Alejando Moreno, Alito, presidente del PRI, nunca defrauda. En todo acuerdo, en toda operación política, termina siendo fiel a la infame reputación que se ha ganado como el más claro ejemplo de la degradación de la clase política. Que haya hecho declinar a Beatriz Paredes, candidata de su partido a la presidencia del país, para favorecer a Xóchitl Gálvez, abanderada del PAN, resultaría absurdo de parte de cualquier otro dirigente de una organización, pero no en el caso de Alito. Una y otra vez se ha mostrado capaz de incurrir en cualquier atropello a cambio de una ganancia política. Apenas había iniciado el levantamiento de la encuesta a principios de semana, cuando anunció que convendría alzar la mano del rival porque los resultados no favorecían a su candidato. El sacrificio de Beatriz valía como carta a negociar a condición de hacerlo anticipadamente y no el domingo cuando se consumara su derrota. Desde el lunes dijo que el miércoles anunciaría la probable declinación de la candidatura de Paredes.
El escándalo fue tal, que hizo desbarrancar el proceso tan elaborado por parte del Frente Amplio, la alianza electoral de PRI, PAN, PRD y otras organizaciones sociales, para elegir a su candidato a la presidencia. En lugar de negarse a esta vergonzante declinación, el Frente la aceptó y en un intento burdo para cubrir el desaseo y la torpeza de Alito, anunció que la encuesta se recortaba a solo tres días en lugar de toda la semana e hizo corte de caja apresurado para adelantar el triunfo de Xóchitl en los sondeos. Con ello intenta legitimar la decisión, y el anuncio de Alito, cuando el proceso interno apenas comenzaba.
Las razones de Alito pueden explicarse en esta lógica mercenaria, las del PAN son más difíciles de entender. En realidad el problema no es Alito; para negociar se necesitan dos. ¿Vamos a creer que el sacrificio de Beatriz por parte de Alejandro Moreno es una graciosa y gratuita concesión por compromisos de honor o mera generosidad? Está claro que se ofrece la declinación de la priista porque del otro lado el PAN está interesado en ella. Podemos cargar las tintas todo lo que se quiera a Alito, y seguramente nos quedaremos cortos, pero la otra mitad de este absurdo tendríamos que atribuírselo al PAN.
En teoría este partido tendría que ser el más interesado en que lleguen al menos dos a la recta final y que la candidata derrotada, la abanderada del PRI, levante la mano y reconozca el triunfo de Xóchitl Gálvez, como resultado del proceso definido en las bases de la competencia. De nada sirve que esto suceda cambiando esas bases para lavarle la cara al arreglo. La encuesta quedó a medias y la jornada electoral del domingo se ha suspendido.
¿Por qué razón el PAN está dispuesto a incurrir en esta lastimosa vía y perjudicar la imagen interna del proceso de selección? Simple y sencillamente por temor a que Beatriz Paredes les hubiera dado un susto. Lo cual llevaría a preguntarse: ¿para qué tanta alharaca sobre una consulta democrática si no se estaba dispuesto a reconocer el resultado?
Todo indica que Xóchitl Gálvez ganaría a Paredes este domingo. Pero es cierto que el caprichoso método elegido, producto de sumar una encuesta a población abierta y una elección en urnas limitada a los inscritos en listas de esos partidos, ofrecía zonas inciertas que podían hacer crecer a la priista. En este espacio, justamente, hace una semana publiqué el texto “El riesgo de Beatriz, ¿chamaqueó el PRI al PAN?”, el cual mostraba esa posibilidad.
Con todo, la popularidad de Xóchitl Gálvez es mucho mayor que la de Beatriz Paredes en este momento. Pero las zonas grises del proceso que ellos mismos diseñaron, todo indica, pusieron nervioso al PAN, al grado de preferir dejar para otro momento sus presunciones democráticas.
Y no es un costo menor; constituye un disparo al pie del Frente Amplio. La declinación anticipada de Beatriz Paredes, se parece mucho a una designación maquinada por las cúpulas; es decir, lo contrario a una consulta ciudadana. Habría que recordar la insistente crítica de la oposición sobre el proceso interno que Morena ha seguido para elegir a su corcholata, acusándolo de ser la vía para un dedazo disfrazado de parte de Andrés Manuel López Obrador. En contraste, argumentaba el Frente, sus “primarias” constituirían un nuevo estándar en materia de participación, institucionalidad y democracia, sin favoritismos ni mano negra.
La posibilidad que tuvo la oposición de presumir ante la opinión pública un proceso interno más limpio y ciudadano de cara a la elección presidencial terminó invirtiéndose. La afirmación que López Obrador ha hecho una y otra vez sobre la candidatura de Xóchitl Gálvez, como un arreglo entre las élites parecería confirmarse.
Por el contrario, pese a las muchas acusaciones de favoritismo, el sistema de encuestas por parte de Morena sale mucho mejor librado. Marcelo Ebrard ha estado decidido a competir y no declinar, participan encuestadoras comerciales y el resultado reflejará razonablemente la decisión de los consultados, más allá de los problemas logísticos del arranque de la encuesta. Para ser honestos, diría que los astros se han alineado en favor de López Obrador, toda vez que su aparente favorita es también la puntera por amplio margen en las encuestas, para hacerse de la candidatura de Morena. Los escépticos sólo podrán especular sobre lo que habría sucedido si esto no fuera así. Es decir, que estuviera en riesgo real la candidatura de Claudia Sheinbaum. Lo cierto es que el proceso más limpio posible es el que más le conviene a la propia exjefa de Gobierno.
Más allá de esta coyuntura, lo anterior revela la resistencia que tienen las partidocracias para ceder las decisiones de candidaturas importantes a los ciudadanos y dejar atrás la larga tradición de los arreglos entre la nomenclatura. Tendencialmente, me parece, la presión de la opinión pública llevará a un esquema de consultas, pero por lo pronto está claro que las dirigencias no están dispuestas todavía a soltarlo.