Joe Biden se posesionó como nuevo presidente de los Estados Unidos el 20 de enero. Ahora, casi seis meses después, inicia su primera gira internacional dirigiéndose a Europa, aunque con la mirada puesta más allá de las fronteras del continente. Concretamente, Biden mira a China y a Rusia, y lo hace con recelo y suspicacia.
Biden llega a Europa con la intención de dejar atrás los tiempos difíciles y complicados de su antecesor, el expresidente Donald Trump. Durante sus cuatro años en el cargo, las relaciones entre Estados Unidos y Europa sufrieron un considerable debilitamiento debido a lo errático del carácter de Trump, a las duras críticas, las peticiones poco realistas y las intransigentes políticas de aranceles sobre productos europeos. Todo eso contribuyó a que la célebre alianza transatlántica se enfriara y a que Europa comenzara a considerar al país norteamericano como un socio menos fiable que antes. Ahora, Biden pretende recuperar la confianza perdida.
Para llevar esto a cabo, el presidente estadounidense comenzará su gira en Reino Unido, donde asistirá a la reunión del G-7 que se celebrará en Cornualles. Asimismo, se reunirá con el Primer Ministro británico, Boris Johnson, antes de continuar su viaje en Bruselas, donde tendrá lugar un encuentro con las autoridades de la Unión Europea. E16 de junio el tour terminará en Ginebra, donde se verá con Vladímir Putin, el presidente ruso.
Como presidente, Joe Biden está tratando de adaptar la política de su país a los retos que un mundo sumido en un proceso de visible cambio le exige afrontar, algo que no es fácil y menos teniendo en cuenta que el país acaba de salir de cuatro años de presidencia de Donald Trump que han estado marcados por el autoengaño, el desapego de sus aliados, y una respuesta a los desafíos internacionales conflictiva y negligente. Básicamente, de ser percibido como un líder democrático, Estados Unidos pasó a convertirse en el ejemplo de la deriva populista que el resto de los países debía evitar seguir. El nuevo presidente intenta transmitir que todo eso se debe dejar atrás, olvidado en el pasado. “Estados Unidos ha vuelto a la mesa”, dijo en enero, y ahora trata de demostrarlo acercándose de nuevo a los socios que su antecesor menospreció y a las organizaciones internacionales de las que se apartó.
Así, en un escrito que ha publicado en el Washington Post, Biden ha dicho que espera que la gira sirva para reforzar el “renovado compromiso” de Estados Unidos con sus aliados históricos. Pero esta apuesta por recuperar los pactos entre los países no es casual ni viene dada por una simple necesidad de recobrar una amistad perdida, sino que se da en mitad de una cruzada que Estados Unidos empieza a liderar por fortalecerse de cara a los cambios de equilibrios que cada vez se dan de forma más pronunciada en el orden internacional. El ascenso imparable de China provoca cada vez más inquietud en Washington, tanto que se ha convertido en un tema primordial en la agenda exterior del país norteamericano. Biden reconoce en la carta publicada en el periódico antes mencionado que “nos centraremos en asegurar que las democracias de mercado, no China ni nadie más, escriben las reglas del siglo XXI sobre comercio y tecnología”.
Y es que el comercio, la tecnología y la democracia son los grandes temas que complementan la agenda de esta primera gira internacional del presidente Biden. En la cumbre del G-7, el presidente estadounidense impulsará un plan de inversiones en infraestructuras de salud, transporte y redes de internet fundamentado en reglas sostenibles para los países en vías de desarrollo. Con los líderes de la Unión Europea analizarán nuevas vías de colaboración en la tecnología 5G y el abastecimiento de los semiconductores. Con Putin tratarán los temas que están causando tensión últimamente en las relaciones entre las dos potencias. Asimismo, se ocuparán del tema de las vacunas y la pandemia que sigue azotando con fuerza.
Todos son temas actuales en los que la primera potencia del mundo no se quiere quedar atrás y pretende recuperar un papel protagonista. Es por eso por lo que Biden ha dicho “mi viaje a Europa va de que Estados Unidos reanime las democracias del mundo”, y que entiende este tour por diversos lugares de importancia tanto literal como simbólica como una gran oportunidad para “demostrar la capacidad de las democracias para afrontar los retos y neutralizar las amenazas de nuestra era”. El mensaje de Biden nace con una intención de unidad y de fuerza que pretende lanzar al mundo, uno en el que se entienda que todavía siguen activos y son capaces de estar a la vanguardia y no solo entender los desafíos modernos, sino también de enfrentarlos. Que no es solo China, con su sistema autoritario, el país del futuro, sino que no hay que olvidar a Estados Unidos y a sus aliados europeos.