Los planteamientos de Hitoshi Oshitani ayudaron a Japón a evitar muertes y confinamientos. Hoy en día, con el aumento de las infecciones, la fatiga pandémica amenaza con hacer mas grave la pandemia en el país nipón.
Al inicio de la pandemia, se mofaban de él por sus teorías sobre cómo se propagaba el coronavirus, sin embargo, el mundo llegó a reconocer la eficacia del enfoque de las “Tres C” del científico japonés Hitoshi Oshitani para combatir el virus: evitar los espacios cerrados, los lugares concurridos y las situaciones de contacto cercano en las cuales prospera el virus.
Es una estrategia que ha ayudado a Japón a evitar miles de muertes sin un confinamiento o una cuarentena general, pero que ahora se enfrenta al reto de un alza en infecciones que aumentan rápidamente a medida que el clima se hace más frío. Oshitani teme que la nación no esté preparada.
Oshitani se ha convertido en el embajador mundial del “Modelo Japonés” gracias a su perspicaz conocimiento de cómo se transmitió el virus. Mientras la mayoría de los expertos en salud pública se centraron en el lavado de manos, medidas higiénicas de prevención y la transmisión a través de superficies; y otros países debatían sobre el uso de cubre bocas, ya desde marzo Oshitani se concentró en el seguimiento de grupos de infecciones y en asegurar que la gente evitara las Tres C.
Como resultado, el número de víctimas del virus en Japón ha sido una fracción de la de México, EEUU y muchos países europeos. Incluso cuando la vida volvió en gran medida a la normalidad. Japón ha registrado alrededor de 124.000 casos en total y el país (deteniendo la población más vieja del mundo), y ha enfrentado menos de 2.000 muertes.
Ahora la nación nipona se enfrenta a una segunda ola mas agresiva, con casos que alcanzaron un récord el jueves pasado. La capital, Tokio, registró sus cifras más altas durante dos días seguidos. La isla de Hokkaido, una de las zonas más afectadas, registró el viernes el mayor número de infecciones en su historia. Funcionarios locales de todo el país han empezado a estudiar medidas más estrictas para limitar los horarios de trabajo, aunque las autoridades estén limitadas en las medidas que pueden tomar, ya que la constitución no otorga el poder legal para hacer cumplir las restricciones de cierre.
Sin embargo, a Oshitani le preocupa que cada vez sea más difícil influir en el comportamiento en comparación con la primavera, cuando la amenaza desconocida de la pandemia obligó a la gente a cambiar sus propios hábitos. Mientras que muchos países están luchando contra la fatiga pandémica la posición de Japón es particularmente peligrosa: sin la capacidad de imponer restricciones (debido a la constitución del país), depende de la cooperación de la gente con medidas voluntarias.
“No creo que este virus desaparezca en los próximos meses, y probablemente en los próximos años, así que tenemos que encontrar la mejor manera de vivir con esto”, dijo. “Y eso es lo que todavía estamos luchando, encontrar la mejor manera”.
Visión túnel
Desde el principio, Oshitani tomó por dada la hipótesis que el nuevo coronavirus no podía ser eliminado, sólo controlado y basó su investigación desde este ángulo. Esto contrastó con su reacción al brote de SARS, contra el cual coordinó la respuesta asiática mientras trabajaba en la oficina del Pacífico Occidental de la Organización Mundial de la Salud.
“Al principio, dijo que no había manera de aplastar este virus, sino que la humanidad tenía que replantearse su actual forma de vida desde el núcleo”, dijo Kaori Muto, profesora de la Universidad de Tokio, que trabajó con Oshitani en un grupo que asesoraba al gobierno.
Analizando los datos preliminares de los centros de salud de Japón y del crucero Diamond Princess, así como a través de la discusión con sus contactos de la OMS, Oshitani se acercó rápidamente a las posibles tendencias de transmisión del nuevo coronavirus, trabajando junto con Hiroshi Nishiura, un experto en modelación matemática de enfermedades infecciosas que actualmente se encuentra en la Universidad de Kyoto.
Oshitani también confió en la experiencia adquirida a través de su trabajo anterior, recordando una reunión de investigación en la OMS que documentó que la gripe, típicamente transmitida a través de partículas y contacto, podía ser transmitida por el aire a cortas distancias. Eso lo llevó a formular la hipótesis de que lo mismo podría aplicarse al virus que acababa de surgir en Wuhan.
Meses antes que sus pares, Oshitani y Nishiura se dieron cuenta de que el virus se propagaría más fácilmente en ambientes interiores poco ventilados, y diseñaron la estrategia de las “Tres C” para hacer frente a esta fuente de transmisión. La OMS no reconoció la transmisión aérea hasta julio.
Los científicos japoneses observaron que la mayoría de las personas infectadas no transmitirían el coronavirus a otros, mientras que, a diferencia de la gripe, un pequeño grupo de súper propagadores podría ser responsable de un gran número de infecciones. En lugar de apresurarse a aumentar las pruebas e identificar a cada persona infectada como hicieron los funcionarios en otros países, las autoridades japonesas se centraron en romper las cadenas de infección. Y se dieron cuenta de cómo el virus podía propagarse entre los portadores sin síntomas, sin saber siquiera que eran infecciosos.
Aunque muchas de esas ideas son ahora comunes entre los funcionarios de salud pública, no eran generalmente aceptadas en ese momento.
“La mayoría de la gente creía que se estaba propagando como la gripe, y las teorías de Oshitani eran sólo su imaginación, o su ilusión”, dijo Tomoya Saito, director del Departamento de Gestión de Crisis de Salud del Instituto Nacional de Salud Pública.
La experiencia del SARS
El éxito inicial del Japón fue recibido con perplejidad, escepticismo o tratado como una anormalidad. Sin embargo, Oshitani se ha convertido desde entonces en un orador habitual en los circuitos de salud pública. La semana pasada, se dirigió a más de 200 funcionarios estatales y locales de los EE.UU. en un seminario web de la Universidad de Harvard para compartir datos sobre los métodos de rastreo de contactos de Japón, y casi todos los días concede entrevistas a medios de comunicación de todo el mundo.
“Es gracias a sus esfuerzos y a la forma en que presenta sus datos que comprendemos tanto sobre lo que se puede hacer hoy en día en la situación de Covid”, dijo David Heymann, profesor de epidemiología de enfermedades infecciosas en la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, que ha trabajado con la OMS durante décadas.
Oshitani, un hombre sencillo y con gafas de 61 años, a veces apenas se distingue de un funcionario promedio. Epidemiólogo de campo por formación, se formó trabajando para el organismo de desarrollo del Japón en Zambia, y ha pasado la mayor parte de su carrera como académico, actualmente afiliado a la Universidad de Tohoku. Es mucho menos conocido en su país natal que otros altos funcionarios de enfermedades infecciosas como Hugo-López Gatell en México y Anthony Fauci en los Estados Unidos, y a diferencia del sueco Anders Tegnell, nadie está tatuando su imagen en su cuerpo.
Pero los que trabajaron con Oshitani dicen que su sentimiento de urgencia, que constantemente acosaba a los funcionarios del gobierno para que hicieran más, fue crucial para la respuesta del Japón.
Oshitani sigue siendo un iconoclasta en algunas de sus opiniones. No está preocupado por encontrar cada caso individual del virus en Japón… ha criticado a las naciones occidentales por su enfoque de pruebas masivas, argumentando que hace imposible el rastreo de contactos. Es probable, dice, que el recuento de casos en Japón sólo refleje entre un tercio y la mitad de las cifras reales de infección, y podría incluso estar más cerca de un millón.
El verdadero temor de Oshitani es que se pierda un grupo de infecciones que podrían desencadenar una propagación incontrolable del virus en el Japón, que afectaría a casi un tercio de la población del país que tiene más de 65 años, y abrumaría al sistema de salud. Esto se está volviendo más plausible a medida que los grupos aparecen en múltiples áreas a través de Japón, amenazando con extender su modelo hasta el punto de ruptura.
Y si eso ocurriera, con las autoridades severamente limitadas en cuanto a su capacidad de obligar a la cooperación, el Japón tiene que esperar que sus residentes puedan salir del cansancio pandémico y que el cumplimiento voluntario pueda volver a poner las cosas bajo control.
“El numero de casos puede aumentar en cualquier momento dentro de una o dos semanas”, dijo Oshitani. “Si esperamos hasta que el número de casos llegue a cierto punto, puede ser demasiado tarde”.