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El Covid-19 ha acelerado las entregas a domicilio en todo el mundo. Están dejando una enorme huella de carbono

Los trabajadores de servicios de entrega a domicilio han sido elogiados como héroes por mantener a la sociedad alimentada durante la pandemia. Pero la desventaja es que toda esa comodidad ha generado una enorme pila de desechos.

Por ejemplo, en el mayor mercado de entrega de comida a domicilio en línea del mundo, China, Meituan, cumplió 40 millones de pedidos de comida durante un solo día de agosto. La entrega de comida a domicilio se ha convertido en una industria de 51.500 millones de dólares en China, según investigadores de la Universidad de Otago en Nueva Zelanda. En 2013, el año en que Meituan fue lanzada, la empresa consultora china iiMedia Research estimó que el mercado era de sólo 50.200 millones de yuanes (7.630 millones de dólares). Mientras tanto, según investigadores, el volumen de residuos de envases del país creció de 0,2 millones de toneladas métricas en 2015 a 1,5 millones de toneladas métricas en 2017.

En México, la venta de comida a domicilio ha aumentado mas de 80% a través de aplicaciones como Rappi Y Uber Eats. Aunque no hay cifras oficiales desde el inicio de la pandemia, en un día normal en Ciudad de México se generan 13.000 toneladas de desechos, de acuerdo con datos del Gobierno capitalino. Por ello, el año pasado se prohibió el uso de bolsas de plástico de un solo uso, y en 2021 estarán prohibidos los popotes, contenedores, tapas, cubiertos y una decena más de productos plásticos.

En los EE.UU., los alimentos y sus envases constituyen el 45% del material en basureros, según la Agencia de Protección Ambiental (EPA por sus siglas en inglés).  Ciudadanos en la India tiraron 235 millones de envases de alimentos en 2018, según informes de los medios de comunicación locales. En la Unión Europea, investigadores de la Universidad de Manchester estiman que más de 2.000 millones de envases de productos alimenticios son desechados cada año.

Muchos de estos residuos a través del mundo entero, están hechos de plástico, que raramente se recicla, no importa en qué cubo de basura se tire. Pero los residuos sólidos no son la única consecuencia ambiental de la entrega de alimentos. En China, las bicicletas de reparto pasaron por cerca de 20.000 baterías en 2016, más de 17.000 de ellas hechas con ácido de plomo corrosivo, según un estudio de la Universidad Tecnológica de Brno de la República Checa y la Universiti Teknologi de Malasia. Ese mismo año, dicen los investigadores neozelandeses, los vehículos de reparto y los contenedores de comida en China fueron responsables de la liberación a la atmósfera de 73,9 giga toneladas de dióxido de carbono equivalente.