Ecuador escogió a su nuevo presidente por los siguientes cuatro años, el empresario Guillermo Lasso. El millonario exbanquero de 65 años finalmente logró derrotar en las urnas al representante de la izquierda correísta tras sus dos intentos previos fallidos; en el 2013 fue vencido cómodamente por Rafael Correa y en el 2017 por Lenín Moreno, ex vicepresidente de Correa.
Su victoria significó el remonte más importante de la política ecuatoriana en las últimas cuatro décadas, Lasso superó un déficit de 13 puntos porcentuales para finalmente lograr el 52.46% de los votos en la segunda vuelta electoral. El joven economista Andrés Arauz, candidato del correísmo, se quedó con el 47.54% tras liderar cómodamente la carrera durante la primera vuelta.
Lasso tuvo que rectificar muchos errores que culminaron en un desastroso desempeño en la primera contienda de marzo donde casi pierde la oportunidad de clasificar a la segunda etapa por menos de 1% de votos. Candidatos relativamente nuevos en la política le arrebataron cerca del 30% de votos que Lasso pretendía conquistar con menos de una décima parte del tiempo de campaña que aplicó Lasso por casi 10 años consecutivos.
Luego de renovar casi por completo su equipo de campaña, con adiciones de asesores electorales prominentes del continente, Lasso cambió por completo su estrategia para la segunda vuelta. Se dio cuenta que tenía una agenda muy centralizada en la economía y su discurso era frío y poco convincente; en lugar de seguir atacando a Rafael Correa y a su contrincante Andrés Arauz, se enfocó en desarrollar un mensaje de inclusión y apelar a grupos que normalmente no apoyarían a un candidato conservador, como la comunidad LGBTI.
Su argumento más convincente continuó siendo ser la única opción para impedir el regreso del correísmo y su estandarte Rafael Correa, exiliado en Bélgica por delitos de corrupción; sin embargo, ya no estaba limitado a eso, aumentó su atractivo incrementando el alcance inclusivo de su discurso y plan de propuestas.
Uno de los puntos de inflexión más determinantes fue el debate presidencial, en el cual la exhaustiva preparación de Lasso fue productiva para lograr explotar las inconsistencias en el discurso de su oponente. Luego del debate, la ventaja de Arauz fue extinguiéndose a paso acelerado y no logró recuperarse.
Otro de los errores que causaron la erosión de los 13 puntos de ventaja que disfrutaba Andrés Arauz fue su incapacidad de separarse de la sombra de su mentor Rafael Correa. Nunca logró convertirse verdaderamente en el candidato de su partido, sino que se quedó como simple vocero del expresidente Correa. El apoyo que recibió fue puramente de la base de seguidores fieles al correísmo, no logró captar al electorado indeciso por sus méritos y estableció alianzas muy perjudiciales a su campaña.
Desde el inicio de los comicios cometió deslices y demostró incompetencia al abordar temas cruciales, como sus planes de vacunación y propuestas económicas poco creíbles que generaron indecisión en sus simpatizantes. La incapacidad de corregir estos errores causó que, a pesar de enfocar su segunda etapa de campaña en la Sierra ecuatoriana, no logre conseguir esos votos que terminaron apoyando a Lasso. Incluso el voto nulo ideológico promovido por uno de los candidatos que no estaba presente en la segunda vuelta venció a Andrés Arauz en algunas provincias importantes de la región.
Apenas horas después del anuncio oficial de la victoria de Lasso, el Riesgo País ecuatoriano decreció 400 puntos, ayuda importante para el nuevo presidente en la difícil tarea que será cumplir su ambiciosa agenda en la situación actual del país y con la Asamblea fragmentada. Lasso prometió eliminar el déficit público en tan solo cuatro años, objetivo complejo considerando que Ecuador se encontraba en serios problemas financieros incluso antes de la pandemia.
La recuperación económica corre peligro de estancarse con las cifras de infección por Covid-19 creciendo nuevamente y solo el 1.6% de la población vacunada, una de las tasas más bajas del continente.
El revés histórico de las elecciones demostró la determinación de los ecuatorianos por no regresar al correísmo. Previo al comienzo del proceso electoral se creía que Guillermo Lasso sería el rival más fácil para el candidato de Correa y los resultados de la primera vuelta parecían reforzar este pensamiento. Sin embargo, la población probó que no necesitaba a un candidato carismático, caudillo ni extravagante para darle su voto, solo una alternativa sólida y competente; aunque estuvo cerca del fracaso, Guillermo Lasso se la pudo dar en el momento preciso.
El punto indiscutiblemente más positivo que dejó el domingo 11 de abril fue el proceso electoral en sí. Aplaudido por decenas de observadores internacionales como transparente, prudente y eficiente, el Consejo Nacional Electoral acertó en su labor monumentalmente. Luego de décadas de negligencia, en las cuales los apagones informáticos jugaban un rol más importante escogiendo a las autoridades que la propia población, el CNE implementó un proceso ordenado, sin aglomeraciones excesivas ni confrontaciones, corrigió errores de la primera vuelta que resultaron cruciales como el mejorado debate presidencial y escuchó las recomendaciones internacionales acogiéndolas a tiempo.
Andrés Arauz asumió la derrota democráticamente demostrando ser capaz de respetar la decisión de los ecuatorianos, y los diversos actores políticos han buscado la reconciliación del país sin formar oposición ciega antes de que los planes del nuevo gobierno sean debatidos y puestos en marcha. Quebrando tendencias pasadas, Ecuador vivió un proceso democrático ejemplar… y por eso hoy es un mejor país.