Joaquín El Chapo Guzmán envió en septiembre del año pasado una declaración jurada, escrita en primera persona, a un tribunal estadounidense que ha publicado la misiva estos días, según ha dado a conocer la cadena Univisión. En el escrito, el que fuera el narcotraficante más poderoso del mundo, según la justicia de Estados Unidos, condenado a cadena perpetua en 2019 en ese país, denuncia el trato “cruel e injusto” que recibe desde hace cinco años, que fue extraditado desde México. Describe cómo le han afectado las condiciones de aislamiento extremo a las que está sometido, las mismas que se aplican a terroristas. “He sufrido mucho”, señala.
El capo fue detenido en México en enero de 2016, después de dos espectaculares fugas de prisiones en México. La última, del penal del Altiplano, concebido como de máxima seguridad, en julio de 2015. La huida hollywoodesca a través de un túnel con ventilación, iluminación, tanques de oxígeno y raíles para una motocicleta, conectado con su celda, provocó una crisis en el Gobierno del entonces presidente Enrique Peña Nieto. Su última captura puso fin a su historia. En 2017 fue extraditado a Estados Unidos y condenado hace dos años a cadena perpetua por los crímenes de narcotráfico en un tribunal de Brooklyn, en Nueva York.
Desde entonces, a través de sus abogados, ha insistido en el trato “inhumano” recibido por el sistema de prisiones estadounidense. Pero la declaración enviada al tribunal federal de Denver (Colorado), donde se encuentra la prisión a la que fue trasladado y donde cumple su condena, es el primer documento firmado en primera persona en el que denuncia la situación en la que vive.
El Chapo se encuentra en la cárcel de Florence (Colorado), en la Unidad H, bajo el esquema SAMs (Medidas especiales, administrativas y de extremo aislamiento, por sus siglas en inglés). En esa zona se encuentran personajes de la talla de Theodore John Kaczynski, más conocido como Unabomber, el científico-terrorista que mandaba cartas bomba; Dzhokhar Tsarnaev, uno de los responsables del atentado de la Maratón de Boston en abril de 2013; Richard Reid, entrenado por Al Qaeda, que intentó detonar un zapato bomba en un vuelo entre París y Miami en 2001; y uno de los organizadores del atentado contra las Torres Gemelas en 1993, Ramzi Yousef.
“Soy un mexicano de 64 años y fui extraditado de México a Estados Unidos en enero de 2017″, comienza el documento de siete páginas, en inglés y que el capo firmó como “Joaquín Guzmán L”, según ha publicado la cadena. “Debido al trato en ADMAX [el nombre de la prisión de Florence] ahora yo padezco dolores de cabeza, pérdida de la memoria, calambres musculares, estrés y depresión”, menciona El Chapo. “El trato que recibo es cruel e injusto, y me está causando que sufra problemas psicológicos y de salud. Yo rezo para que esta corte intervenga”, menciona refiriéndose al tribunal federal de Denver que recibió la demanda en octubre de 2021 y que debe pronunciarse en las próximas semanas.
En una celda de tres metros de largo por dos de ancho vive sin más contacto humano que el de los custodios que le esposan de pies y manos para salir. Según señaló su abogada, Mariel Colón Miró, tiene derecho a respirar aire fresco 10 horas semanales. Pero desde diciembre de 2019, este tiempo se redujo a tres horas. Tampoco puede tener contacto con otros reos y las llamadas telefónicas están restringidas a dos de 15 minutos al mes, con dos de sus hijas, una hermana y su madre. Las cartas que envía tardan 10 meses en entregarse, debido a las revisiones.
Su esposa, Emma Coronel, y madre de las dos gemelas, cumple una condena a tres años de prisión en un penal de mínima seguridad en Texas por haber ayudado al capo en sus operaciones. Su liberación está programada para el 13 de septiembre de 2023. Las cinco visitas al mes permitidas son con su defensora, mencionaba Colón en una entrevista para la misma cadena.
El Chapo narra un incidente sucedido en julio de 2021, cuando estaba tosiendo “incontroladamente” y tenía el pecho congestionado. “Nunca recibí tratamiento médico”, señaló, aunque sí recibió la visita de los médicos. También denuncia que en otra ocasión, un dedo del pie se infectó con un hongo, pues comparte el mismo cortaúñas que otros reos, y no recibió ayuda médica. “El hongo se le fue cuando se le cayó la uña”, declaró Colón en la entrevista. “El cuidado médico en ADMAX es escaso”, señaló el narco, aunque reconoció que ya lo vacunaron contra el coronavirus y que lo han tratado varias veces de la presión arterial.
“He sufrido mucho estando en confinamiento solitario. Mi presión arterial se ha elevado, llevando a dolores de cabeza y ansiedad. A veces olvido cosas”, declaró en la carta. “Me sirven poca comida y a menudo me quedo con hambre”. El Chapo además aseguró tener un trastorno de sueño porque lo despierta después de la medianoche el aire “extremadamente caliente” que sale por la ventilación durante 15 minutos, entre cuatro y cinco veces. “Cada noche esto causa que mi corazón comience a latir rápidamente, elevando mi presión arterial. He presentado este problema al personal, pero nadie ha hecho algo”, añadió.
El juicio contra El Chapo Guzmán, uno de los más mediáticos y largos de la historia de la justicia en Estados Unidos, supuso un duro golpe de la justicia estadounidense contra los carteles de la droga mexicanos. Un tanto que se anotó la Agencia Antidrogas (DEA), pero que no ha evitado la expansión no solo del cartel que lideraba El Chapo, el de Sinaloa, sino la multiplicación y crecimiento de otros, como el Cartel Jalisco Nueva Generación, con tentáculos en todo el país. Los hijos de Guzmán, apodados Los Chapitos, tomaron el relevo criminal de su padre y con estrategias violentas y sádicas han sembrado el terror en el vacío de poder que dejó el gran capo.
La DEA ofrece una recompensa de cerca de cinco millones de dólares por sus cabezas, Jesús Alfredo, Iván Archivaldo, Ovidio y Joaquín. Están acusados de haber incrementado su poder en el tráfico de fentanilo, cocaína, metanfetamina y heroína. Y la crisis de muertes por opiáceos en Estados Unidos alcanzó récord históricos tras la captura del narco. El país registró más de 108.000 fallecidos el año pasado. En México, la violencia extrema de los carteles de la droga se cobra más de 100 asesinatos al día.