El amor enciende nuestro cerebro: el sentimiento más fuerte registrado es hacia los hijos, seguido de la pareja

Un estudio finlandés sobre la corteza cerebral expone sus resultados. Filosofía y neurociencia se unen para comprender la influencia de la pasión en nuestras neuronas

El filósofo finlandés Pärttyli Rinne invirtió 15 años de su vida en estudiar el amor, comenzando por la filosofía de Kant cuando este era joven. Durante este tiempo, conoció a su esposa, pero hasta recientemente logró comprender la complejidad del amor y cómo se manifiesta en el cerebro, específicamente en las áreas de los ganglios basales, el precúneo y la unión temporoparietal.

Cerebral Cortex, Volume 34, Issue 8, August 2024

Al realizar un estudio con resonancia magnética, demostró el impacto del amor en el cerebro publicado en un estudio en la revista Cerebral Cortex. Aunque los términos pueden parecer técnicos. Las áreas rojas son donde el cerebro intensifica los latidos del corazón y revela la magnitud del sentimiento. Este estudio no solo ofrece evidencia tangible del amor, sino que también permite identificar hacia quién o qué se dirige ese afecto.

Rinne colaboró con neurólogos de la Universidad de Aalto en Finlandia, uniendo filosofía y ciencia durante el experimento, en el cual reclutaron a 55 voluntarios, todos ellos declarando estar enamorados, y clasificaron el amor en seis categorías: romántico, parental, hacia amigos, hacia desconocidos, por mascotas y por la naturaleza.

El experimento consistió en que los voluntarios escucharan descripciones o poemas evocativos de cada tipo de amor durante una resonancia magnética. Los resultados, publicados en Cerebral Cortex por Oxford University Press, mostraron que el amor más intenso se siente por los hijos, seguido por el amor hacia la pareja. Las otras formas de amor generaron menor actividad cerebral.

Rinne subraya que el amor parental activa intensamente el sistema de recompensa del cerebro, algo que no ocurre con otras formas de amor. En contraste, el amor por la naturaleza activa principalmente las áreas visuales, pero no las regiones asociadas con la socialización.

Aunque todos los voluntarios mostraron activación en las mismas áreas cerebrales para los seis tipos de amor, la intensidad varió según la conexión emocional de cada persona. También se observaron patrones específicos; por ejemplo, aquellos con vínculos fuertes hacia sus mascotas, aunque el estudio no profundizó en detalles sobre las relaciones de pareja.