En la “dulce ciencia” del boxeo existen muchos deterioros que han causado que el deporte pierda popularidad y relevancia masiva durante los últimos años. Las memorias de “Sugar” Ray Leonard, Muhammad Ali, Roberto Durán, Julio César Chávez, Marvin Hagler y otros estandartes de las épocas doradas del boxeo, en lugar de crear una fiel red de fanáticos del deporte, opacan a las generaciones actuales de pugilistas que, aunque talentosos, se encuentran muchas veces atados de manos entre conflictos empresariales de promotoras, cadenas televisivas y el pánico de perder el invicto al enfrentarse a contrincantes peligrosos. El gran perdedor ante estas limitaciones políticas termina siendo el fanático, a quien se le priva de poder ver a los mejores enfrentando a los mejores, lo que en décadas pasadas era un mandamiento indiscutible y clave para la grandeza y el legado de los boxeadores.
El resultado de la debacle del deporte en los últimos años es la poca audiencia que lo sigue y el surgimiento de la UFC (artes marciales mixtas) como deporte de combate favorito mundialmente. Y en este lejos de idílico panorama, el universo del boxeo cuenta con una estrella generacional: Saúl “Canelo” Álvarez.
El mexicano oriundo de Guadalajara, desde los 15 años ha demostrado su dominio como profesional, derrotando a adultos de más de 30 años por nocaut en pequeños gimnasios hasta campeones mundiales invictos en estadios con más de 70 000 personas en audiencia.
Canelo es uno de los cuatro boxeadores mexicanos que han logrado consagrarse campeones mundiales en cuatro categorías de peso diferentes, uniéndose al club junto a leyendas como Erik Morales, Juan Manuel Márquez, y Jorge Arce. Su estrellato se traduce en números históricos de audiencia en estadios y compras PPV cada vez que pelea, en contraste con el resto de los boxeadores que en su 90% sufren por captar recepción positiva y numerosa de los fanáticos.
Siendo la cara del boxeo, las prácticas de Canelo van en contra de lo que el boxeador moderno considera “inteligente”, mismas prácticas que son culpables de que el deporte no sea lo magnífico que era antes. El discurso de los promotores, quienes están más enfocados fútilmente en monopolizar el deporte, es que los boxeadores deben mantenerse invictos para maximizar su estrellato y cementar su imagen de “invencibles”. Para esto, cuidadosamente se curan peleas de poco riesgo solamente entre púgiles del mismo establo promocional. Canelo viene quebrando este mito desde sus primeros años como profesional. A los 23 años, y bajo la incredulidad de los seguidores y expertos que calificaban este paso como prematuro, aceptó enfrentarse a Floyd Mayweather, uno de los mejores de la historia y también de los que cementó esta estrategia de negocios de poco riesgo y mucha rentabilidad en sus combates. Canelo perdió, pero esa audacia al enfrentarse al mejor del mundo a temprana edad la mantuvo durante el resto de su carrera.
Cuando todos los púgiles de la división de peso medio temían enfrentarse a Gennady Golovkin por su temerario récord de brutales nocauts a sus rivales, Canelo lo invitó al ring públicamente al término de su propia pelea. Se enfrentaron dos veces, ambas reconocidas como peleas del año, y el mexicano resultó victorioso en su segundo enfrentamiento tras contiendas muy cerradas.
Después de conflictos con la productora dueña de los derechos televisivos de sus combates y su promotora Golden Boy, quienes intentaban que el tapatío combatiese a personajes ajenos a su deporte por motivos puramente comerciales, prefirió terminar su contrato y convertirse en agente libre, teniendo el albedrío de ir a perseguir la pelea más desafiante y lucrativa.
Se propuso unificar todos los títulos de la división súper mediana y lo consiguió en menos de un año. Subiéndose al ring 4 veces en menos de 10 meses y derrotando a campeones invictos en el proceso. Pelear tantas veces en poco tiempo, tampoco era considerado “sabio” para las estrellas del deporte, pues se pone en riesgo su estatus de imbatible al arriesgar tanto en tan poco tiempo. Canelo demostró lo poco que le importaba arriesgar si eso significa crear un legado permanente y darles a los fans las peleas que querían entre campeones.
Su último combate el pasado 7 de mayo, vio a Canelo derrotado por primera vez dentro de casi una década y cayendo unos puestos en el ranking de libra por libra. Su decisión de subir una vez más de categoría y enfrentarse al invicto campeón ruso Dmitry Bivol resultó ser demasiado para su cuerpo y preparación. Se lo vio desgastado y con dificultades para manejar el peso extra necesario para el combate.
Sus detractores fueron rápidos en activarse y menospreciar su carrera, después de todo, tras ser considerado invencible, su desliz fue lo que muchos estaban esperando para validar sus críticas.
Lo interesante con Canelo, estrella mundial que fácilmente atrae 80 000 personas a los estadios y millones de televidentes (millones más que las otras leyendas mexicanas nunca habían logrado antes), es que sus críticos son primordialmente sus propios coterráneos.
El romanticismo mexicano al recordar los logros de sus campeones pasados parece generar la imposibilidad de apreciar a su actual campeón mundial que ha llevado al boxeo en sus hombros en cuanto a popularidad los últimos años. Son muchísimas las comparaciones de su legado con el de Julio César Chávez, Márquez o el propio Barrera. Estrellas pasadas y sus fanáticos están de acuerdo en minimizar lo conseguido por Canelo, algo que dista mucho de lo sucedido con las estrellas británicas del deporte, quienes gozan de un apoyo fiel y reconocen sus logros constantemente.
Las razones de este desamor del público mexicano para su compatriota no son claras, facciones culturales usualmente vienen a debate cuando se lo intenta analizar. La mega popularidad de Canelo con la audiencia estadounidense es otra de las usuales sospechosas. Lo cierto es que los argumentos en contra de la trayectoria y magnitud del boxeador por parte de mexicanos son inconsistentes en cuanto a criterios objetivos.
Cuando a calidad de rivales se supone, es fácil revisar el récord de los rivales del gran Julio César Chávez para ganar un poco de perspectiva en este sentido y darle crédito a Canelo.
Su último rival se mostró perplejo al ver la cantidad de críticas a Canelo tras su combate: “Todavía tiene cuatro cinturones y es campeón en cuatro categorías de peso. Es un gran peleador y todavía es una leyenda. Los que odian a Canelo lo están odiando ahora, pero sigue siendo uno de los mejores. Yo lo respeto”, declaró el ruso.
Otro icónico exboxeador mexicano, Carlos Cañas Zárate, declaró en una entrevista que el tapatío fue decepcionante en su más reciente pelea, e incluso negó que alguna vez haya sido un gran peleador.
El boxeo está sobre las cuerdas, estrellas de la magnitud de Canelo que sacrifican lo comercial por darle a los fans y al deporte encuentros emocionantes, hacen que siga de pie con relevancia. El reconocimiento para su trayectoria es masivo fuera de México y nada indica que se disipe en los próximos años.
Cuando se le pregunta si alguna vez le gustaría regresar a pelear en un estadio de su natal nación, con seguridad responde que es uno de sus grandes sueños. La pregunta es si sus compatriotas le darán el recibimiento que se merece al mexicano que ha dominado el boxeo en los últimos años y dejado la bandera de México por lo alto.