El pasado 2 de octubre del 2022 la primera vuelta de las elecciones presidenciales de Brasil estuvo marcada por una alta polarización que vive el país: una división casi del 50-50 entre centroizquierda y ultraderecha. El expresidente izquierdista ‘Lula’ da Silva obtuvo 5 puntos más que su principal rival, el actual presidente ultraderechista Jair Bolsonaro, con 48,43% de los votos y 43,2% de los votos respectivamente. Debido a que ningún candidato obtuvo más del 50% de los votos, Brasil irá a segunda vuelta el 30 de octubre.
Esta polarización política curiosamente se refleja también en el territorio, pues el norte y el noreste dan su voto a Lula da Silva, mientras que el sur y el sudeste apuesta por Bolsonaro. En la primera vuelta, los brasileños también eligieron gobernadores, 513 diputados, un tercio del senado y representantes en las asambleas legislativas regionales. Unos 156,4 millones de personas estaban habilitadas para votar, y el voto es obligatorio para los ciudadanos entre 18 y 69 años. Se inscribieron 12 candidaturas para la presidencia de Brasil, pero las ‘estrellas’ que se robaron la atención desde el inicio fueron Lula y Bolsonaro.
Brasil actualmente cuenta con un sistema electoral bastante particular, donde se utiliza la representación proporcional de lista abierta. Las urnas utilizadas fueron electrónicas, con batería propia y una pantalla muy visual para facilitar el voto a las personas que no sepan leer o escribir. El electorado está distribuido en 5.570 municipios y 181 ciudades en el exterior. De hecho, el electorado exterior ha crecido un 39,21% desde el 2018, que corresponde a un 0,45% del electorado total habilitado. El colegio electoral brasileño más grande es el de Sao Paolo, con el 22,16% de todos los votantes.
Siendo el país en Latinoamérica con el mayor PIB nominal (USD 1 650 000 millones en el 2021), y ubicado en la onceava posición a nivel mundial, es común preguntarse como Lula y Bolsonaro son los candidatos disputando la presidencia de la mayor democracia de América Latina. El duelo se puede resumir entre un expresidente que fue encarcelado en el 2018 por cargos de corrupción, y un actual presidente que está copiando las tácticas de Trump al cuestionar la legitimidad del sistema electoral – donde la posibilidad de un golpe de estado si llega a perder es alta. Cabe resaltar que el contexto tampoco ayuda, ya que el país está experimentando una inflación y unas tasas de interés históricamente altas.
Debido a la polarización extrema del país, es difícil predecir quién ocupará la silla presidencial brasileña. Sin embargo, se puede afirmar que ambos candidatos traen consigo mismos grandes consecuencias económicas y sociales si son elegidos. El resultado será clave para el futuro del país, pero es difícil imaginar que alguno de los dos representará un cambio positivo.
El expresidente Lula afirma que sus políticas se enfocarán en la “restauración de las condiciones de vida de la gran mayoría de la población brasileña, la que más sufre la crisis, el hambre, el alto costo de la vida, aquellos que han perdido sus trabajos, hogares y vida familiar”. Siendo un candidato de tinte más populista, es probable que este incremente el gasto público, lo cual generará un aumento en el déficit fiscal, generando bastantes dudas ya que habrá que pensar cómo financiarlo, y debido a su pasado bastante corrupto, es difícil imaginar que los fondos obtenidos sean implementados adecuadamente.
Además, un gobierno liderado por Lula podría implicar una inflación presente de dos dígitos, y la inversión extranjera podría disminuir de manera significativa debido al retorno del populismo. Las tasas de interés ya se encuentran en niveles bastante altos, y será bastante difícil subirlas para volver la moneda doméstica más atractiva. Sin embargo, se puede destacar su preocupación por el cuidado del medio ambiente, en especial el Amazonas, y el atraso educativo que dejó la pandemia.
Por otro lado, el líder del Partido de los Trabajadores, Bolsonaro, asegura que “El gobierno reelecto de Bolsonaro continuará implementando cambios estructurales y reformas (que no son más completos debido a la pandemia de COVID-19 y la guerra entre la Federación Rusa y Ucrania), con el objetivo de mejorar la eficiencia del gasto público”. Es cierto que, si Bolsonaro tuviera un segundo mandato, y continúa reduciendo el déficit fiscal, la inflación descendería a los niveles previos. Pero el movimiento ‘Bolsonarista’ trae bastantes consecuencias ejemplificadas en la mayor parte por su respuesta catastrófica contra la pandemia del covid-19. Una re-elección significaría una continuación de la violencia policial en las favelas, una ideología armamentista, más rupturas en la política exterior, entre otros.
El actual panorama macroeconómico que caracteriza a Brasil apunta hacia la derecha, ya que las medidas populistas que incrementan el gasto son mucho más riesgosas. Todo indica que la segunda vuelta va a estar igual de polarizada, pero no se sabe cuál candidato podría ser el ‘menos peor’. A través de promesas de propuestas sociales como “113 dólares mensuales a las familias necesitadas”, ambos candidatos están tratando de recoger la mayor cantidad de votos, distrayendo a la población de todas las fallas que los dos candidatos han cometido estando en el poder. Será interesante observar si el candidato electo podrá abordar los distintos desafíos presentes hoy en día en Brasil y devolver el país al camino del crecimiento.