La clave para vivir más de 100 años está en la curiosidad

En entrevista exclusiva con México Pragmático, el Dr. Mario Martínez revela cómo la curiosidad, la cultura y las emociones son clave en sus estudios acerca de la longevidad

En esta entrevista exclusiva para México Pragmático, desde el evento Cracks Wellness Longevity Summit, el Dr. Mario Martínez, creador de la psiconeuroinmunología cultural, explora cómo nuestra biología, emociones y cultura están profundamente conectadas. Con una visión que rompe esquemas, el Dr. Martínez plantea algo contundente: entre el 80% y el 90% de nuestra salud depende de cómo interpretamos lo que vivimos.

El doctor, conocido por su trabajo con centenarios y supercentenarios, explica que pequeños ajustes en nuestra percepción pueden transformar nuestra biología y prolongar nuestra vida. Desde aprender a reemplazar un “perdón” con un “gracias por esperarme” hasta resignificar experiencias cotidianas, el impacto de estos cambios es mucho mayor de lo que parece.

A lo largo de la conversación, el Dr. Martínez nos invita a reflexionar sobre cómo las creencias culturales que heredamos moldean nuestra manera de vivir y envejecer. ¿Qué pasaría si cuestionáramos esas creencias? ¿Si nos atreviéramos a reprogramar la manera en que interpretamos nuestro entorno y conectamos con él?

Arturo Elizaga: Para comenzar, doctor, sabemos que ha estudiado a los centenarios y supercentenarios durante gran parte de su carrera. La primera pregunta que surge es: ¿por qué vivir 100 años?

Dr. Mario Martínez: Es una excelente pregunta, porque culturalmente solemos asociar el envejecimiento con enfermedades. Muchas personas se preguntan: “¿Para qué quiero vivir 100 años si voy a estar enfermo en un asilo?”. Pero, ¿y si pensamos en vivir 100 años con salud? Para mí, la clave es la curiosidad: lo que puedo descubrir, aprender, las personas a quienes puedo amar, cómo puedo mejorar como ser humano. La curiosidad es uno de los factores más importantes que descubrí en los centenarios. Todos ellos son personas muy curiosas, lo cual tiene un efecto antiinflamatorio. La dopamina, uno de los neurotransmisores, tiene propiedades antiinflamatorias. Por eso la genética representa apenas el 20% en este proceso.

AE: Entonces, de la curiosidad surge esta percepción que usted menciona: el tiempo, la salud, el envejecimiento y la autovaloración. ¿Diría que esta percepción está directamente ligada a la curiosidad?

MM: Descubrí ocho factores comunes en los centenarios, cuatro de ellos relacionados con percepciones: cómo perciben el tiempo, el envejecimiento, la salud y la autovaloración. Las emociones son igual de importantes: gratitud, generosidad, admiración y curiosidad. Estas emociones se dividen en dos grupos: las que fomentan la conexión (gratitud y generosidad) y las que promueven la exploración (admiración y curiosidad). Todas ellas tienen efectos antiinflamatorios, antiestrés o ambos. Estos factores son clave para evitar que los centenarios se enfermen como lo hace la mayoría de la población.

AE: Doctor, usted tiene un sólido trasfondo como neuropsicólogo clínico y médico, pero también incorpora un enfoque social y antropológico que da origen a la psiconeuroinmunología cultural. ¿Podría explicarnos más sobre esta disciplina?

MM: Claro. Mi mentor, George Solomon, fue quien creó esta interdisciplina. Inicialmente la llamó psicoinmunología. Más tarde evolucionó hacia la psiconeuroinmunología, que conecta mente y cuerpo. Sin embargo, mi propuesta es el siguiente paso: la psiconeuroinmunología cultural. La mente y el cuerpo no operan en un vacío, sino en el contexto de una cultura. La cultura define nuestras creencias colectivas sobre la vida, la ética, la estética, la muerte y la trascendencia. Los centenarios, por ejemplo, rompen con estas creencias culturales limitantes, lo que les permite vivir más tiempo.

AE: ¿Hasta dónde se extiende esta influencia cultural? ¿Solo a nuestro círculo cercano o también a niveles más amplios como la sociedad?

MM: Primero está la cultura familiar, moldeada por los padres, quienes son nuestros editores culturales. Luego vienen las culturas locales y nacionales, como las que encontramos en distintas regiones de México. Por ejemplo, el Día de los Muertos es muy significativo para los mexicanos, pero no para otras culturas. Estas creencias culturales afectan directamente nuestra biología. Un ejemplo sencillo: si crees que la lluvia te hará enfermar, esa creencia genera estrés, lo que suprime tu sistema inmunológico y aumenta tu vulnerabilidad a enfermedades. No es la lluvia, sino cómo la percibes.

AE: Esto nos lleva a una pregunta interesante: ¿qué tan predispuestos estamos culturalmente a los problemas de salud?

MM: Diría que alrededor del 80-90%. La forma en que percibimos el mundo influye en nuestra biología. Esto rompe paradigmas y requiere un nuevo lenguaje. Somos campos de bioinformación, lo que significa que nuestra biología responde a señales contextuales. Por ejemplo, en Japón, la menopausia se percibe como “la segunda primavera”, lo que reduce los síntomas asociados. En cambio, en culturas donde se ve como algo negativo, los síntomas son más severos. Todo está en cómo interpretamos las señales.

AE: ¿Dónde traza la línea entre ciencia y filosofía? Porque todo lo que nos explica parece traducirse en una forma de vida.

MM: La filosofía crea biología. Por ejemplo, Aristóteles dijo que el placer por sí solo no basta; se necesita propósito y servicio. Estudios recientes muestran que las personas con propósito tienen un sistema inmunológico más fuerte que aquellas enfocadas únicamente en el placer. El sistema inmunológico sabe diferenciar entre ambas.

AE: Desde su perspectiva, ¿cómo ve a México y a los latinos en comparación con otras culturas?

MM: En México y en Latinoamérica en general, se usa mucho la culpabilidad, ya sea por la religión o la filosofía. Este enfoque puede ser altamente inflamatorio. Cambiar pequeños hábitos, como dejar de pedir disculpas innecesarias, puede tener un impacto positivo en nuestra biología.

AE: Los centenarios que encontramos en México y en muchas partes de Latinoamérica suelen ser casos aislados, en comparación con los llamados círculos azules alrededor del mundo, que culturalmente tienen patrones claros. Esta es probablemente una de las preguntas más difíciles: ¿cómo puede un latinoamericano aspirar a alcanzar esos estándares y formar parte de un “círculo azul”?

MM: Primero, en mis charlas siempre digo: “Si me van a hacer una pregunta, que sea realmente difícil, si no, ni me la hagan”. Ahora, en México hay alrededor de 18,000 centenarios, de los cuales cerca de 390 están en Ciudad de México. En estudios realizados, encontraron que, a pesar de tener problemas de nutrición, muchos no padecen enfermedades cardiovasculares. Esto se debe a una compensación biológica que contrarresta lo que podría considerarse una sentencia genética.

¿Qué se necesita para lograrlo? En primer lugar, aprender cuáles son los ocho factores clave que mencioné antes y empezar a cultivarlos. Por ejemplo, algo tan sencillo como cambiar el hábito de disculparse innecesariamente por el de agradecer puede transformar nuestra psiconeuroinmunología. Si alguien se disculpa tres veces al día durante diez años, imaginen el posible daño acumulado a nivel biológico. Este es solo un pequeño ejemplo, pero representa un cambio de paradigma.

AE: Doctor, hablando de cambios de mentalidad, en México Pragmático publicamos un artículo hace unos meses sobre la “mentalidad del rockstar”. Reflexionábamos sobre cómo vemos a bandas como los Rolling Stones, cuyos miembros pueden dar conciertos de tres horas, brincando, cantando y bailando frente a decenas de miles de personas, mientras que personas de la misma edad, como nuestros abuelos, apenas pueden levantarse del sillón. ¿Qué rol juega la percepción personal y cultural en esta diferencia?

MM: Esa es una gran pregunta. Vivo en Nashville, donde conozco a muchos rockstars. Es interesante observar cómo personas como Mick Jagger o Paul McCartney, que ya superan los 80 años, siguen con giras, brincando en el escenario. ¿Qué los diferencia de otros de su misma edad? Para empezar, tienen una autovaloración sólida. No dependen de la constante validación externa y llevan vidas equilibradas fuera del escenario.

Otro punto importante es la pasión. La pasión, cuando no está acompañada por abusos como el consumo de drogas, tiene un efecto muy positivo en la biología. Un estudio en Harvard mostró que las personas que no encuentran significado en su trabajo y carecen de autovaloración tienen un mayor riesgo de problemas cardiovasculares. Así que la clave es encontrar propósito y significado en lo que haces.

AE: Regresando a sus libros, ¿podría contarnos más sobre The Mind Body Code, The Man from Autumn y The Phoenix Self?

MM: ¡Claro! Tengo buenas noticias. Mi libro The Mind Body Code será publicado en español por Random House bajo el título El Código Mente-Cuerpo y estará disponible en enero. También tengo El Hombre de Otoño, que ya está en español y disponible en México a través de Amazon. Es una novela que mezcla ciencia y literatura, donde los personajes exploran la biocognición mientras disfrutan de buenos vinos, comidas y relaciones.

Por otro lado, The Phoenix Self es otra novela que explora temas de longevidad, y estoy trabajando en un nuevo libro relacionado con ese tema, aunque será más científico. Me gusta alternar entre la ciencia y la literatura.

AE: Es increíble cómo combina ciencia pura con literatura apasionada. Sin duda, ambas formas de expresión enriquecen su trabajo. Ahora, cambiando un poco de tema, mencionó que la mayoría de los ataques cardíacos en Estados Unidos ocurren los lunes a las 9 de la mañana. ¿Qué papel juegan los rituales en esto? ¿Cómo diferenciar los rituales de las rutinas?

MM: Esa es una gran pregunta. Los rituales son fundamentales para los centenarios. La diferencia entre ritual y rutina radica en el significado. Una rutina es funcional: te bañas para estar limpio, haces ejercicio por salud, etc. Un ritual, en cambio, tiene un nivel más alto de significado. Puede ser una oración, una cena con alguien especial o una caminata consciente por el bosque, sin audífonos.

Por ejemplo, la ceremonia del té en Japón o el Día de los Muertos en México son rituales que conectan a las personas con su identidad y cultura. Estas prácticas tienen un impacto positivo en el sistema inmunológico porque nos permiten recordar quiénes somos en relación con los demás.

AE: Doctor, muchísimas gracias por su tiempo y esta conversación tan enriquecedora. Hay demasiados temas interesantes para explorar y estoy seguro de que esta entrevista dará pie a varios artículos en México Pragmático. Su visión resuena mucho con lo que nos apasiona y con nuestra audiencia.

MM: Muchas gracias a ustedes por la oportunidad. Los felicito por el excelente trabajo que están haciendo en México Pragmático. Y un consejo: en México, aunque la puntualidad puede ser un tema cultural, no se disculpen más. Mejor digan: “Gracias por esperarme”.