El candidato centrista Emmanuel Macron será presidente de Francia cinco años más tras derrotar este domingo con claridad a su rival de extrema derecha, Marine Le Pen, en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. Macron ha ganado con un 58,54% de votos frente al 41,46% de Le Pen, según el recuento del Ministerio del Interior con el 100% escrutado.
La abstención de en torno al 28%, la más alta desde 1969, evidencia el desinterés de una parte del electorado y el rechazo de otra parte a elegir entre los dos finalistas. El primer desafío del nuevo mandato de Macron será recoser una Francia cuyas divisiones profundas se han expresado en estas elecciones.
“El voto de este día”, declaró el presidente, “nos obliga a considerar todas las dificultades y las vidas vividas, y responder con eficacia a las cóleras que se han expresado”
Macron, de 44 años, ha eludido el habitual castigo al jefe de Estado en las elecciones francesas. Es el primer presidente de la República reelegido desde que en 2002 se abrevió el mandato de siete a cinco años. Desde la primera elección del cargo por sufragio universal en 1965, solo François Mitterrand y Jacques Chirac han tenido un doble mandato electo.
Le Pen, de 53 años, ha perdido con nitidez, pero ha dado un salto adelante respecto a los resultados de 2017, cuando sacó un 34% de votos frente al 66% de Macron. Esta vez puede exhibir el mejor resultado de la historia para el nacionalismo populista que ella lidera. Nunca se había quedado tan cerca del poder.
Macron, acusado con frecuencia de arrogancia y desprecio, intentó hacer un ejercicio de humildad en un discurso breve y solemne poco antes de las 22.00 horas ante la Torre Eiffel. Dio las gracias a los ciudadanos de izquierdas que, aunque contrarios a su proyecto, votaron por él para evitar la victoria de la extrema derecha: “Su voto me obliga para los años venideros”. También tuvo unas palabras para los abstencionistas: “Su silencio ha significado un rechazo a elegir al cual debemos responder”. Y para los votantes de su rival: “Sé que, para muchos compatriotas que han elegido a la extrema derecha, la cólera y los desacuerdos que les han llevado a votar por este proyecto deben encontrar respuesta”.
Le Pen, en un discurso minutos después de conocerse las primeras estimaciones a las 20.00 horas, declaró: “El resultado de esta noche representa por sí mismo una victoria esplendorosa”. Y añadió: “Millones de compatriotas han elegido el campo nacional”.
Veinte años después de que el patriarca ultra Jean-Marie Le Pen alcanzase por primera vez la segunda vuelta para quedarse con un 18% ante el entonces presidente, Chirac, su hija avanza en la transformación de la extrema derecha en una opción aceptable para cerca de la mitad de los votantes. Ha dejado de asustar a muchos franceses, pero no a todos.
El éxito de Macron es considerable teniendo en cuenta que termina un quinquenio marcado por la revuelta de los chalecos amarillos, la pandemia y la guerra de Ucrania, y en un país donde el voto antisistema está más alto que nunca. Con el nuevo quinquenio, y salvo accidente imprevisible, Macron habrá gobernado Francia durante una década, tiempo suficiente para dejar su huella en el país y en la Unión Europea.
El actual jefe de Estado, que cuenta con una base de votantes sólida de aproximadamente un tercio del electorado, ha resultado para la mayoría el más fiable a la hora de gestionar el país ante un mundo en crisis. También ha recogido una buena parte de los apoyos de votantes de izquierdas en la primera vuelta del 10 de abril. Estos han votado por él, pero no por convicción.
El éxito del presidente de la República no es completo. Queda muy por debajo del 66% de hace cinco años. La extrema derecha y otras fuerzas que desafían al sistema salen reforzadas. Y el hundimiento de la derecha tradicional de Los Republicanos y del Partido Socialista ha dejado a Francia sin alternativa moderada al hipercentro de Macron.
La alta abstención revela la desconexión de una parte de los ciudadanos con el proceso electoral. Pero también demuestra las dificultades crecientes del presidente para movilizar a los votantes contra Le Pen. El frente republicano ―la unión de izquierdas y derechas contra la extrema derecha― se tambalea. Hay antilepenistas que se han quedado en casa porque se negaban a apoyar a Macron.
La derrota de Le Pen no tiene nada de dulce. Quizá esperaba perder, pero no por tanto margen. Era la tercera vez que intentaba ser presidenta y, mirado en frío, el resultado demuestra que, aunque se acerque, y aunque suavice su mensaje, y aunque se esfuerce por parecer próxima a los franceses, sigue fracasando en el objetivo de conquistar el palacio del Elíseo.
En el campo ideológico que va de la derecha dura a la extrema derecha, se abre una batalla de resultado incierto. No está claro si Le Pen seguirá, o si la dejarán seguir. Ni el papel de su partido, el Reagrupamiento Nacional (RN), ligado al clan familiar. Ni quién, si Le Pen u otros dirigentes que buscan la reunificación de todas las derechas nacionalistas, dirigirá este movimiento.
En el discurso de la derrota, Le Pen prometió: “Seguiré con mi compromiso con Francia y los franceses con la energía, la perseverancia y el afecto que ya conocéis.”
En Francia empiezan ahora los preparativos para las elecciones legislativas del 12 y el 19 de junio. Macron tratará de revalidar su mayoría en los 577 escaños de la Asamblea Nacional. Bajo qué forma, está por ver.
Ahora gobierna con una mayoría de 269 diputados de su partido, La República en marcha, del centrista MoDem y de otros pequeños partidos. La incógnita es si buscará crear un nuevo gran movimiento que abarque desde la izquierda socialdemócrata a la derecha moderada, un partido macronista, o si optará por una gran coalición de partidos más pequeños.
La otra incógnita es qué hará la extrema derecha ante las legislativas. ¿Se presentará el RN junto al partido de Éric Zemmour, el tertuliano ultra que quedó con un 7% en la primera vuelta de las presidenciales? ¿Se sumará a ellos el ala derecha de Los Republicanos?
“El bloque nacional debe unirse”, declaró Zemmour. “Construyamos la primera coalición de las derechas y los patriotas”.
Al otro lado del espectro político, Jean-Luc Mélenchon, líder de la izquierda populista y tercero en la primera vuelta de las presidenciales, ha declarado que aspira a unir a la izquierda bajo su tutela y obtener una mayoría en las legislativas que obligue a Macron a nombrarle primer ministro y gobernar con él en cohabitación.
“[La derrota de Le Pen] es una noticia muy buena para la unidad de nuestro pueblo”, dijo Mélenchon, cuyos votantes han contribuido a la victoria de Macron apostando por el presidente para frenar a Le Pen. Y añadió: “El señor Macron es el presidente peor elegido de la V República. Su monarquía presidencial sobrevive por defecto y bajo la coacción de una elección sesgada. Nada en un mar de abstención, de votos blancos y nulos”.
El Partido Socialista y Los Republicanos confían en que su sólido anclaje local les permita ganar un número aceptable de diputados, pese a que sus respectivas candidatas a la presidencia no llegaron al 5% en la primera vuelta.
Después de la sacudida de las presidenciales, las legislativas definirán el paisaje político de los próximos años y marcarán el terreno de juego del presidente Macron 2. Una elección ha terminado. La campaña continúa.