Xi Jinping consolidó el viernes su condición como el líder más importante de China en décadas al asumir un nuevo mandato como presidente, mientras prepara al país para una era de rivalidad entre superpotencias y trata de reactivar una economía golpeada.
La votación unánime sobre la presidencia por parte de la asamblea legislativa, controlada por el Partido Comunista, formalizó el dominio continuado de Xi en la política china, después de que ya se hubiera adjudicado un nuevo mandato como líder del partido en octubre. Seguirá ostentando las tres principales coronas del poder en China -el partido, el ejército y el Estado- sin rivales ni posibles sucesores que le disputen la atención.
Con su poder personal asegurado, Xi, de 69 años, se presenta ahora como el líder fuerte que China necesita en un mundo hostil, desoyendo las críticas de que su estilo autocrático agrava los peligros del país.
La mano dura del partido en la búsqueda del “Covid cero” ha lastrado la economía, ha desencadenado protestas generalizadas y ha aumentado la preocupación de los inversores sobre las perspectivas de crecimiento a largo plazo del país. Bajo el mandato de Xi, las relaciones de China con Occidente se han vuelto cada vez más tensas, especialmente por la creciente presión de Pekín sobre Taiwán y la cercanía de China a Rusia a lo largo de la guerra de Ucrania.
El Partido Comunista ha aprovechado una reunión de la Asamblea Popular Nacional, el órgano legislativo, en Pekín para instar a la nación a unirse en torno a Xi. En una reunión con líderes empresariales esta semana, Xi sugirió que la animosidad occidental era la culpable de algunos de los problemas económicos de China y dio el raro paso de acusar abiertamente a Estados Unidos de “contención, cerco y supresión total”.
“En el próximo periodo, los riesgos y desafíos a los que nos enfrentamos serán cada vez más numerosos y sombríos”, dijo Xi a los empresarios, miembros de un consejo asesor. Instó a los funcionarios a mantener “la calma y la concentración”, al tiempo que se preparaban para la “lucha”.
Xi se dispone a instalar a sus funcionarios de confianza en una nueva alineación gubernamental que llevará a cabo su programa de reactivar el crecimiento y proteger a China contra las amenazas internas y externas. Ha tratado de garantizar a las inquietas empresas privadas que cuentan con el apoyo del partido. Ha iniciado una reorganización del gobierno para controlar mejor los riesgos financieros y fomentar la innovación científica nacional.
Pero los mensajes de Xi pueden ser contradictorios.
Aunque ha tendido una mano amistosa a las empresas privadas, describiéndolas como “uno de los nuestros”, les ha recordado que deben servir a las prioridades del partido, incluidas la seguridad nacional y el desarrollo rural. Las advertencias de Xi contra Occidente pueden ayudar a consolidar el apoyo en casa, pero una postura más beligerante corre el riesgo de aumentar las tensiones con Washington y socavar la recuperación económica de China.
“Este periodo va a ser importante para ver si Xi se arrepiente o no. Yo no esperaría que cambiara mucho de lo esencial”, afirmó en una entrevista Christopher K. Johnson, antiguo investigador de la CIA y miembro del Centro de Análisis de China de la Asia Society. “Xi no está en una ‘ofensiva de encanto’ en la que busque corregir el error de sus formas”.
Al menos por ahora, Xi ha dado señales de que está dispuesto a hacer frente a Estados Unidos por sus sanciones y restricciones a las empresas chinas y su creciente despliegue militar en Asia. La Asamblea Popular Nacional tiene previsto aprobar este año un aumento del 7,2% del gasto militar chino, lo que aumentará el potencial del Ejército Popular de Liberación para proyectar su poder lejos de las costas chinas.
Xi y el presidente Biden se habían esforzado por frenar las tensiones, pero sus esfuerzos se han visto superados por las disputas sobre un globo de vigilancia chino y la acusación de la administración Biden de que Pekín estaba considerando enviar apoyo letal a las fuerzas rusas que luchan en Ucrania. El ministro de Asuntos Exteriores chino, Qin Gang, afirmó esta semana que Pekín “no ha proporcionado armas a ninguno de los bandos del conflicto”.
Para minimizar las vulnerabilidades externas de China, Xi ha hecho hincapié en reducir la dependencia de las tecnologías y los conocimientos de Occidente, y en fortificar el país contra las amenazas a la seguridad alimentaria y energética.
El congreso de Pekín se ha organizado para mostrar apoyo a las políticas interior y exterior de Xi. Los 2.952 delegados del congreso -seleccionados por su lealtad al partido- se pusieron en pie para aplaudir a Xi después de haber votado todos a favor de mantenerlo como presidente. Mientras se desarrollaba la votación, Xi se sentó en el podio para charlar largo y tendido con su número dos, el próximo primer ministro chino, Li Qiang, que se espera que se centre en el crecimiento.
Xi abrió el camino para su tercer mandato como presidente mediante la ingeniería de un cambio constitucional en 2018 que abolió lo que había sido un límite de dos mandatos para ese cargo. En aquella ocasión, tres delegados legislativos se abstuvieron, mientras que dos se atrevieron a votar en contra del cambio.
El crecimiento económico se desaceleró al 3 por ciento el año pasado, por debajo de lo esperado, ya que las empresas y las cadenas de suministro soportaron el peso de los cierres de Covid y las cuarentenas masivas en todo el país. El desempleo entre los jóvenes urbanos aumentó hasta casi el 20% en los peores meses de 2022.
“Soy optimista: en cuanto termine la Asamblea Popular Nacional y Li Qiang haya asumido plenamente el poder, China pondrá en marcha medidas para aumentar la confianza del sector privado”, afirmó Wang Xiangwei, ex redactor jefe del diario hongkonés The South China Morning Post.
Xi y sus principales lugartenientes aún no han ofrecido respuestas concretas al profundo malestar existente en la comunidad empresarial privada china por el papel cada vez más intrusivo del gobierno y las restricciones a la inversión privada. Pekín ha estado exigiendo a las empresas que transfieran una pequeña participación y un puesto en el consejo de administración al gobierno y ordenando a las compañías que consulten con las células del Partido Comunista instaladas en sus empresas. Aunque China intente restablecer la confianza de los inversores, muchas de esas políticas podrían mantenerse.
“Kou Chien-Wen, profesor de la Universidad Nacional Chengchi de Taipei especializado en política china, afirmó que los dirigentes chinos se enfrentan ahora a lo que consideran un entorno inseguro dentro y fuera del país, por lo que están tomando medidas para concentrar el poder y no dejarlo escapar.
Los informes de los medios de comunicación estatales sobre las reuniones de Xi con empresarios durante la sesión legislativa anual trataron de enfatizar la expectativa del partido de que los empresarios sirvan a las prioridades de su partido, a cambio de su apoyo. Los informes destacaron a un empresario rural al que se citó afirmando que las empresas deberían invertir en agricultura. También se habló de Robin Zeng, fundador de CATL, uno de los principales fabricantes de baterías para coches eléctricos, que ha dado a China una posición de liderazgo en una tecnología clave. China considera prioritario alcanzar la independencia en el sector de los coches eléctricos y otras grandes industrias del futuro.
En la reunión con Xi, según los informes, Zeng habló de la dependencia de China del exterior para obtener minerales estratégicos. Afirmó que China debería hacer más para garantizar el acceso a estos recursos “ascendentes” que suministran materias primas a los fabricantes. Una vez más, Xi aprovechó la ocasión para advertir de las amenazas a la seguridad de China.
“Algunos de los que quieren asfixiarnos quieren empezar desde arriba”, respondió Xi, según el relato oficial de la reunión. “Cuando están jugando un juego de suma cero con nosotros, tenemos que dejarnos una salida”.