cultura común, desde la religión al muralismo. Ejemplo de ello se puede observar en Culiacán, la capital de Sinaloa, donde se encuentra la capilla principal de Jesús Malverde, un bandido mexicano venerado como santo.
El polémico diálogo entre la realidad y la narcocultura ha llegado constantemente al contexto político. El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, afirmaba hace un año en una de sus conferencias que la población debía evitar consumir este tipo de contenidos porque se trataba de una “apología a la violencia”. Vásquez cree que las ficciones contribuyen de algún modo a la normalización de la realidad; sin embargo, defiende que no se les puede culpar de la violencia que sacude al país. “No podemos criminalizar a las ficciones por lo que está pasando en la realidad. La realidad es la realidad, y de ahí es donde se saca todos los antecedentes y todo el material”, comenta.
La violencia que vive México puede observarse a través de las cifras que recoge el Inegi: en 2021 —último ejercicio con los datos completos— se dieron 35.700 homicidios; en los registros, también recogieron que más de 22 millones de personas de 18 años o más fueron víctimas de delincuencia.
Los datos han llevado a que los contenidos de narcoficción hayan sido vistos con cierto recelo por una parte de la sociedad. El presidente de Tejiendo Redes Infancia, Juan Martín Pérez, considera que lo ideal sería abordar los problemas que existen en el día a día del país. “El tema es que seguimos sin ningún tipo de alternativa [a este estilo cultural en México] y sin ninguna forma de tocar la realidad. Tenemos a la mitad de la población en pobreza [en torno al 44%] y, si eres persona menor de edad, la posibilidad de ser pobre se incrementa más. El reclutamiento de personas por parte de los grupos criminales en los municipios controlados por ellos es una realidad, y ante eso el Estado mexicano no ha hecho nada absolutamente”, afirma.
Redes, corridos y un cambio de panorama
Vásquez considera que la renovación del contenido en las redes ha dado un giro de 180 grados a la cultura mexicana: “Me parece bastante llamativo porque creo que México no es una cultura que se caracterizara en general por tratar de demostrar poder, lujos o dinero en general. Hasta hace poco tiempo, esto de que la gente anduviera mostrando o que quisiera demostrar poder no era algo común”.
El corrido bélico y el tumbado han ido de la mano a la etiqueta del alucín en las redes. El equipo de la agencia de comunicación Another Company cuenta a este diario que la canción PRC —una colaboración entre Peso Pluma, de 23 años, y Natanael Cano, de 22— es la más utilizada para acompañar las publicaciones que utilizan el término en Tiktok, con casi 278.000 ejemplos. El corrido es la cuarta canción más escuchada en el Spotify de México, y un ejemplo de la consolidación del género en el país.
El corrido de PRC es un ejemplo de esa emulación de los hábitos del narco. Solo en los primeros cinco segundos del video, Natanael Cano aparece fumando sobre una silla, mientras que el cantante de Peso Pluma le pasa unos bultos que imitan a los paquetes de droga. “Creo que es un grito muy desesperado de parte de los jóvenes, que son completamente criminalizados todo el tiempo, considerados sospechosos: de ser criminales, de que no quieren trabajar, de ser flojos… Es un grito desesperado de ‘mírenme, existo’. Obviamente es muy negativo”, defiende la investigadora.
El presidente de Tejiendo Redes cuenta que el éxito de este tipo de música entre los jóvenes se debe a la construcción de su personalidad. Así, destaca tres conceptos esenciales en esta evolución: el de identidad, sustentado en tratar de diferenciarse de su contexto familiar; el de pertenencia, con la búsqueda de formar parte de un grupo; y la aceptación en la sociedad.
Pérez concluye que pese al momento de vulnerabilidad por el que pasan los jóvenes en la adolescencia, el impacto de la narcocultura y la narcoficción no tiene por qué crearles un vínculo con un grupo criminal. Y destaca las tres formas más frecuentes que llevan a los jóvenes a introducirse al mundo criminal: la vinculación por parte de un familiar, la búsqueda de venganza tras haber sido víctima de un acontecimiento relacionado con la violencia, y el “levantón” —el reclutamiento de una persona que tenía deudas con el grupo armado—.
La polémica de la narcocultura también tuvo una fuerte presencia en los últimos meses. En Halloween, los adornos al estilo narco se balancearon sobre la delgada línea que separa la apología y ficción. Un ejemplo de ello pudo verse en el municipio de Boca del Río, en Veracruz, donde la regidora Belem Palmeros criticó el falso cuerpo embolsado que decoraba un parque temático infantil. Los embolsados son una de las prácticas utilizadas por los grupos criminales para desprenderse de algunas de sus víctimas. No fue la única. El jugador del Cruz Azul Julio César Cata Domínguez también se vio envuelto en una controversia tras organizar la fiesta de cumpleaños de su hijo con la temática de El Chapo. El deportista acabó pidiendo disculpas:“Causó, con justa razón, indignación en la sociedad”.