Luego de años sin mejoría alguna en la realidad de su país natal, el éxodo venezolano alcanza alrededor de 6 millones de casos; más de una sexta parte de la población ha sido forzada a huir de la debacle económica, el desempleo, la cruel opresión política y la falta de esperanza tras ver como rápidamente se extinguen los diversos intentos de restablecimiento del país.
La desesperación de los venezolanos por escapar del régimen de Nicolás Maduro desde el 2015 se ha convertido en la migración masiva más grande en la historia del hemisferio, superando en la actualidad al caso de Siria, antes estimada la más grave del mundo. Sin embargo, la atención y apoyo económico internacional ha sido mucho menor comparado con casos de migración masiva similares.
Entre el escaso soporte internacional y la falta de auxilio concreto para los millones de venezolanos dentro y fuera sus fronteras, destacó la iniciativa colombiana.
Colombia, el país predilecto por los emigrantes venezolanos al buscar oportunidades, con alrededor de 2 millones de venezolanos en su territorio, en constante lucha contra grupos guerrilleros y paramilitares, con ingreso económico medio y recursos limitados, ha sido el único país hasta ahora que decide proteger y auxiliar de forma tangible a los afligidos de la nación vecina.
A inicios de febrero, el presidente colombiano Iván Duque anunció la creación de un Estado de Protección Temporal por 10 años para migrantes venezolanos en Colombia, regulando la situación legal de los migrantes y permitiendo así su acceso a servicios públicos de salud, educación y la habilidad para trabajar de manera legal.
Duque especificó que los migrantes “tendrán una hoja de ruta a esa regularización, que implica un registro claro y certero de sus nombres, sus edades, sus apellidos, los lugares de residencia, sus condiciones socioeconómicas y, por supuesto, también estarán en un registro biométrico”.
El presidente colombiano explicó su empatía con los millones de expatriados comparando como décadas atrás, colombianos acudieron masivamente a Venezuela a buscar una mejor realidad económica motivados por el auge petrolero. La decisión del mandatario recuerda a la de Alemania y su posición de “podemos hacerlo” al abrir sus puertas a los refugiados sirios. En ese tiempo la canciller Angela Merkel también justificó su posición recordando como miles de alemanes tuvieron que escapar de su país durante épocas de guerra y persecución. Al parecer solo los países con traumas similares son los únicos motivados a tomar la decisión correcta y humana.
La iniciativa del presidente Duque no solo es valiente por la naturaleza polarizadora de su decisión, especialmente en un entorno donde el populismo promueve sentimientos xenófobos de marginalización a refugiados a nivel mundial, sino que, al igual que la mayoría de los presidentes de la región, lo hace mientras lucha con fuerte oposición y carece de apoyo confiable en el cuerpo legislativo.
La posición de Colombia a pesar de poder ser totalmente justificada en términos humanitarios, como la igualdad de derechos para migrantes, tiene también beneficios pragmáticos.
Al regularizar a los migrantes y permitirles entrar al mercado laboral oficial, la economía contará con un cuerpo más grande de contribuidores fiscales, en forma de impuestos y cargas de seguridad social; actualmente menos del 20% de los venezolanos en territorio colombiano son contribuyentes activos. Este proceso resultó ser exitoso en Alemania, donde más del 50% de los refugiados acogidos años atrás actualmente trabajan y pagan impuestos. La contracción del sector informal permite que los migrantes colaboren a la recuperación económica post-pandemia en adición al apoyo económico internacional dirigido hacia este objetivo.
El éxito, no obstante, merece y depende de la ayuda y cooperación internacional. Organizaciones humanitarias, el sector privado, gobiernos extranjeros y bancos de desarrollo deben sostener este tipo de políticas inclusivas de emergencia.
Hasta ahora la colaboración internacional ha sido decepcionante, las iniciativas de la ONU en apoyo económico han sido completadas a medias y las donaciones de Estados Unidos se contrarrestan con sus propias sanciones impuestas a Venezuela.
La crisis ha sido magnificada por la pandemia del Covid-19, que peligra ser un impedimento que durará mínimo algunos años más; asimismo, Nicolás Maduro cuenta con más dominio sobre los poderes del estado en comparación a años pasados y la oposición se encuentra en un lugar débil. Estos factores predicen que la crisis más grande de refugiados en la historia del continente no se terminará pronto bajo las mismas iniciativas que han sido demostradas ineficientes.
Una colaboración oportuna marca la diferencia entre vida o muerte y proveer derechos sociales hasta encontrar soluciones permanentes es apoyo concreto y eficaz.
La posición de Colombia, con el apoyo internacional adecuado, puede convertirse en un hito de la política de migración en la región, sin él, corre el riesgo de ser un caso más de políticas inclusivas que se marchitan debido a fuerzas populistas, xenófobas y escasez de recursos. El posibilitar que migrantes puedan acceder a campañas de vacunación por Covid-19, sacándolos del limbo social, legal y laboral es lo más cercano que existe a una decisión correcta y oportuna en respuesta a la crisis humanitaria de Venezuela; goza de justificaciones morales y pragmáticas. El carácter visionario y ambicioso de la iniciativa muestra la ruta de cómo auxiliar a los millones de personas en la precarización global. Es el turno del resto de países de mostrar apoyo y seguir el ejemplo.