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Colombia escogerá entre las opciones presidenciales más radicales para definir su futuro

El pasado domingo 29 de mayo, veintiún millones de colombianos acudieron a las urnas para  celebrar las elecciones presidenciales. Los resultados ratificaron que serán unas elecciones  particularmente transformadoras para el país, puesto que garantizaron una segunda vuelta  donde se enfrentarán el izquierdista Gustavo Petro y el populista millonario Rodolfo Hernández,  los candidatos más radicales. 

Gustavo Petro, líder en todas las encuestas previas al domingo obtuvo el 40% del voto frente al  28% que apoyó a Hernández. Sorpresivamente, Hernández superó de último minuto al candidato más conservador y convencional de la papeleta, el centroderechista Federico  Gutiérrez, quien obtuvo el 24%. 

Rodolfo Hernández apostó por una estrategia de campaña mediática a través de redes en vez  de realizar muchas apariciones públicas. Financiando su campaña con fondos propios, el  millonario improvisó un partido llamado “Liga de Gobernadores Anticorrupción”. Su estilo,  riqueza, volatilidad e irrespeto por el sistema de instituciones han fomentado comparaciones  con el expresidente estadounidense Donald Trump. 

Su trayectoria política es escaza, pero no nula, fue alcalde de la ciudad de Bucaramanga entre  2016 y 2019. Su discurso político era desde ese tiempo consistente en una fuerte retórica de 

anticorrupción, lo cual le generó popularidad en una ciudad y país donde los sobornos en la  administración pública son endémicos. Su alcaldía estuvo llena de escándalos, involucrando una  suspensión por abofetear a un concejal y realizar campaña mientras ocupaba el cargo y  presuntamente financiarla con presupuesto público. 

En cuanto a sus propuestas de campaña, Hernández se basó únicamente en tácticas populistas  sin adentrar en materia económica, política exterior o reformas sociales. Su discurso de lucha  anticorrupción ha sido el foco y eje de su campaña, propone reducir los presupuestos  regionales y recompensas económicas a los ciudadanos que denuncien prácticas de corrupción. Irónicamente, Hernández está envuelto en un proceso judicial de corrupción por su tiempo  como alcalde, puesto se lo acusa de una turbia asignación de contrato por reciclaje de basura. 

Gustavo Petro por su lado, es un economista exalcalde de Bogotá que busca la presidencia por  tercera vez. Lo que al mismo tiempo causa recelo y adeptos sobre Petro es su radicalidad en  ideología, su potencial victoria en la segunda vuelta significaría el primer gobierno socialista en  la historia de Colombia. Otro de los aspectos que causa desconfianza sobre su candidatura es su  pasada afiliación al grupo subversivo M-19, cuyo historial involucra asociaciones con el  narcotráfico, secuestros y actividad armada; su existencia nació con la intención de romper con  la hegemonía de los partidos políticos tradicionales de Liberales y Conservadores. 

La era monopolizadora de Liberales y Conservadores conllevó un período de cincuenta años de  violencia por enfrentamientos entre sí. Su legado económico estaba basado en un fuerte e  independiente Banco Central y gasto fiscal moderado protegiendo los incentivos del sector  privado. Estas prácticas le otorgaron a Colombia un crecimiento económico estable y atractivo  para inversión extranjera. Sin embargo, descuidaron y excluyeron a las poblaciones  afroamericanas e indígenas, así como a la clase social más baja aumentando cada año los  niveles de desigualdad, convirtiéndose en uno de los países con mayor desigualdad de la  región. El negocio informal acoge a más de la mitad de la población y los servicios públicos de  salud son escasos y sin acceso para todos. 

Estas disconformidades se vieron en su máximo esplendor durante las protestas de los últimos tres años, cuando miles salieron a las calles exigiendo un cambio y políticas más justas que  prioricen lo social y trabajen para eliminar la brecha de desigualdad. Petro fue uno de los  líderes de estas protestas y sus propuestas actuales lo hacen el favorito para las clases sociales  disconformes.  

Estas propuestas incluyen la garantía de trabajos estatales para desempleados, impuestos  elevados para financiar gasto público en servicios, educación superior gratuita, reforma del  banco central y mejoría de las pensiones de jubilación. En cuanto a política exterior, el  candidato izquierdista mantiene la intención de retomar relaciones con el gobierno opresor de  Maduro en Venezuela y renegociar el tratado comercial con EE. UU. Estos proyectos  convertirían al gobierno de Petro en el más radical de la historia de Colombia, pero también son  los que lo ayudaron a conseguir el respaldo sólido de las minorías, jóvenes y desfavorecidos. Su  candidata a la vicepresidencia Francia Márquez le aporta un fuerte atractivo para estos grupos  por su importante trayectoria en activismo social.

“Los otros candidatos proponen mantener el statu quo, pero una mayoría de la sociedad quiere  un cambio… porque está harta de la violencia y de la falta de democracia. Está harta de la falta  de oportunidades de este sistema económico. Y ve en mí la opción del cambio” dice Petro. 

El fracaso del actual gobierno de Iván Duque en cuanto a cumplir con las promesas hechas  acerca de reformas sociales junto a su paupérrimo manejo de las protestas sociales del país  hacen que el discurso de Petro tenga fuerte resonancia con los colombianos. Sin embargo, su victoria en la primera vuelta fue menos convincente de lo que se esperaba,  considerando que los votos amasados por sus oponentes de derecha son alrededor de 11  millones frente a los 8 millones conseguidos por él. Esto significa que existe una gran porción de  votantes a los cuales atemorizan sus propuestas y vínculos pasados con el M-19. Tendrá una difícil misión en la segunda vuelta especialmente si Rodolfo Hernández es capaz de solidificar su  atractivo como el candidato anti-Petro a pesar de su cuestionable y volátil paso por la política. 

Las semanas próximas a la segunda vuelta serán cruciales para los dos candidatos, Colombia  está por decidir entre polos opuestos y de cierta manera extremos, pero ha dejado claro que no  está dispuesta a prolongar el continuismo que no ha sido capaz de satisfacer sus demandas sociales.