Francia ha dicho no a la extrema derecha. El cordón sanitario puesto en pie por la izquierda y el centro del presidente Emmanuel Macron ha permitido este domingo derrotar con rotundidad al Reagrupamiento Nacional (Rassemblement National, RN) de Marine Le Pen en unas elecciones legislativas anticipadas en las que el vencedor por sorpresa es la izquierda del Nuevo Frente Popular (Nouveau Front Populaire, NFP).
Según los resultados oficiales definitivos difundidos este lunes de madrugada, el NFP ha sacado 182 diputados en la nueva Asamblea Nacional, donde tenía 153. En segunda posición quedan los macronistas de Ensemble (Juntos), con 168, muchos menos que los 250 en el anterior hemiciclo, pero un bloque sólido y decisivo para el futuro Gobierno. Y tercero, el RN de Le Pen, que partía como favorito después de ser el partido más votado en la primera vuelta hace una semana, que obtiene 143 diputados sumando sus escaños a los de sus aliados: un éxito si se tiene en cuenta que tenía 88 escaños; un fracaso vistas las expectativas.
El resultado es una sorpresa para todos. Tras la victoria arrolladora del RN en las elecciones europeas del 9 de junio, que llevó a Macron a disolver la Asamblea y adelantar las elecciones, y tras la primera vuelta, algunas proyecciones situaban al partido de Le Pen cerca de la mayoría absoluta. La decepción para ella y su delfín, Jordan Bardella, al que quería designar primer ministro, es dolorosa. Y es enorme el alivio en la mayoría de los franceses, que temían una extrema derecha en el poder, y a quienes inquietaba un resultado que ensombreciese la gran cita internacional de los Juegos Olímpicos, a partir del 26 de julio.
Los números no dan mayoría absoluta para ningún bloque, pero abren la vía a una gran coalición entre la izquierda y el macronismo con un número suficiente de diputados para formar un Gobierno estable y duradero. La búsqueda de un primer ministro de consenso, posiblemente procedente de la izquierda moderada, pero con capacidad de sumar a centristas y a la derecha moderada, se preveía que empezara ya el domingo por la noche.
No será fácil. La cultura de la coalición está poco arraigada en la presidencialista V República. Francia tendrá que hacer en los próximos días un curso acelerado de cultura del consenso y la coalición.
Las posiciones están alejadas entre la izquierda y el macronismo en la política económica, y los resentimientos acumulados durante estos años lo complican aún más. Hay divisiones profundas, además, entre la izquierda radical de Jean-Luc Mélenchon y la socialdemocracia que renace en estas elecciones.
En los cuarteles generales de los partidos, y en el Elíseo, hacen números para ver si la parte de la izquierda contraria a Mélenchon, el centro y una parte de la derecha moderada suman 289 diputados, el umbral de la mayoría absoluta, o pueden acercarse a ella. Y existen posibles puntos de coincidencia entre esta izquierda más moderada y el macronismo. En el europeísmo y en la posición respecto a Ucrania, por ejemplo, y quizá en dar un cariz más social a las reformas.
“Estamos en cabeza, pero con una Asamblea dividida”, dijo uno de los primerministrables, el eurodiputado socialdemócrata Raphaël Glucksmann, que en las elecciones europeas rompió la hegemonía en la izquierda de los populistas y euroescépticos de Jean-Luc Mélenchon. Y añadió: “Habrá que comportarse como adultos.”
Después de dos años de parálisis y polarización en la Asamblea Nacional y en la calle, y de un presidente que desde su reelección hace dos años había gobernado a la derecha, la gran coalición podría inclinar el Gobierno de Francia hacia políticas más progresistas. Pero la aritmética, si incluye a la derecha moderada, obligará a un reequilibrio hacia el centro con el que Macron conquistó el poder en 2017.
Desde esta misma noche, se activa el calendario que fija la Constitución para que se inicie la legislatura y en la nueva Asamblea Nacional se formen los grupos y elijan sus cargos. La Cámara debe reunirse “el segundo jueves” después de la elección. El primer plenario sería el 18 de julio, una semana y un día antes de la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de París.
No hay un plazo en la Constitución para el nombramiento del nuevo primer ministro. El titular saliente del cargo, Gabriel Attal, ha anunciado que este lunes presentaría su dimisión a Macron, que la puede aceptar o rechazar a la espera de nombrar a su sustituto. Pero sigue en funciones hasta que se encuentre un sustituto. Entre los nombres que han sonado para reemplazarlo figura el de Glucksmann. También el de la ecologista Marine Tondelier, cuyo feudo electoral es el mismo que el de Le Pen, en el norte desindustrializado. Y el de Laurent Berger, un veterano sindicalista pragmático y respetado por todos.
Attal celebró en una declaración que los franceses hubiesen negado la mayoría absoluta a quienes calificó de “los extremos”: el RN y La Francia Insumisa, el partido de Mélenchon. En referencia al campo macronista, declaró: “Hemos aguantado y estamos en pie.”
La participación en la segunda vuelta ha sido la más alta desde 1997, un 66,6% y supera en 20 puntos la de la segunda vuelta en las anteriores legislativas, en 2022. Es un reflejo de que, pese al inicio del periodo vacacional, los franceses consideraron que en esta convocatoria Francia se jugaba mucho.
La perspectiva de un Gobierno en manos de la extrema derecha disparó las alarmas. Los partidos del centro y de la izquierda se movilizaron. Retiraron a sus candidatos de la segunda vuelta en los distritos donde había tres finalistas con el objetivo de concentrar el voto en el aspirante con más posibilidades de derrotar al RN. Funcionó.
Los votantes de izquierda y centro, algunos de la derecha moderada también, siguieron mayoritariamente la consigna y votaron por candidatos que quizá no eran de su gusto, pero que permitían frenar a la extrema derecha. Y es así como el llamado frente republicano, la forma francesa del cordón sanitario, se activó de nuevo, como lo había hecho en las presidenciales de 2017 y de 2022 para dar la victoria a Macron ante Le Pen.
Millones de franceses vieron estos días como una posibilidad que Jordan Bardella, delfín de Le Pen, llegase a primer ministro. Temían que se pusiese al mando de Francia —país que se jacta de ser la patria de los derechos humanos y de la Ilustración— un partido como el RN, fundado por xenófobos y antisemitas. Esa formación ha evolucionado con el tiempo, pero sigue teniendo en su esencia un programa contra la inmigración y distingue entre categorías de franceses. Y estos franceses dijeron no y desmintieron las previsiones y los augurios.
La izquierda del NFP es la vencedora, aunque queda lejos de la mayoría absoluta. Los macronistas de Ensemble mantienen el tipo. Y el RN, aunque lejos de sus expectativas, suma decenas de diputados respecto a los 88 que tenía desde 2022 y a los 8 que sacó en 2017. Objetivamente, y si se hace abstracción de los pronósticos de las semanas recientes, es un avance considerable, y señala que la extrema derecha está para quedarse.
“La marea sigue subiendo”, dijo Le Pen. “Lo único que ha ocurrido es que nuestra victoria se ha aplazado”.