El mundo laboral está cambiando, nuestros espacios de trabajo deberían reflejarlo

Hace unas semanas, el World Economic Forum publicó datos que demuestran que las renuncias voluntarias entre los jóvenes afectan al 60% de las empresas. Los sectores más afectados son el tecnológico y digital (32%), el de producción (28%) y el de marketing y ventas (27%). Los que deciden cambiar de trabajo son principalmente personas de entre 26 y 35 años, que constituyen el 70% de la muestra analizada.

Esta tendencia, que ha sorprendido especialmente a las empresas implicadas, se atribuye a tres factores principales: la recuperación del mercado, la búsqueda de condiciones económicas más satisfactorias y la esperanza de encontrar un mejor equilibrio entre vida profesional y vida privada en otro lugar.

Estos datos muestran claramente la profunda división entre generaciones cada vez más distantes en muchos aspectos: por un lado, los hijos de los años 60, que siguen ocupando los puestos más altos dentro de las empresas, y por otro, los millennials y la Gen Z.

Según un reciente estudio llevado a cabo por WeWork, con el objetivo de comprender mejor estas nuevas dinámicas, se han identificado varios factores clave que son especialmente valorados por estos jóvenes profesionales, los cuales desafían las nociones tradicionales del éxito y la satisfacción laboral.

Desde el punto de vista de la integración social, el trabajo sigue siendo uno de los factores principales, si no el más importante. Esto significa que la forma en que la sociedad nos percibe y, en consecuencia, cómo nos percibimos a nosotros mismos, depende en gran medida del papel que desempeñemos dentro del mercado laboral.

Prueba de ello es el respeto y el temor que a menudo se siente ante directivos, profesores universitarios o maestros de primaria, y, en el lado opuesto, la condescendencia con la que a menudo se miran las profesiones poco cualificadas, vistas como un recurso alternativo para algunos y el último recurso para otros. A este respecto, se piensa, por ejemplo, en la lógica de al menos crear empleo, a menudo utilizada para justificar empleos con formas contractuales a las que nadie aspiraría, que rozan la explotación.

El estudio de WeWork revela que, para la Generación Z, la flexibilidad laboral no es simplemente una ventaja adicional, sino una necesidad fundamental dentro del entorno de trabajo moderno. Esta generación muestra una clara preferencia por la posibilidad de trabajar desde casa, lo cual les permite gestionar mejor su tiempo y sus responsabilidades personales y profesionales.

Según Mara Brizio, Head of People en WeWork México, las organizaciones que logren alinearse con estas expectativas no solo se posicionarán mejor en el mercado laboral, sino que también podrán atraer y retener a los jóvenes talentos con mayor efectividad.

Además de la flexibilidad en cuanto a la ubicación de trabajo, los jóvenes profesionales de la Generación Z valoran enormemente el equilibrio entre su vida personal y laboral. Para el 56% de ellos en México, este equilibrio es una prioridad fundamental.

Esta búsqueda de armonía se traduce en una demanda de horarios laborales estables pero también flexibles, rechazando firmemente la cultura de la disponibilidad constante que exige trabajar horas extra sin una justificación adecuada.

En términos de remuneración, la Generación Z no se conforma fácilmente. Según datos de Indeed, LinkedIn y CensusWide, estos jóvenes están dispuestos a cambiar de empleo con frecuencia si consideran que su posición actual no ofrece las condiciones deseadas. Este fenómeno, conocido como “ghosting laboral”, demuestra una tendencia preocupante: los jóvenes abandonan sus empleos sin previo aviso o ignoran ofertas laborales que no cumplen sus expectativas de manera radical.

La adopción de tecnología avanzada es otro de los elementos cruciales en las preferencias de la Generación Z. Las habilidades en inteligencia artificial y otras tecnologías emergentes son especialmente valoradas, como lo indican estudios de Microsoft y LinkedIn. Los líderes empresariales muestran una inclinación a contratar candidatos jóvenes con estas competencias, considerando que ocuparán progresivamente los puestos de relevancia en sus organizaciones.

Finalmente, una cultura inclusiva y respetuosa del tiempo de los trabajadores se destaca como una prioridad inquebrantable para la Generación Z. El 70% de estos jóvenes manifiestan una apertura a cambiar de trabajo en busca de mejores condiciones y oportunidades que les permitan desarrollarse profesional y personalmente. En este sentido, WeWork se presenta como un aliado estratégico para las empresas que buscan adaptarse a estas nuevas exigencias, proporcionando espacios de trabajo flexibles que promuevan un entorno moderno y adaptable a las necesidades de los profesionales más jóvenes.

Nadie duda de la importancia del trabajo como dimensión estructural de cualquier contexto social, en cuya construcción todos pueden participar también a través del trabajo asalariado. Por esta razón, el enfrentamiento no puede ser entre el trabajo en su forma del siglo XX, ya agotada, y el desempleo: sería un resultado evidentemente desventajoso para ambas partes.

Un primer paso podría ser empezar a comprender situaciones distintas a la propia, cambiando así la narrativa sobre los jóvenes indecisos, cuyas elecciones poco meditadas podrían parecer síntomas de inmadurez, y preguntarse cómo un lugar de trabajo puede, hoy en día, ser totalmente atractivo. Uno puede estar dispuesto a recibir un salario más bajo si ello implica una mayor adecuación entre el sentido del trabajo que realiza y la dirección que quiere dar a su vida, pero eso no significa que esté dispuesto a aceptar cualquier cantidad a pesar de todo.

El cambio radical de perspectiva que ofrecen los nuevos trabajadores representa un punto de ruptura. Como suele ocurrir, los acontecimientos históricos pueden considerarse al menos de dos maneras distintas: como una fuente de crisis, continuando obstinadamente en la misma dirección, o como puntos de inflexión, oportunidades para cambiar de rumbo, revisar la propia ruta y descubrir que el destino, y por tanto el rumbo, no son inmutables.