Los demógrafos recordarán 2023 como el año en que Brasil ” decreció “ en cinco millones de ciudadanos. Un censo realizado ese mismo año situó la población del país en 203 millones de personas, muy por debajo de los 208 millones estimados anteriormente por el Instituto Nacional de Estadística de Brasil, y aún más lejos de los 216 millones calculados por las Naciones Unidas.
Las personas que faltan no emigraron, ni desaparecieron, simplemente nunca nacieron. El censo de 2022, retrasado por la pandemia, confirmó que la población brasileña creció sólo un 0,52% al año durante la década iniciando en 2010, la mitad que durante los años 2000 y el porcentaje más bajo registrado desde 1872.
Brasil no es una excepción regional. Durante medio siglo, las tasas de fecundidad de todo el mundo han ido descendiendo gracias a la confluencia de un mejor acceso a los métodos anticonceptivos, un aumento de los niveles educativos, una mayor participación de las mujeres en la población activa, y el fortalecimiento de los derechos reproductivos.
Sin embargo, en varios países de América Latina y el Caribe, este descenso se ha acelerado a un nivel imprevisto que incluso los expertos se esmeran por explicar.
Tomando en cuenta que el total de nacimientos en Estados Unidos cayó un 7% entre 2013 y 2022. Durante el mismo período, los nacimientos cayeron entre un 10% y un 34% en ocho países de América Latina y el Caribe que representan dos tercios de la población total de la región.
Durante una charla TED pronunciada el año pasado, el economista y demógrafo argentino Rafael Rofman afirmó que la fecundidad de su país había disminuido más en los últimos seis años que en las seis décadas anteriores. Como resultado, dijo a México Pragmático, “en 2024, habrá aproximadamente un 30 por ciento menos de niños de 4 años entrando en los centros preescolares argentinos que en 2020.”
Luis Rosero-Bixby, eminente demógrafo que fundó el Centro Centroamericano de Población de la Universidad de Costa Rica, utiliza la palabra “vertiginosamente” para describir cómo están cayendo los nacimientos en su país, donde la fecundidad entre las mujeres nativas se acerca ahora a un solo hijo por mujer.
En un estudio publicado bajo el título “El gran descenso”, Wanda Cabella y otros tres demógrafos uruguayos escriben que “en sólo siete años, la tasa global de fecundidad [en Uruguay] cayó de 2,0 a 1,27 hijos por mujer… no hay precedentes de un descenso de esta magnitud en un período tan corto.”
Todavía en 2019, un estudio de referencia de la División de Población de las Naciones Unidas para 2020 a 2100 pronosticaba que la fecundidad en los países de América Latina y el Caribe se estabilizaría en una media de alrededor de 1,75 hijos por mujer en la segunda mitad de este siglo.
Posibles causas
¿Qué está ocurriendo? Los demógrafos afirman que a las mujeres latinoamericanas y caribeñas les resulta mucho más fácil controlar el momento de tener hijos y el número de éstos gracias a la ampliación del acceso a los métodos anticonceptivos.
La región solía tener una de las tasas más altas del mundo de embarazos adolescentes no planificados. Aunque el número de partos de adolescentes sigue siendo elevado en algunos países, los programas gubernamentales han empezado a ofrecer diversos anticonceptivos gratuitos o de bajo coste a mujeres que antes no podían permitírselos.
En Argentina y Uruguay, estos programas incluyen implantes anticonceptivos subdérmicos que duran hasta cinco años. Rofman afirma que la rápida adopción de estos y otros anticonceptivos contribuyó a un descenso del 55% en los embarazos de mujeres argentinas de 20 años o menos. En Chile, los embarazos de adolescentes han descendido en torno al 70%. Y en Uruguay, Cabella calcula que la mitad del reciente descenso de la fecundidad corresponde a mujeres de 15 a 24 años.
Rosero-Bixby sostiene que las mujeres jóvenes también pueden estar posponiendo embarazos que aún tienen intención de tener en el futuro. Si tienen hijos más adelante, la “fecundidad completa” (que cuenta el número medio de hijos que una mujer tiene a lo largo de sus años reproductivos) podría volver a los niveles previstos por la ONU.
Sin embargo, aunque el descenso actual pueda considerarse una anomalía, también podría anunciar una nueva normalidad. Rosero-Bixby declaró a México Pragmático que estos países podrían seguir el camino de Italia y España, donde la fecundidad descendió a alrededor de 1,3 hijos por mujer hace tres décadas, y no se ha recuperado.
Los demógrafos también apuntan a fuerzas sociales, económicas y culturales que pueden estar impulsando a la gente a retrasar o renunciar a la formación de una familia y a la maternidad. Las preocupaciones de larga data sobre el empleo, los costes de la vivienda, el acceso a guarderías y la división del trabajo doméstico en función del género pueden estar convirtiéndose en una vacilación general a la hora de tener hijos.
Las mujeres de la generación del milenio y de la generación Z también parecen más propensas que sus madres a dar prioridad a la educación superior, la promoción profesional y la autonomía personal. Cabella afirma que, aunque las pruebas empíricas sobre estos cambios en las normas son fragmentarias, sospecha que son factores importantes del reciente descenso de la fecundidad.