Daniel Noboa y el arte del ridículo

De crisis diplomáticas a aranceles sin sentido, el presidente ecuatoriano sigue acumulando errores en el peor momento posible: en pleno año electoral

Daniel Noboa ha pasado en pocos meses de la promesa de renovación política en Ecuador a convertirse en un presidente atrapado en sus propios errores. Sus decisiones, más impulsivas que estratégicas, lo han llevado a enfrentar conflictos internacionales sin ninguna ganancia real para su país. Su más reciente movimiento, imponer aranceles del 27% a México en respuesta a una crisis comercial con Estados Unidos que ni siquiera lo involucraba, ha sido recibido en México con más sorpresa que preocupación. La reacción no fue enojo ni alarma, sino una mezcla de desconcierto y burla.

Pero esta no es la primera vez que Noboa toma una decisión que lo deja en una posición incómoda ante la comunidad internacional. Su momento más controversial ocurrió en abril de 2024, cuando ordenó el asalto a la embajada de México en Quito para capturar a Jorge Glas, exvicepresidente ecuatoriano que había solicitado asilo diplomático. La acción violó uno de los principios fundamentales del derecho internacional, la inviolabilidad de las sedes diplomáticas, y generó un reclamo inmediato del gobierno mexicano, que en respuesta rompió relaciones con Ecuador.

El asalto a la embajada no solo deterioró los lazos entre ambos países, sino que también dejó a Noboa en una posición de aislamiento dentro de la región. En la Cumbre Iberoamericana celebrada en Ecuador meses después, ningún presidente latinoamericano asistió. Ni Nayib Bukele ni Javier Milei, con quienes se le ha comparado en términos de estilo de gobierno, hicieron acto de presencia. La imagen del presidente ecuatoriano junto al Rey de España, prácticamente en solitario, reflejó la poca importancia que su gestión ha tenido en el tablero internacional.

Ahora, con la imposición de aranceles a México, Noboa parece buscar una nueva forma de proyectar liderazgo. Sin embargo, la medida carece de impacto real. La relación comercial entre ambos países es mínima, con Ecuador representando menos del 0.5% del comercio exterior de México. A diferencia de los aranceles que Estados Unidos ha amenazado con imponer a México, que afectarían a un 15% de sus exportaciones, la decisión de Noboa no tiene consecuencias significativas para la economía mexicana. El mayor impacto de esta medida lo sentirán los propios ecuatorianos, quienes enfrentarán precios más altos en productos importados, incluyendo medicamentos y otros bienes esenciales.

En México, la reacción ha sido de indiferencia. La presidenta Claudia Sheinbaum, en su conferencia matutina, apenas se refirió al tema con una ligera broma sobre la calidad del camarón sinaloense en comparación con el ecuatoriano. No hubo descalificaciones ni una respuesta oficial contundente, simplemente porque la medida no representa una amenaza ni una preocupación real para el país. En redes sociales, la noticia generó memes y comentarios que subrayaban la falta de estrategia detrás de la decisión ecuatoriana.

Lo cierto es que Noboa no parece estar dirigiéndose a México con esta medida, sino a su propio electorado. Enfrentado a desafíos internos y a una baja en su aprobación, intenta construir una narrativa en la que Ecuador se planta con firmeza ante potencias más grandes. Sin embargo, a diferencia de líderes como Bukele o Trump, que han utilizado la confrontación internacional como una herramienta efectiva para consolidar apoyo, Noboa no ha logrado que estas acciones se traduzcan en un respaldo significativo dentro de su país.

Ecuador es una nación con una riqueza histórica, cultural y natural indiscutible. Su presencia en el escenario internacional podría basarse en la cooperación y en una estrategia de desarrollo a largo plazo que fortalezca sus lazos con otras naciones. Sin embargo, hasta ahora, las decisiones de su presidente han seguido un camino distinto, marcado más por la improvisación que por un verdadero plan de posicionamiento global.

Para México, este episodio es poco más que una anécdota pasajera. Pero para Ecuador, las decisiones erráticas de su presidente pueden tener consecuencias más profundas. Y para Noboa, esto ocurre en el peor momento posible: en pleno año electoral. Enfrentar un proceso electoral con una imagen desgastada y una serie de fracasos diplomáticos acumulados es un problema serio. Si su objetivo era fortalecer su posición ante los votantes ecuatorianos, la estrategia no parece estar funcionando. El reto para Ecuador no es solo sortear esta controversia, sino definir cuál será su lugar en el futuro de la región y si su presidente aún tiene la capacidad de liderar ese camino.