Cuando escuchamos hablar de sustentabilidad es común pensar en prácticas y procesos modernos, innovadores o de reciente creación. No obstante, no todos los avances en las maneras como utilizamos, aprovechamos y explotamos los recursos de la naturaleza son cosa de hoy. Existen ideas muy longevas sobre reducir la cantidad de desperdicio en los procesos industriales; también con respecto a la educación para formar nuevas generaciones conscientes del cuidado del medio ambiente.
Sobre las pendientes de los Alpes de Biella, en Piamonte, al norte de Italia, se extiende una alfombra de nieve y árboles que parece infinita. Sus laderas respiran la bruma de las mañanas y se pintan de los colores de las cuatro estaciones con la paciencia y constancia que pertenece sólo a las montañas. Este oasis tres veces más gran- de que Central Park fue concebido como un programa de recuperación medioambiental en los años treinta por un hijo pródigo de esa región: Ermenegildo Zegna. Enamorado de la naturaleza y conectado profundamente con su tierra natal, el fundador de la firma de moda concibió la reserva natural Oasi Zegna como una manera de preservar la relación de las personas con la montaña y su cultura para las generaciones venideras y lanzó un programa de recuperación ecológica mediante el cual se plantaron quinientas mil coníferas a lo largo y ancho de las serranías que rodean su fábrica de lana. Fue el primer ejemplo de mecenazgo medioambiental en Italia.
Ermenegildo Zegna fue un ecologista incluso antes de que ese término fuera popular. Estaba convencido de que un producto de alta calidad estaba relacionado con la belleza de los alrededores y el bienestar de la gente involucrada. Suena transgresor porque lo es; especialmente, viniendo de uno de los pilares de una industria que, según la ONU, es la segunda más contaminante del planeta —sólo después de los combustibles fósiles—: produce más emisiones de carbono que todos los vuelos y transportes marítimos internacionales juntos. Siguiendo los pasos de su padre, Ermenegildo Zegna,
Aldo y Angelo completaron la construcción de la carretera panorámica Zegna, que se extiende por catorce kilómetros y conecta la reserva con una zona residencial construida en 1963 y con una estación de esquí, para beneficio de los trabajadores de la fábrica. Esta reserva fue diseñada pensando en el contacto directo con la naturaleza a través del deporte y el turismo y para fomentar la educación medioambiental.
La firma, fundada en 1910, nació bajo la impronta de la mentalidad sostenible de don Ermenegildo, cuya visión se mantiene hasta hoy. En la industria de la moda, más de 30% de los materiales utilizados para la confección de una prenda se desecha. Con esta preocupación en mente, la marca generó el proyecto #UseTheExisting, que tiene el objetivo de mejorar, por medio de procesos innovadores, el uso de la lana y los tejidos a partir de fuentes preexistentes, como materiales desechados, así como el reciclaje de materiales como botellas de plástico y fibras de bambú para la confección de prendas. Con la promesa de revolucionar la cadena de suministro y hacer posible el sueño de cero residuos, la escenografía de su desfile otoño-invierno 2020 se hizo con materiales reciclados que incluían miles de sus propios tejidos sobrantes.
Los esfuerzos filantrópicos de la marca, que se desprenden de las convicciones de su creador, están concentrados, en su mayoría, en la Fundación Zegna, a través de la cual el grupo pone en práctica su compromiso moral de mejorar la calidad de vida de los individuos y sus comunidades, salvaguardar el medioambiente, promocionar la cultura, desarrollar el potencial de las personas y apoyar la investigación médica y científica. Algunos de sus proyectos clave son la protección de los pandas de las montañas de Qinling, China, a través del Panda Corridor Project (junto con la World Wildlife Foundation); un programa de microcréditos para poblaciones indígenas desfavorecidas, Care and Share; el combate de los tumores pediátricos mediante el desarrollo de un protocolo terapéutico innovador, en el Hospital St. Jude de China; o el proyecto Mariinsky, que apadrina la educación y formación de jóvenes mediante oportunidades de acceso a estudios en disciplinas como la música y el teatro.
La humanidad tiene sobre sí la responsabilidad de prosperar sin devastar y, por el contrario, de construir paso a paso una cultura de convivencia sana entre personas y entre especies. La visión de la familia Zegna, que ha trabajado por más de un siglo bajo estos principios, es una prueba que alimenta el optimismo de quienes creen que es posible que una marca se desarrolle respetando la naturaleza y potenciando proyectos sostenibles.