México no es un país pobre. De acuerdo con el Banco Mundial, México está catalogado como un país de ingresos medio-altos y su economía se encuentra dentro de las 15 más ricas del mundo. Si esto es cierto, ¿entonces por qué la mitad de su población no cuenta con los ingresos necesarios para adquirir una canasta de bienes considerados indispensables para vivir bien?
Se debe a la desigualdad de ingresos y el tema se ha colocado en el centro del debate nacional con mayor resonancia que nunca antes: ¿Qué se necesita para alcanzar un nivel de vida digna en nuestro país y cuánto ingreso es suficiente para ello?
Para responder a esto, la metodología oficial ofrece el cálculo de una línea de pobreza por ingresos cuya estimación se basa por entero en la opinión de los expertos y con base en la cual se determina si una persona es pobre o no. Ahora, ¿qué pasa cuando se considera la opinión de la sociedad en su medición?
Conocer cuánto es suficiente y el consenso social sobre lo que significa vivir una vida digna en México permite no sólo dimensionar las diferencias entre una vida no pobre y una vida digna, sino también impulsar políticas públicas que garanticen un ingreso vital que permita desarrollar las capacidades de la población mexicana e impulse la movilidad social. No es tanto una cuestión de dinero como de voluntad, y atención. El ingreso mínimo vital es nuestro derecho constitucional.
En Octubre del 2023, el Centro de Estudios Espinosa Yglesias presentó su reporte El estándar de ingreso mínimo en cuatro grandes ciudades de México, dentro del cual calculan un Estándar de Ingreso Mínimo para cuatro grandes ciudades del país: Puebla, Guadalajara, Monterrey y Ciudad de México. Antes de ahondar en los resultados de esta investigación es importante definir en qué consiste el Estándar de Ingreso Mínimo y qué se entiende por vida digna.
El trabajo de investigación del CEEY se basa principalmente en el consenso social para entender y definir el Estándar de Ingreso Mínimo (EIM). Éste se refiere al ingreso mensual que requiere un hogar para alcanzar el mínimo nivel de vida socialmente aceptable, esto dependiendo del número de integrantes que lo componga.
Toda la información recabada sale de grupos de enfoque que discuten hasta encontrar un consenso; primero, sobre qué es una vida digna; segundo, qué se necesita para tener una vida digna. Así, la investigación se separa de los estándares de pobreza o de salario mínimo que antes se usaban en México y que eran construidos por expertos para decidir qué sí o no debían consumir los hogares mexicanos.
El EIM declara en su metodología que los expertos son las mismas familias mexicanas. Para saber qué requiere una madre soltera, es necesario preguntarle a madres solteras; para padres de hijas de 5 años, un padre de una hija de 5 años. Así pues, se formaron los grupos de enfoque en el que se basó el estudio del EIM: 200 representantes de diferentes familias se reunieron para discutir y revisar todo lo necesario para una vida digna.
La base del EIM es la definición misma de una vida digna. Esta definición va mucho más allá de estándares de subsistencia típicos en estimaciones de salario mínimo, ya que incluye conceptos sociales más abstractos, como comunicación e incluso tiempo libre. El concepto de dignidad como base de la metodología funge como la piedra angular de las expectativas que las mismas familias mexicanas esperan del EIM. La definición a la que llegaron fue la siguiente:
“Una vida digna en México, hoy en día, requiere satisfacer las necesidades básicas como la alimentación, la vivienda y el vestido, así como tener la oportunidad de trabajar, acceso a los servicios de salud y educación, y al tiempo libre. Se trata también de estar comunicad@ e informad@, vivir en un ambiente estable y seguro, y ser parte de la sociedad.” (Delajara et al., 2020)
Los grupos son tan variados como la misma sociedad que representan, ya que fueron conformados por personas de diferentes ingresos, sexos, ocupaciones, niveles educativos y viviendas. La diversidad no les dificultó la tarea; al contrario, propició grandes discusiones sobre diferentes facetas de la vida y enfrentar lo “mínimo necesario” contra los lujos o lo superfluo. Las familias, así, llegaron a definir mínimos como seguridad social, escuelas públicas, una vacación anual a “la playa”, clases extracurriculares para los hijos, y un carro familiar.
La mayoría de los grupos se enfocaron en la lista de más de 1000 bienes y servicios que cada integrante de la familia requiere en su vida cotidiana. Artículos desde pasta de dientes hasta el refrigerador familiar; dónde se compran, cuánto duran, y cuántos necesitan, todos fueron detalles que los investigadores tuvieron que marcar y organizar para, primero, cotejar con los precios reales del mercado y, luego, presentar en los siguientes grupos para su verificación.
Un proceso que duró más de un año y que pasó por al menos 3 grupos de enfoque hasta su aprobación final. Esto resultó en una lista, individual y familiar que declara absolutamente todo lo que una familia requiere como mínimo para cumplir con una vida digna. Finalmente, estos precios se dividen en la vida útil esperada de los bienes para dar lugar a un monto familiar (el estudio estima los costos de 7 tipos de familias diferentes).
Ahora bien, con base en los resultados a los que la investigación llegó, los montos de cuánto necesita una familia para satisfacer todas sus necesidades de manera digna es de 27,198 pesos quincenales para una familia con dos hijos que viven en la Ciudad de México y de 25,488 pesos para el resto de las ciudades. Otra forma de calcularlo es aproximándolo a los cálculos de salario vital, basado en el promedio de trabajadores de tiempo completo por hogar (1.72 trabajadores). Con estos resultados se calculó el salario vital neto por trabajador que asciende a 15,813 pesos quincenales para la CDMX y de 14,725 pesos para el resto de las ciudades.
Si nos apoyamos de la última Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos en los Hogares (Enigh, 2018) y de los cálculos de Coneval (Coneval, 2018), y se realiza un ejercicio cuantitativo para contextualizar los resultados de la investigación abordada en este documento, se halla que, por cada 100 hogares que habitan en la CDMX, 36 perciben un ingreso por debajo de la línea de pobreza, 54 no se encuentran en situación de pobreza por ingresos, pero tampoco perciben lo necesario para vivir de manera digna, y sólo 10 hogares tienen ingresos iguales o superiores al EIM calculado por el CEEY para el tipo de familia promedio.
Asimismo, el ingreso laboral (mediana) reportado en esta ciudad representa apenas el 32 % del salario vital correspondiente para alcanzar una vida digna. Estas aproximaciones ponen de manifiesto la abrumadora condición en la que se encuentran los hogares de la ciudad más importante de nuestro país. Desafortunadamente no son mejores las condiciones de las otras grandes ciudades que reporta el estudio.
Este trabajo tiene varias ventajas comparado con otros estándares de ingreso. En primer lugar, está verificado por las mismas familias que lo necesitan. Los costos y precios de los presupuestos y bienes y servicios están basados en una idea integral de la vida cotidiana que incluye costos de transporte, de vida útil esperada e incluso de conceptos tan complicados como es poder comprarlos a veces un poco más caros, por no tener tiempo de ir a buscarlos más baratos. Cuando cualquier lector mexicano revisa los bienes y servicios considerados, no puede más que estar de acuerdo con ellos.
En segundo lugar, este estándar permite por primera vez tener una línea de partida. Las empresas, gobiernos y organizaciones ahora pueden analizar los salarios actuales de los mexicanos y determinar la distancia entre ellos y lo que la gente piensa. En Inglaterra, más de 6000 empresas se han unido para utilizar el EIM como base para calcular los salarios. En Escocia, el mismo tipo de estudio se utilizó para calcular la línea de pobreza asociada a gastos energéticos en la ley.
Finalmente, más que un estudio económico, es una mirada bajo lupa de la vida diaria de los mexicanos. Las discusiones de los grupos sobre educación y las deficiencias del sistema educativo público y los servicios de salud son una pequeña parte del gran potencial de esta investigación.
¿Por qué los presupuestos son “tan altos” en salud? Porque tiene que incluir presupuestos en salud para compensar las deficiencias del seguro social. ¿Por qué son tan altos en transporte? Porque no es digno tener un trayecto de más de dos horas para llegar a trabajar. ¿Por qué son tan altos en tiempo libre? Porque es necesario presupuestar en temporada alta, porque las familias no tienen tantas vacaciones pagadas.
Por supuesto, la mayoría del país no gana lo suficiente para mantener siempre una vida digna. Pero sin una línea de partida, el objetivo además de lejano es difuso. El EIM permite a cualquiera discriminar entre aquellos que pagan a sus trabajadores algo digno o no. Es la voz de toda una sociedad que se permite declarar sus aspiraciones y sueños. Que, como primer paso, en un monto le pone un piso a lo que llama “el mínimo”. Este nuevo estándar es una nueva herramienta de crítica.
El día de su presentación pública, comentarios en Twitter lo criticaban diciendo “Pero ¿qué se creen? ¡Esto no es Dubái!”. Muchos se limitarán a entenderlo como inalcanzable, como un sueño. Pero ése es exactamente el potencial del EIM: es el sueño de un país por mejorar. Por definir cuánto cuesta exactamente lo más mínimo de su sueño.