Los analistas económicos del sector privado prevén un crecimiento para México del 2,4% para 2024. Esta expectativa se ha ido ajustando paulatinamente al alza, ya que en junio del año pasado estos mismos analistas anticipaban un crecimiento de apenas 1,5%. Por su parte, el Banco de México prevé en su más reciente Informe Trimestral un crecimiento puntual de 3%, con un rango de variación que va del 2,3% al 3,7%. Esta estimación también se ha ido ajustando al alza, ya que pasó de un pronóstico de crecimiento puntual del 1,6% hace apenas dos informes, a 2,1% en el informe anterior y ahora lo ajusta a 3%.
Por otro lado, el pronóstico del Gobierno establecido en los Criterios Generales de Política Económica estima que el crecimiento en 2024 podría fluctuar entre un 2,5% y un 3,5%, aunque sus estimaciones de finanzas públicas se realizaron suponiendo un crecimiento de sólo 2,6%, lo que quizá podría interpretarse como que esta es en realidad la estimación puntual oficial. En cuanto a las instituciones multilaterales, la estimación de crecimiento para México en 2024 fluctúa entre 2,5% para la Comisión Económica para América Latina (Cepal), 2,6% para el Fondo Monetario Internacional y 2,7% para el Banco Mundial.
En resumen, podría decirse que las estimaciones puntuales de crecimiento para México en 2024 fluctúan en un rango relativamente acotado de entre un 2,4% y un 3%, con los analistas del sector privado siendo los menos optimistas y el Banco de México siendo el más optimista. Además, tanto el Banco de México como el Gobierno actual no descartan un crecimiento que podría a ser hasta del 3,5%. De cumplirse estos pronósticos, el crecimiento de la economía mexicana excedería por cuarto año consecutivo el crecimiento promedio de 2% que la ha caracterizado desde hace ya varias décadas.
Ahora bien, ¿cuáles son los fundamentos económicos de estas estimaciones relativamente optimistas? En mi opinión, esto se debe al menos a cuatro factores. Primero, al dinamismo mostrado por la economía mexicana en los dos años previos. En ambos casos, los resultados superaron ampliamente a las expectativas, lo que parece sugerir una relativa fortaleza de la economía interna.
Segundo, por las expectativas asociadas a la relocalización de actividades (nearshoring) y al posible impulso que le pueda dar a la economía mexicana una mayor inversión extranjera. Tercero, porque podría haber un mayor gasto asociado al proceso electoral de 2024. Cuarto, por el impulso que le podría dar a la economía un mayor déficit público como el aprobado para este año.
Si bien es cierto que todos estos factores podrían operar para favorecer un mayor crecimiento en este año, también se debe tomar en cuenta que hay otros factores que están actuando en la dirección contraria. Entre otros, podemos mencionar a los siguientes cuatro factores: la relativa desaceleración de la economía norteamericana, la fuerte apreciación del peso mexicano que empieza a restar competitividad a algunos sectores económicos, una elevada tasa de interés real y el término de algunos megaproyectos de inversión.
¿Qué factores dominarán? ¿Los positivos, que le podrían dar un impulso adicional a la economía mexicana en 2024? ¿O los negativos, que contribuirán a desacelerarla y quizá hacerla regresar a niveles de crecimiento más cercanos a su tasa histórica? En mi opinión, existe un riesgo no menor de que ocurra lo segundo. Esto se debe a que hay ya varios indicadores que comienzan a mostrar una cierta desaceleración de la actividad económica en el país.
En particular, debe mencionarse que la información más reciente revela que la actividad industrial en México cayó por segundo mes consecutivo en diciembre de 2023. Así, mientras que en diciembre la industria se contrajo en un 0,7%, en noviembre ya lo había hecho en un 1%.
Más preocupante aún es el hecho de que la industria manufacturera en su conjunto lleva ya tres meses consecutivos con contracciones: -0,5% en octubre y noviembre y -1,2% en diciembre. Estas caídas, para ser mensuales, no son nada pequeñas. De hecho, la producción de la industria manufacturera en diciembre de 2023 ya es 2,3% inferior a la que se tenía en diciembre del año previo. Esto da una mejor idea de la magnitud de la desaceleración que se ha comenzado en observar en el país. Otro impacto de claro de este fenómeno se observa en la contracción que ya se ha empezado a observar en el empleo formal en la zona fronteriza del norte del país. Estas cifras implican que el punto de partida para el año es menor del que se anticipaba, por lo que el crecimiento económico posiblemente sea más bajo de lo previsto hasta hace unas semanas.
Todo lo anterior implica que los pronósticos más optimistas de crecimiento quizá deberán ser pronto revisados a la baja. En particular, los del Banco de México. Lo que además tiene otra implicación, ya que esto posiblemente incida también, indirectamente al menos, en sus decisiones de política monetaria.
En general, sin embargo, no deja de ser preocupante el inicio de una desaceleración económica en un contexto políticamente complejo, tanto por las elecciones internas como por las de Estados Unidos. Todo lo cual podría añadir una dosis innecesaria de incertidumbre a un contexto económico en el que lo que más se requiere es precisamente lo contrario.
Así, lo mejor que podemos hacer internamente, si queremos que el país crezca más en 2024 y en los años venideros, es definir con mayor claridad y sin ambigüedades las políticas que se planean implementar durante los próximos años.