La semana que Rusia invadió Ucrania, el precio del pan aumentó 35 por ciento en Yemen. En los últimos meses, la falta de granos causó la paralización de actividades en los molinos de trigo y el cierre de las panaderías en Líbano. Y en Kenia hay una escasez de aceite de cocina.
Mientras Estados Unidos y Europa planean sus siguientes rondas de sanciones para dejar a Rusia sin los ingresos que financian su guerra, hay una preocupación cada vez mayor de que las repercusiones están acrecentando un alarmante problema de seguridad alimentaria en todo el mundo que no será fácil de revertir. Los responsables políticos han estado trabajando con celeridad a fin de diseñar planes para destrabar cadenas de suministro y ofrecerles a los países en desarrollo financiamiento para sus alimentos, pero los elevados costos de los energéticos junto con las limitadas exportaciones de Rusia y Ucrania amenazan a algunas de las poblaciones más vulnerables del mundo.
El presidente de Rusia, Vladimir Putin, ha aprovechado y agravado la crisis al detener las exportaciones de alimentos y cereales de esa región y utiliza el desabasto a fin de presionar a Occidente para que suspenda sus sanciones. Hasta ahora, altos funcionarios de Estados Unidos y Europa han rechazado esa opción, al mismo tiempo que también debaten cómo ampliar las sanciones sin aumentar los daños colaterales.
La participación fundamental de esa región en la cadena de suministro de alimentos ha tenido un efecto en cascada al impulsar el aumento de los precios de los alimentos a nivel mundial. Gran parte de los granos y fertilizantes del mundo proceden de Rusia, Ucrania y Bielorrusia. Rusia y Ucrania juntas exportan cerca del 30 por ciento del trigo del mundo y el 75 por ciento de su aceite de semillas de girasol. La reducción de esos suministros, junto con la incertidumbre acerca de la duración y el alcance de las sanciones de Occidente, ha hecho que otros gobiernos detengan las exportaciones para que los países puedan acumular mercancías.
En su último informe de las Perspectivas Económicas Mundiales, el Banco Mundial señaló que casi la mitad de la población de los países de bajos ingresos enfrenta un desabasto de alimentos, lo cual casi siempre conduce a una inestabilidad social.
“En algunas regiones, hay un enorme riesgo de desnutrición y de una situación de hambre cada vez más profunda e, incluso, de hambruna”, explicó David Malpass, presidente del Banco Mundial, cuando a principios de junio advertía de una estanflación a nivel mundial.
Por lo general, la población de las economías emergentes gasta casi todo su presupuesto diario en alimentos y ese gasto está aumentando. De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, en mayo, los precios de los alimentos habían aumentado casi un 30 por ciento de lo que costaban un año atrás, impulsados por los precios al alza del cereal y la carne.
Los precios en aumento de los fertilizantes, inducidos por las sanciones a Rusia y Bielorrusia, junto con los elevados precios de los energéticos en el mundo, están agravando la magnitud del desabasto alimentario al hacer que resulte más caro producir y transportar alimentos en todo el mundo.
“Sin fertilizantes, el desabasto irá del maíz y el trigo a todos los cultivos básicos, como el arroz, y tendrá un impacto demoledor para miles de millones de personas en Asia y también en Sudamérica”, señaló António Guterres, secretario general de la ONU.
El incremento de los precios está provocando nuevas oleadas de proteccionismo. Países como Indonesia, India y Malasia han restringido sus exportaciones de aceite de cocina, trigo y pollo a fin de proteger sus mercados internos. De acuerdo con el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, alrededor de 20 países tienen algún tipo de control de sus exportaciones para reducir el efecto de los elevados precios de los alimentos.
Este problema es especialmente molesto porque gran parte de la crisis alimentaria se puede atribuir al sabotaje ocasionado por e gobierno ruso.
“Es la guerra la que está provocando que esto suceda”, dijo en una entrevista Paschal Donohoe, ministro de Finanzas de Irlanda. “Pero los responsables políticos de Europa, Estados Unidos y del G7 son muy conscientes de los peligros que, más adelante en este año, podrían enfrentar los países en desarrollo con respecto a la seguridad alimentaria”.
Donohoe, quien también es presidente del Eurogrupo, un grupo de ministros de Finanzas europeos, mencionó que los legisladores están trabajando para diseñar las sanciones del tal modo que se reduzca al mínimo la inflación alimentaria. En Estados Unidos, el Departamento del Tesoro ha emitido varias excepciones a las sanciones, o licencias generales, que tienen como fin permitir que siga habiendo exportación de alimentos.
A pesar de estos esfuerzos, hay quienes temen que las iniciativas de castigar a Rusia estén teniendo efectos colaterales no deseados.
Este mes, la Unión Europea aprobó un nuevo paquete que prohibirá la mayor parte de las importaciones de petróleo ruso. Con el fin de endurecer las restricciones, también está introduciendo de manera progresiva un veto a las aseguradoras marítimas de los barcos cargueros de Rusia, que es una medida destinada a entorpecer la capacidad de Rusia de reorientar su petróleo a otras partes del mundo.
Funcionarios del Departamento del Tesoro han advertido contra esta medida por temor a que la carga de alimentos también se vea afectada. Si las aseguradoras se vuelven demasiado cautelosas respecto a la violación de las sanciones, podrían incurrir en lo que el gobierno denomina “autosanción”, que sucede cuando se niegan a transportar cualquier carga por temor a que pueda meterlas en problemas. Para evitarlo, el gobierno de Biden ha recordado a las empresas agrícolas y navieras que las sanciones estadounidenses no les impiden comprar y transportar fertilizantes rusos.
La secretaria del Tesoro, Janet L. Yellen, dijo en abril que Estados Unidos está elaborando sus sanciones con atención al suministro mundial de alimentos.
“Incluso mientras seguimos intensificando nuestras sanciones y otras medidas económicas contra Rusia”, dijo, “reiteramos nuestro compromiso de autorizar actividades humanitarias esenciales y otras relacionadas que beneficien a la gente en todo el mundo, asegurando la disponibilidad de alimentos básicos y productos agrícolas”.
Sin embargo, algunos expertos en desarrollo afirman que estos compromisos no se están cumpliendo y que la reacción negativa a las sanciones también está llegando a África.
En una cumbre de la Unión Europea celebrada a finales de mayo, Macky Sall, presidente de la Unión Africana, advirtió a los funcionarios que la suspensión a los principales bancos rusos en el sistema internacional de mensajería SWIFT estaba impidiendo la capacidad de los países africanos para comprar alimentos y fertilizantes rusos.
“Cuando el sistema SWIFT se interrumpe, significa que aunque haya productos, el pago se vuelve complicado, si no imposible”, dijo Sall, que también es presidente de Senegal.
A medida que la guerra en Ucrania se prolonga y el desabasto de alimentos empeora, es probable que se intensifique el debate sobre la posibilidad de reducir algunas sanciones, si esto puede evitar hambrunas.
Ian Mitchell, del Centro para el Desarrollo Global, afirmó que Ucrania se había convertido en un imán de ayuda humanitaria a nivel global en perjuicio de los países de bajos ingresos en Medio Oriente, África y Centroamérica que ya estaban enfrentando inseguridad alimentaria y que ahora deben hacer frente a precios más elevados. Mitchell sostuvo que se debería discutir una exención de las sanciones.
“Se debe considerar con seriedad si hay algunas concesiones al margen que combatan esa adversidad, incluso cuando es evidente quién es el agresor en la guerra”, señaló Mitchell. “¿La reducción de algunas de estas sanciones en verdad tendrá una incidencia drástica en los cálculos de Rusia?”.
Según los analistas, ese dilema es precisamente con lo que está contando Putin.
“Es reprobable que Rusia mantenga secuestrado el suministro de alimentos”, señaló Alex Zerden, exfuncionario del Departamento del Tesoro en los gobiernos de Obama y Trump. “El hecho de que estén tratando de negociar la reducción de sanciones para que haya algunas exportaciones de granos demuestra que Rusia puede aumentar de manera unilateral el suministro de alimentos a nivel mundial para ayudar a quienes están en mayor peligro”.
Mientras tanto, los grupos de ayuda humanitaria enfrentan dificultades para entregar asistencia a los países pobres, ya que la inflación complica sus propios presupuestos.
El Banco Mundial se ha comprometido a invertir 12.000 millones de dólares en nuevos proyectos durante los próximos 15 meses para apoyar a los agricultores y facilitar el comercio, y muchas de las principales instituciones financieras internacionales se han comprometido a poner en marcha planes de ayuda y financiación para ayudar a aliviar la escasez de alimentos.
Para muchos países, esto podría ser demasiado tarde.
Tjada D’Oyen McKenna, directora ejecutiva del grupo humanitario Mercy Corps, afirmó que las sanciones están teniendo consecuencias imprevistas para las comunidades más vulnerables y que el aumento de los precios de envío y el control de las exportaciones está empeorando la situación. Su equipo ha intentado compensar el aumento de los costos de los fertilizantes en Colombia y ayudar a los medianos productores de leche en el Líbano a aumentar su capacidad, pero debido a la inflación el dinero de la ayuda no rinde tanto como antes.
McKenna dijo que en Yemen se han tenido que reducir las raciones, de modo que las familias únicamente reciben harina de trigo y aceite para cocinar, pero no frijoles ni sal. El impacto de la guerra en Ucrania, explicó, se está sintiendo lejos del conflicto.
“Todo el mundo está observando la recepción y el apoyo que está recibiendo Ucrania y viendo cómo diferentes países de Oriente Medio y África no han recibido el mismo apoyo”, dijo McKenna. “Se han revertido décadas de progreso en materia de pobreza”.