La nueva Encuesta de Condiciones de Vida alerta del aumento de la desigualdad en el país. Ocho millones de ciudadanos venezolanos se encuentran sin empleo.
La Venezuela sin gasolina es más desigual. La nueva Encuesta de Condiciones de Vida, presentada este martes por la Universidad Católica Andrés Bello, muestra cómo el agravamiento de la pobreza en el país el último año estuvo muy relacionado con la crisis de abastecimiento de combustible y la reducción de la movilidad. El estudio es también el retrato de un país que dejó de ser petrolero, donde el 94,5% de la población es pobre y el 76,6% está por debajo de la línea de pobreza extrema. La investigación concluye que la casi total paralización que ha provocado la escasez de combustible, que no ha desaparecido por los despachos de emergencia de Teherán a Caracas, ha agudizado la recesión.
Los datos evidencian que las medidas del Gobierno contra el virus de la Covid-19 terminaron de catapultar la crisis. Las iniciativas para frenar la pandemia, en un país una circulación del virus similar a las de las naciones más aisladas, le han costado un año y medio fuera de las aulas a los niños y la paralización de parte del sector productivo, con un esquema de siete días de cuarentena seguidos de siete días de apertura. “Copiar las medidas anticovid de países con contagios como los de Latinoamérica, cuando no los tenemos, reforzó la recesión”, explica uno de los investigadores de la Encovi, el sociólogo Luis Pedro España.
Uno de los datos más preocupantes de la encuesta son los del desempleo, que afecta a 8,1 millones de venezolanos para los que no hay trabajo ni incentivos para trabajar. Los que trabajan son 7,6 millones, y casi la mitad de estos quisiera trabajar más horas, porque producto del confinamiento y la crisis de movilidad gran parte del país redujo en cuatro horas su jornada. En el grupo de los inactivos están 3,6 millones de desalentados que dejaron de buscar empleo y 1,5 millones de mujeres con hijos que no pueden trabajar por tener que cuidarlos. Solo un tercio de las venezolanas tiene ocupación, muy por debajo de la tasa de América Latina incluso después del retroceso que trajo la pandemia. Entre 2014 y 2021 se ha reducido el empleo formal en 21,8 puntos porcentuales, lo que significa 4,4 millones de puestos de trabajo, el 70% son del sector público y el 30% del privado. Solo el último año desaparecieron 1,3 millones de empleos lo que ha llevado a que 1 de cada 2 trabajadores esté por cuenta propia.
Las diferencias entre los empleados del sector público y privado también se han ampliado. En el sector privado el 58% de los trabajadores están en condición de pobreza extrema, en el sector público son 75%. Por el contrario, en el sector privado casi el 10% no son pobres, mientras en el público solo el 4% se salva de esta situación. La precariedad del empleo en el sector público fue advertida por Michele Bachelet en su último informe sobre Venezuela. Un funcionario puede ganar hasta 12 dólares al mes, un empleado del sector privado, en promedio, recibe 38 dólares al mes, y por cuenta propia 32 dólares al mes.
Con estos números se cuantifica la desigualdad, que los investigadores ubican en 0,56 puntos este año, la más grande la región, si te toma como referencia los índices de 2019 en los que Brasil, el más desigual entonces, registraba 0,53 puntos. “La sociedad venezolana está más o menos igualada en la pobreza en un 90%, hasta el último tramo, especialmente en el último decil de la población donde se abre la brecha de los más ricos”, señala España. En 10% de los venezolanos se queda el 40% del ingreso nacional y este grupo puede ser hasta 15 veces más ricos que el estrato anterior.
Aun con esos datos, agrega el sociólogo, el problema de Venezuela hoy no es la desigualdad sino la paralización de la producción y la abismal caída de los ingresos del país de 90.000 millones de dólares en 2012 a 5.000 millones en 2020, en su mayoría por exportaciones no petroleras privadas, una evidencia del fin de la economía petrolera y en manos del Estado. “Si distribuyéramos todo el ingreso equitativamente entre las familias, el promedio per cápita sería de 30 dólares por venezolano al mes, es decir un un dólar por persona al día, un escenario en el todos seríamos pobres extremos”, añade.
El Gobierno de Nicolás Maduro ha desarrollado una intensa política de transferencias directas de dinero a través de bonos en bolívares. En el caso de los hogares en pobreza extrema, los ingresos llegan a 36 dólares mensuales y los aportes del Gobierno superan los 50 dólares, casi 76% de sus ingresos, por lo que estas personas dependen totalmente de los bonos. Aún así, se necesita incrementar más de 30 veces esas asignaciones para poder sacar a esas familias de la pobreza extrema.
Los que ya no están
La Encovi reúne el análisis de más de 17.000 encuestas con más de 800 preguntas a hogares y se ha convertido en los últimos siete años en el único medidor fiable de la profunda crisis que atraviesa Venezuela, ante la total opacidad gubernamental sobre indicadores demográficos, económicos y sociales y de rendición de cuentas. De acuerdo con los datos, se estima que al menos 340.000 niños dejaron de nacer en Venezuela en cinco años. El impacto de la migración, las potenciales madres que se fueron, y el aumento de la mortalidad infantil a 25,7 por cada 1000 nacidos vivos, la misma de hace 30 años, ha modificado la pirámide poblacional del país. “Las condiciones de vida han llevado a que las generaciones que nacieron entre 2015 y 2020 tengan tres años menos de vida que las que precedieron a la crisis”, señala Anitza Freites, coordinadora de la investigación.
El crecimiento demográfico en el último quinquenio fue negativo, del -1,1%. Los venezolanos en Venezuela son 28,7 millones. “Tenemos un país más empobrecido y pequeño en términos demográficos”. Más de cuatro millones, el 90% de entre 15 y 49 años, se han ido en los últimos cinco años. La razón del éxodo se mantiene: falta de empleo. Una segunda razón para irse, la reagrupación familiar, empieza a ganar peso y evidencia las dimensiones del éxodo.
El impacto de la pandemia en la educación se evidencia en los que no están. La cobertura educativa cayó en cinco puntos en tan solo un año y cerca de la mitad de los niños ya no accede a la educación inicial. “En todos los niveles hubo disminución, pero en la educación inicial y universitaria —que ya venía cayendo— se registró un gran bajón”, dice Freites.
El contexto de la casi inviable educación a distancia obligó a tomar decisiones a las familias sobre quién se queda en el sistema educativo y quien no, restándoles oportunidades a los más pequeños, que quedaron a cargo de las madres y asumieron el reemplazo educativo en el 78% de los hogares. “El proceso educativo es acumulativo, las competencias que se adquieren en la educación inicial son fundamentales para la maduración y de eso se ha privado a los niños de entre tres y cinco años”, señala Freites. En el caso de los adolescentes de 12 a 17 años ha aumentado el porcentaje que con rezago escolar.
El cierre de las escuelas por más de un año, que se ha vivido en gran parte Latinoamérica como una de las medidas del contra el Covid-19, ha contribuido a la pobreza y tendrá consecuencias que aún están por verse. Venezuela es de los pocos países que no ha vuelto a las aulas ni una sola vez desde marzo de 2020 cuando se decretó la pandemia. “La escuela es la que rompe la reproducción social de la pobreza y se desactivó por más de un año”, cuestiona España. “Esto hará que la próxima generación de hijos de obreros también sea obreros, porque los niños que se quedaron en casa lo máximo que van a aprender es lo que sabe su mamá”, concluye.