Las riquezas de gas natural de Qatar han proporcionado al emirato unos bolsillos aparentemente sin fondo para pagar la extravagancia futbolística. Pero se han dado estimaciones alucinantes de hasta 300.000 millones de dólares para el gasto total en infraestructuras durante la última década. En cambio, el Mundial de Brasil 2014 costó unos 11.500 millones y el de Rusia 2018 unos 14.000 millones.
Con los organizadores de Qatar desesperados por convencer al mundo del legado duradero del evento -empañado por una investigación de corrupción, y por las críticas al historial de derechos de Qatar e incluso al uso de aire acondicionado en los estadios- es probable que haya más costos. Miles de obreros están trabajando durante la noche para terminar algunos hoteles, bloques de apartamentos y carreteras.
Según un estudio de la empresa polaca de servicios financieros Conotoxia, no solo las entradas para los partidos de Qatar son las más caras de la historia de la Copa Mundial, sino que los precios de los viajes y el alojamiento también están por las nubes. Mientras que las entradas tienen descuentos para los locales, para los aficionados que viajan, las entradas de la fase de grupos cuestan entre 70 y 220 dólares, y los partidos de la fase eliminatoria entre 600 y 1.600 dólares.
Aparte de las entradas, Conotoxia calcula que el viaje más barato para dos personas, de 10 días, a Doha durante el torneo -incluyendo los vuelos desde Nueva York, el alojamiento, el alquiler del coche y el dinero para comida y bebida- costaría 5.400 dólares. Otro estudio de Hull Financial Planning sugiere que los aficionados deberían presupuestar 9.600 dólares cada uno para un viaje similar.
Ronan Evain, director ejecutivo de Football Supporters Europe, un grupo que agrupa a los aficionados al fútbol de toda Europa, declaró, según DW Sports: “Hay un problema sistémico que consiste en que los organizadores de los torneos generalmente no se preocupan lo suficiente por los aficionados que viajan, o en el caso de Qatar, tienen una oferta que no se ajusta al perfil real y al presupuesto de la gente que viaja”.
La FIFA ha alabado los preparativos de Qatar y los ocho estadios diseñados para resaltar la tradición y la cultura árabes. “Juntos ofreceremos el mejor Mundial de la historia, dentro y fuera del campo”, reafirmó esta semana su presidente Gianni Infantino.
Pero los grupos de derechos siguen presionando a la FIFA y a Qatar para que se rasquen el bolsillo y compensen a los trabajadores del sur de Asia que murieron o resultaron heridos en el frenesí de la construcción desde que se adjudicó el torneo en 2010.
“Hay familias que han quedado endeudadas por los trabajadores que se trasladaron a Qatar para construir esta infraestructura y murieron. Al menos podemos arreglarlo antes de que empiece el Mundial”, dijo Rothna Begum, del grupo de campaña Human Rights Watch. “El foco de atención se perderá después del Mundial. Es difícil celebrar estos juegos sabiendo que estas familias no tienen nada”.
Los periódicos qataríes han culpado a una “conspiración” de los medios de comunicación europeos por las críticas a los derechos laborales y LGBTQ. Qatar es uno de los 70 países donde la homosexualidad está penalizada, pero ha insistido en que todos son “bienvenidos”.