Sin una vacuna ante el Covid-19 nuestras vidas no volverán a ser como antes
Cuando los países empiecen a salir de sus respectivas cuarentenas debidas al Covid-19, está claro que nuestras vidas no volverán a ser como antes hasta que haya una vacuna. Las organizaciones y los individuos deberán adaptarse a una “nueva normalidad”.
Aún se necesitarán esfuerzos monumentales para evitar, o disminuir, una segunda ola de infecciones. Podrían seguir ciclos de relajación y de reimposición de cuarentenas o limitaciones. Se deberán de llevar a cabo pruebas y rastrear a los que contraen el virus será crucial. Algunos placeres y libertades que el encierro ha quitado aún serán negados.
Los países que han desarrollado capacidades masivas de prueba y rastreo emergerán rápidamente. Los datos de las pruebas y los síntomas deberán de estar vinculados a aplicaciones que registren los contagiados y alerten a las personas que han estado cerca de ellos. La creación de aplicaciones viables es difícil, pero países como Singapur y Corea del Sur lo han hecho. Las tecnologías deben compartirse.
Dentro de los países, algunos sectores emergerán más rápido que otros. El trabajo esencial y al aire libre como la construcción puede ser lo primero; los bares y clubes nocturnos son lo último. Muchos empleados de cuello blanco cuyo trabajo puede hacerse en casa se quedarán allí, tal vez durante meses. Dependiendo de cómo los gobiernos evalúen los riesgos, algunos niños volverán a las escuelas, otros se quedarán en casa.
Los que regresen al lugar de trabajo encontrarán un entorno diferente: personal que trabaja por turnos o en equipos rotativos de semana en semana en casa para permitir un distanciamiento adecuado. Las horas de inicio y fin escalonadas intentarán disminuir los choques de las horas punta en los trenes del metro.
Las nuevas costumbres sociales del encierro persistirán. Los apretones de mano todavía están fuera de la realidad. Si no es que oficialmente obligatorias, las máscaras pueden llegar a ser socialmente de rigor. Muchas interacciones, desde reuniones de negocios hasta citas, permanecerán en línea. Los aeropuertos, aviones y trenes estarán poco ocupados. ¿Quién podría esperar de manera realista tomar unas vacaciones de verano en el extranjero este año?
Los sistemas de registro de inmunidad serán útiles para identificar a aquellos que podrán reingresar a la vida pública sin riesgo para ellos mismos o para otros, especialmente aquellos que tuvieron la enfermedad sin síntomas.
Entre los mayores desafíos será prevenir las desigualdades que la cuarentena ya ha agravado. Los jóvenes recuperarán sus libertades más rápido que los viejos y vulnerables. Los trabajadores del “conocimiento” pueden refugiarse detrás de las computadoras portátiles en sus casas mientras que aquellos cuyo trabajo es físico se ven obligados a salir a un entorno todavía peligroso. Los millones de ciudadanos por el mundo que han perdido sus empleos no los recuperarán rápidamente y necesitarán apoyo en la siguiente fase. Los países más pobres pueden tardar más tiempo en controlar el brote y sus salidas. Las prohibiciones de viaje hacia y desde los países mas ricos que tratan de evitar la re-infección empeorarán su difícil situación.
Hacer malabares con estos desafíos pondrá a prueba los gobiernos como nunca en tiempos de paz. La forma en que respondan determinará cuán grave es el legado mundial de Covid-19.