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El juicio de la expresidenta boliviana Jeanine Áñez demuestra como la justicia ejerce un rol vengativo a disposición de los gobiernos de turno

La expresidenta Jeanine Áñez y algunos de los exministros de su corta  administración fueron detenidos a mediados de marzo bajo cargos de  terrorismo, frutos del “Caso Golpe de Estado” que investiga los hechos y  personajes que obligaron al expresidente Evo Morales a presentar su  renuncia a finales del 2019. 

En octubre del 2019, Evo Morales maniobró su habilitación para participar  en las elecciones generales de ese año y así extender su ininterrumpido  mandato presidencial de 13 años. La Constitución, luego respaldada por un  referéndum en el 2016, impide la reelección indefinida, por lo que la  candidatura de Morales desde un principio se consideraba ilegítima. Los resultados de los comicios sorprendieron a Morales que esperaba una  victoria cómoda y definitoria en la primera vuelta electoral, sin embargo,  todo parecía indicar la necesidad de una segunda vuelta hasta que ocurrió  un misterioso apagón en el sistema electrónico que transmitía los resultados en vivo y se suspendiera el conteo durante 24 horas. Tras una  serie de irregularidades en el conteo de votos, Morales se declaró ganador  en primera vuelta y como resultado su cuarto período presidiendo Bolivia. 

Debido a las evidentes anomalías en la jornada electoral, el pueblo  boliviano desató protestas durante tres semanas denunciando fraude; por  su parte, Morales pidió a sus simpatizantes que defiendan los resultados  avivando fuertes confrontaciones entre bandos opuestos. Los enfrentamientos y el malestar social culminaron en altos comandantes  de la policía y fuerzas armadas, junto con sindicatos urbanos solicitando la  renuncia inmediata de Morales. Luego de la publicación de un informe por la OEA catalogando a los  resultados electorales como no fiables debido a actas falsificadas,  manipulación del sistema informático y errores en la cadena de custodia,  Evo Morales renunció y se asiló en México y Argentina. 

Jeanine Áñez asumió la presidencia interina luego de la renuncia hasta  finales del 2020, cuando el exministro de economía y delfín político de  Morales, Luis Arce, asumió el poder tras ganar cómodamente en las  elecciones. Una vez en la presidencia, Arce y su partido no tardaron en acusar a Áñez  de promover un golpe de estado y formaron una comisión para investigar  los hechos que presionaron la renuncia de Morales. 

La OEA ha solicitado la liberación de Áñez señalando que el sistema de  Justicia actual no ofrece bases sólidas para un “juicio justo, de  imparcialidad y de debido proceso, por problemas de estructura y, en  particular, de su integración”. Al pedido y denuncias de la OEA se han unido la Unión Europea, grupos  activistas de derechos, miembros de oposición y la Iglesia católica  boliviana. 

Estados Unidos, mediante su Secretario de Estado Antony Blinken, se unió  a las denuncias sobre las detenciones de Áñez y exministros por “estar  basadas en acusaciones no demostradas, por las aparentes violaciones de  debido proceso en su ejecución y por la naturaleza profundamente  politizada del trabajo fiscalizador del gobierno boliviano”. 

Grupos partidarios de Morales y afines al nuevo gobierno tildaron a las  acusaciones de Estados Unidos como hipocresía tras su silencio durante las  denuncias de violación a los derechos humanos durante la presidencia de  Áñez. La expresidenta en noviembre del 2019 dispuso el uso de fuerza por  parte del cuerpo militar en contra de los protestantes afines a Morales,  causando la muerte de algunos civiles sin enfrentar repercusiones legales  hasta ahora.

El presidente Arce, junto con su homólogo mexicano Andrés López  Obrador, exigieron a Estados Unidos y la OEA no intervenir en asuntos  internos bolivianos, reprochando el histórico intervencionismo  estadounidense en Latinoamérica. 

La falta de independencia del sistema judicial boliviano fue una  característica intrínseca del gobierno de Evo Morales durante 14 años. Los  cargos de terrorismo impuestos sobre Áñez y sus exministros son  descabellados puesto que la renuncia de Morales fue incitada por un  levantamiento social luego de claros indicios de fraude mientras el  expresidente trataba de extender ilegítimamente su mandato. La administración de Áñez, sin embargo, también usó a la justicia como  herramienta de turno. Su gobierno presionó a fiscales quienes también  usaron equivocadamente el término terrorismo para enjuiciar a más de 100  simpatizantes del partido oficialista y para la formulación de cargos en  contra del expresidente Morales. 

En el extenso expediente utilizado en el juicio de Morales no hubo  evidencia concreta de actos que puedan ser catalogados concretamente  como terrorismo. 

Ambas administraciones en su momento prometieron que no existiría  intrusión política en fiscales y jueces… Promesas ahora claramente vacías. Es evidente la flexibilidad del sistema judicial para acoplarse a las  disposiciones del gobierno de turno y servir como justicia vengativa en  contra de adversarios. Bolivia merece y necesita urgentemente reformas  profundas para garantizar una justicia imparcial sin preferencias políticas o  indultos; y así servir eficazmente en la reinstauración del cuerpo  institucional boliviano actualmente plagado de influencias oportunistas.