En esta elección a los mexicanos nos hicieron escoger entre dos historias abismalmente distintas.
Por un lado, la historia de la esperanza. Una narrativa cuyo principal argumento es que México va por el rumbo correcto. Falta mucho, pero vamos en el rumbo de poner a los pobres primero y de mejorar el poder adquisitivo de las familias trabajadoras mexicanas.
Por el otro lado, la historia del miedo. Del encono. La idea de que López Obrador ha destruido a México, que estábamos mejor antes y que, de continuar por el camino actual, pronto nos convertiríamos en una dictadura.
Hoy los votantes han hablado. Con una contundencia sin precedente, nos dijeron que, en su opinión, la primera narrativa es correcta.
México quiere poner la esperanza por encima del miedo. La generosidad por encima del encono. En la opinión de una avasalladora mayoría el país va por mejor camino ahora del que iba antes.
Los números son evidentes. La elección fue un clamor. En una jornada electoral histórica en tamaño y en la contundencia del mensaje, el mexicano dijo “no más”. No más un país que ponga a un puñado por encima del resto. No más un país de pobreza y desigualdades.
Lo que sucedió en esta elección fue también una bofetada con guante blanco a los ideólogos de la transición democrática. A quienes por décadas han argumentado que, desde hace décadas, México se había convertido en una democracia. Pero que no nos sabían explicar por qué, a pesar de que México era una democracia electoral de contrapesos, de instituciones autónomas y con un instituto electoral ejemplar, no lograba darle resultados a la mayoría de la gente.
Los ideólogos de la transición defienden y siempre han defendido una democracia procedimental, que, en los hechos, era una farsa. Que era una cruel dictadura contra los pobres con instituciones autónomas fabulosas.
Para ellos, el mensaje de esta elección fue durísimo: si se quiere “salvar la democracia liberal” no se puede continuar hablando de democracia de dientes para afuera. Tienen que empezar por construir una agenda que atienda las necesidades de la gente y dejar de centrar la discusión es cuestiones puramente procedimentales.
Si los resultados dados a conocer en la noche del conteo se mantienen. Habrá alta posibilidad de que Morena y sus aliados logren la mayoría calificada en ambas cámaras. Aun si no lo hace, podrán convencer a unos pocos diputados de cualquier fuerza opositora y lograrlo. Esto es algo no visto desde 1985.
Esto es un llamado de atención a la oposición, sobre todo al PRI-PAN. Su estrategia en esta elección no fue un fracaso, fue un rotundo fracaso. Un fracaso nunca viso en la historia democrática de México. No entendieron al país, ni remotamente. Las dirigencias partidistas deben renunciar si tienen dignidad.
La victoria democrática de Sheinbaum no tiene precedente desde 1988. El país habló. Y a las oposiciones les toca recomponerse. Les es urgente hacerlo.