El peso mexicano se corona hoy como una de las monedas emergentes con mejor desempeño en los últimos 12 meses, impulsada por una virtuosa combinación de fuertes exportaciones a Estados Unidos, remesas enviadas por mexicanos desde el extranjero, la recuperación del turismo tras la pandemia y, sobre todo, un atractivo rendimiento en su deuda de mercado. Su buena racha empezó a mediados del año pasado y, desde entonces, muchos analistas y traders han pronosticado una depreciación, pero han fallado.
Para entender la magnitud de la reciente apreciación de la moneda mexicana, hay que recordar el golpe que le metió Donald Trump al peso mexicano durante su presidencia, cuando sus amenazas de imponer aranceles y la renegociación del tratado de libre comercio lo sumió hasta venderse casi en 23 pesos por dólar. “La moneda se fue a niveles que no habíamos visto”, recuerda el economista y consultor Alexis Milo, quien fue funcionario en la Secretaría de Hacienda. “Y ha venido regresando, pero muy lentamente, porque la expectativa de una transformación radical en el panorama del comercio exterior mexicano nunca se materializó”. El peso actualmente se vende cerca de 18,40 por dólar.
También la recuperación post-pandemia ha sido lenta. Entre las economías más grandes de Latinoamérica, México ha sido la última en regresar al nivel de Producto Interno Bruto (PIB) que tenía antes de que azotara la covid-19. Esto se ha reflejado en un sector turístico más fuerte, así como en fuertes exportaciones de manufactura, como autopartes. Además, a partir de una robusta actividad económica en EE UU, connacionales han incrementado el envío de divisas. Todo esto, coinciden analistas, han impulsado a la moneda mexicana.
Sin embargo, el factor con mayor peso es el diferencial de tasas que ofrecen los instrumentos de deuda en México. A partir de los choques inflacionarios globales, el banco central inició el alza de tasas más agresivo de su historia, el cual ha llevado la tasa de interés referencia a 11%. Esto ha hecho que, en comparación con la tasa en EE UU o Europa, los bonos de deuda mexicanos sean mucho más atractivos a inversionistas. El diferencial de tasas es cercano al 6%, el más alto en 14 años.
“Probablemente el único riesgo que podría haber es que en un momento dado el Banco de México no quiera seguir subiendo sus tasas tan rápido, mientras que, si persiste la inflación en Estados Unidos, la Fed sí lo haga”, explica Milo. Esto reduciría la diferencia en tasas, y pudiera generar una salida de los inversionistas de los bonos mexicanos.
Milo no es el único que ha advertido de que la fortaleza del peso pudiera revertir curso. En agosto, operadores en Wall Street acumularon apuestas por una depreciación de la moneda mexicana. Y las perdieron. Estrategas han estado augurando un cambio de curso desde varios bancos de inversión, lo cual, hasta ahora, no ha ocurrido. El viernes, la firma de análisis Capital Economics publicó un reporte firmado por su economista Jonathan Petersen. “El rendimiento superior del peso mexicano desde principios de 2022 ha elevado sustancialmente su valoración”, escribió Petersen, “creemos que esto lo deja vulnerable a fuertes caídas frente al dólar estadounidense si, como esperamos, la economía estadounidense cae en recesión a finales de este año”.
Bank of America (Bofa) ofrece un análisis similar. En un reporte firmado por sus estrategas Christian González, Antonio Gabriel y Carlos Capistrán, el banco advierte sobre una posible “corrección”. “Combinado con el hecho de que las reversiones fuertes en el posicionamiento largo del peso a menudo se correlacionan con episodios muy agudos de volatilidad, el posicionamiento saturado aumenta la probabilidad de una corrección severa si el sentimiento del mercado comienza a cambiar más a la baja en torno al peso”, opinan los especialistas.
“Creemos que la valuación del peso, en los niveles actuales, está estirada. De hecho, el tipo de cambio efectivo real de México se ha apreciado a niveles récord desde 2015, algo que encontramos difícil de justificar dado el marcado deterioro en la productividad total de los factores de México”, concluyen los analistas de Bofa. Una estimación preliminar de la actividad económica en México, publicada este mes, muestra que se desaceleró en el último trimestre del año, registrando la tasa de crecimiento más débil en poco más de un año.
“Esperamos que la recesión continúe en medio de una política monetaria estricta y un crecimiento económico más lento en EE UU este año”, dijo el estrategia de mercados del banco de inversión Mizuho, Luciano Rostagno. “Nuestra previsión es que el PIB crezca un 1%. Se espera que el Banco de México aumente aún más las tasas de interés en territorio contractivo a finales de esta semana debido a la resiliencia de la inflación subyacente. Mientras tanto, una economía estadounidense más débil empujará a la baja las exportaciones de México, reducirá la actividad turística y hará que disminuyan las remesas de los mexicanos que viven en los Estados Unidos, una importante fuente de ingresos para las familias pobres”.
La fortaleza de una moneda es un arma de dos filos. Un peso más débil hace los productos de exportación más atractivos a extranjeros, mientras que un peso fuerte ejerce menos presión inflacionaria en los mexicanos de a pie, explica Milo. “Lo mejor, siempre, es un peso estable”, opina Milo, “este es un momento en que la inflación es importada, por lo que el tipo de cambio pudiera seguir bajando, pero no bajarán los precios del maíz o de los granos por ejemplo. También es un momento de crecimiento raquítico. Si sumamos todos estos elementos coyunturales, probablemente un peso un poco más débil fuera mejor para la economía”.