El hombre más rico de México y de toda América Latina dio una conferencia de prensa de cuatro horas la semana pasada en la que se manifestó como una persona de talante moderado, muy de agradecer en tiempos electorales. Templado en sus preferencias políticas, a pesar de su buena relación con el presidente tuvo palabras amables para el oficialismo y la oposición, o para la derecha y la izquierda, si esa denominación es ajustada en México. Bien. De modo que Carlos Slim, el político, destaca por su mesura.
El presidente López Obrador sostiene que en las presidenciales de 2018 le ofrecieron poner su nombre como candidato del PRI y del PAN. Y él lo ha confirmado sin decir de quién partió la propuesta. Primó la parte empresarial y es ahí donde el magnate no presenta ninguna particularidad: es un empresario y solo un empresario, pese a sus excelentes resultados en ese campo.
Cuando a Slim le preguntaron por la subida de sueldos que plantea el actual gobierno aseguró que le parece muy bien que se eleven para maestros y médicos. Y a quién no, ¿verdad?, si lo va a pagar el Estado. Otra cosa son las pensiones, en cuyo monto participan las empresas, en eso ya no estuvo tan de acuerdo, se conforma con que los trabajadores perciban un 80% o 90% del salario que tenían al jubilarse. A esa edad, ha explicado con anterioridad, la gente ya no tiene tantos gastos, los hijos están mayores, no van a necesitar pasajes ni ropa… ¿En quién pensará el empresario cuando afirma todo esto, cuál será su referencia? Tampoco le gusta que la jornada laboral se reduzca a las 40 horas. Los trabajadores, trabajan; los empresarios, ganan, es el orden natural del mundo, podría concluirse.
Como buen empresario valoró que el actual presidente haya cuidado al sector privado y obtenido más recaudación sin subir impuestos. Nada nuevo, la clase que representa el señor Slim no está a favor de una reforma fiscal donde los que más tienen más paguen, para qué, si se puede conseguir de otras partidas el dinero que se necesita para el bienestar ciudadano, dirán. Y así lo ha hecho el presidente, quien sostiene que con eliminar las condonaciones de deuda a los más ricos es suficiente.
Pero resulta que a Slim tampoco le agrada eso del todo, porque en su rueda de prensa argumentó que parte del pozo económico en el que está Telmex, la empresa pública con la que se hizo tras su privatización en 1990, se debe a que no se condonaron en su día ciertos gravámenes. Condonación, sí. Más impuestos, no.
La cantinela habitual del empresariado sobre la eficacia gestora de lo privado frente al desastre de la administración pública también está en el credo de Slim. El sector privado, dijo, “es profesional al 100%”. ¿Y el público no?, ¿Los maestros no? ¿Los médicos no? Entonces, ¿por qué le parece bien que les suban el sueldo? Qué contradicción, míster Slim. No hay estudios que aseguren que los trabajadores del sector privado sean más eficaces que los del público, pero sí encuestas en los que los primeros dicen sentirse más explotados y con peores condiciones laborales que los segundos. Nada nuevo.
El empresario no se molesta, aseguró, si los militares, también sector público, participan en tareas propias de los civiles, como la construcción del Tren Maya o de los aeropuertos, “han resultado algunos ingenieros militares excelentes, destacan en ejecución y rapidez”. Pero que “los estén metiendo en tantas cosas es un exceso”. Bueno, vale, de acuerdo.
Pero para defender el buen hacer de los empleados del sector privado habrá que ofrecer resultados, y la Línea 12 del metro de Ciudad de México que colapsó dejando 26 muertos no la hicieron los militares, sino que en ella participó el grupo Carso, del magnate mexicano, a quien se le adjudicó parte de la culpa. De inmediato se ofrecieron a participar en la reconstrucción con sus propios recursos, por algo sería. Y también pagaron unos cientos de miles de pesos para indemnizar a las víctimas a cambio de que no plantearan pleitos judiciales, algo, dicho sea de paso, que contó con el aplauso de la Fiscalía de Ernestina Godoy.
El cheque de 450.000 pesos evitó males mayores… para la empresa. Las víctimas se conformaron, quizá por desinformación, quizá porque no confían en la justicia, a la que siempre sacan más partido los poderosos con su legión de abogados. Slim se manifestó en esta conferencia de la semana pasada a favor de la división de poderes. Por supuesto, y la ciudadanía también. Es el poder judicial el que debería cambiar, y no aplaudir cuando en lugar de justicia se hace caridad con las víctimas para tapar el desaguisado.
Slim está pendiente de que López Obrador deje el poder este año, dice, para sostener una buena charla con él. Saldrá a relucir la figura del dictador Porfirio Díaz, bestia negra del presidente a quien el empresario le tiene simpatía, sin embargo. Sorpresa hubiera sido, viniendo de un empresario, que la figura que destacara fuera Benito Juárez. Aunque quizá también le gusta. Slim es moderado.