¿De dónde nacerá la nueva oposición? En realidad, de Morena

Más tarde que temprano Morena dará a luz a su propia oposición, así como le sucedió al PRI

La oposición partidista se está desdibujando. Personajes avezados y antes fundamentales para el priismo nacional se han unido al partido en el poder. Alejandra del Moral que hace unos meses encabezaba la oposición en el Estado de México como candidata a gobernadora se unió a la red de apoyo de la hoy presidenta electa de la República a pesar de todo lo que ella había dicho de Morena durante su campaña.

Desde otros territorios políticos, uno de los dirigentes de lo que alguna vez fue Wikipolítica, Pedro Kumamoto, se terminó uniendo a Morena entre muchas críticas y cuestionamientos. Recordemos que uno de los principales objetivos de Wikipolítica y el movimiento en torno de esta iniciativa fue ciudadanizar la política, alejarla de los mecanismos y lógicas del sistema partidista tradicional y acercarla a la gente. Lejos quedaron aquellos tiempos, ahora, queda claro que, quien quiera seguir haciendo carrera política, tenga cierto poder e incidencia en el aparato estatal, tiene que hacerlo dentro o bajo el amparo de Morena.

Discutir si todo esto está provocando que poco a poco Morena se convierta en un partido de estado es algo que se hará de manera más frecuente en los años próximos. Resulta muy poco probable, en función de la dinámica de cambios en la sociedad y en las estructuras políticas del país, pensar en que Morena se eternice en el poder. Morena no es el nuevo PRI, Morena perfeccionó al PRI. Las columnas que daban fuerza a la estructura vertical, autoritaria, opaca, clientelar y presidencialista del viejo PRI son las mismas que hoy sostienen los procesos internos de Morena y permiten sus amplias victorias electorales.

Con los resultados electorales del 2 de junio pasado, parece que la extraña oposición solo tiene fuerza en regiones concretas del país. “¿Quién hará la necesaria oposición?”, se preguntan especialistas.

El monstruo constituido por el PRI, el PAN y el prácticamente extinto PRD no podrá hacer oposición, al menos no parece que podrá ser una oposición que realmente haga contrapeso y le dispute a Morena el control del Estado ni que gane elecciones significativas. En algunas regiones del país, Movimiento Ciudadano será oposición, pero es poco probable que un personaje como Samuel García gane las elecciones presidenciales de 2030.

Es muy difícil que la oposición partidista que conoce México ahora despierte de nuevo simpatías electorales, la mayoría de la población siente por ellos el mismo desprecio que a principios del siglo XX despertaban los famosos “científicos”, aquellos asesores de clase alta que aconsejaban a Porfirio Díaz.

Las nuevas fuerzas que tomaron el poder del Estado después de la Revolución Mexicana se encargaron furibundamente de grabar en la memoria popular lo que los “científicos” representaban sin alentar matices ni lecturas complejas de la historia, así como ahora, desde las conferencias mañaneras de López Obrador se crea una potente narrativa que intenta fijar en el imaginario popular quiénes y qué representan los intelectuales e integrantes del régimen anterior para la clase trabajadora.

La construcción de relatos juega un papel importante. Lo interesante es que el partido en el poder está construyendo a su propio grupo de intelectuales que con el tiempo se irán convirtiendo en élite también.

La oposición partidista que hoy conocemos se está desmantelando como es obvio. 

El PAN continuará representando a los tataranietos ideológicos de los “científicos” porfiristas y a los conservadores de clase alta hasta que se dé una coyuntura política que les permita regresar fugazmente al poder Ejecutivo, como sucedió por solo 12 años en la historia de México durante los sexenios de Fox y Calderón.

Si el PRI quiere reformarse y volver a sus antiguos principios como muchos de sus seguidores desean se convertirá en un partido muy parecido a Morena, pero con un gran desprestigio histórico del que le será difícil recuperarse; no creo que el PRI retome sus antiguos principios, más bien camina hacia su declive y, en todo caso, mantendrá alguna influencia apoyada en cacicazgos locales.

Morena no es el viejo PRI, pero utiliza sus cimientos, aprovecha sus pilastras, recicla sus materiales y, muy importante, aporta su propio enfoque. En distintos momentos de la historia, especialmente luego de la conquista o reconquista de territorios, los vencedores asimilaban los edificios preexistentes y usaban los mismos espacios y estructuras para mostrar su poderío. Fue el caso de algunas catedrales construidas sobre pirámides en América, o el de las iglesias sobre mezquitas en la península ibérica.

En la mayoría de estos reciclajes, los recintos se seguían utilizando para mostrar poder, proteger ideas o alojar a la nueva élite. Solo que eran otro poder, otras ideas y otras élites, construidas con las piedras de las anteriores pero fortalecidas o incrementadas con el gusto de los nuevos gobernantes.

De manera análoga, en la estructura subyacente del partido que actualmente gobierna en México se encuentran muchas columnas del viejo régimen de partido único. Estas columnas, que daban fuerza a una estructura priista vertical, autoritaria, opaca, clientelar y presidencialista son las mismas que hoy sostienen los procesos internos de Morena, pero con esteroides. Hace poco tiempo Morena no era siquiera un partido. Hoy es más de lo que fue el PRI: más eficiente, mejor adaptado, igual de voraz.

Entonces, si la oposición partidista actual no parece que podrá arrebatarle a Morena el poder del estado, ¿de dónde saldrá la nueva oposición que sí pueda hacerlo? La nueva oposición que pueda disputar el entusiasmo electoral de las mayorías surgirá dentro del propio Morena. Será cuestión de tiempo, más tarde que temprano Morena dará a luz a su propia oposición, así como le sucedió al PRI.