Estados Unidos será en un futuro próximo un país de minorías. Se espera que en 2060 los blancos no hispanos ya supongan menos de la mitad de la población. Es una realidad que dibujan las estadísticas, y la pesadilla de Donald Trump, que sueña con “Hacer América Grande Otra Vez” —como dice su eslogan más famoso—, expulsando del país a millones de inmigrantes. Para eso, el republicano tendría que ganar las elecciones el próximo noviembre. Y para ello necesita el apoyo de millones de latinos.
Esa idea, que parece un contrasentido, tal vez no lo sea tanto. Muchos hispanos, marcados desde su origen por férreos valores conservadores y más preocupados hoy por su bolsillo que por la frontera, están dispuestos a votar por él. La figura de Trump se ha normalizado en gran parte del país, y los latinos —la mayor minoría estadounidense con más de 62 millones de personas— no son una excepción.
El creciente apoyo al expresidente Donald Trump entre los votantes latinos amenaza con trastocar la coalición que ha brindado victorias a los demócratas durante más de una década, lo que ubica al grupo políticamente dividido en el centro de una contienda que podría determinar el resultado de las elecciones en todo el país.
Cuando George W. Bush ganó más del 40% del voto hispano en 2004, asegurándose así un segundo mandato presidencial, el estratega demócrata Simon Rosenberg dijo que su partido se había visto sorprendido por los esfuerzos «extraordinariamente sofisticados y competentes» de sus homólogos republicanos -personalidades como Karl Rove, Matthew Dowd y Ken Mehlman- para ganarse a los votantes latinos.
Los demócratas «daban por hecho el voto hispano», dijo Rosenberg, veterano de la primera campaña presidencial de Bill Clinton. «Pensaban que era un voto de base. Pero, obviamente, se convirtió en uno de los votos indecisos más viables de la política estadounidense». Todavía lo es, y la proporción del electorado hispano sigue creciendo. Sin embargo, 20 años después, los demócratas corren el riesgo de cometer el mismo error.
Barack Obama ganó a los votantes hispanos por 36 puntos en 2008 y 44 en 2012, según el Pew Research Center. En un libro reciente, «¿Adónde se han ido todos los demócratas?», los analistas políticos liberales John B. Judis y Ruy Teixeira sostienen que el éxito de Obama generó complacencia entre los demócratas. La izquierda vio en el creciente electorado hispano un bloque de votantes demócratas fiable. Lo que no reconocieron es que los hispanos tienden a poner los intereses económicos por encima de su identidad étnica.
Mientras los demócratas fuesen vistos precisamente como el partido de la clase trabajadora, podrían contar con grandes mayorías hispanas. El problema al que se enfrentan Kamala Harris y su partido este año es que un número creciente de hispanos y otros votantes de clase trabajadora no blancos consideran que los demócratas están fuera de aquella equacion. Los votantes blancos sin título universitario han ido abandonando el Partido Demócrata desde la presidencia de Obama. Los demócratas no esperaban que les siguieran los hispanos, pero así ha sido. Para sorpresa de la mayoría de los observadores políticos, la tendencia se aceleró gracias a Donald Trump.
Los demócratas obtuvieron el voto hispano por 38 puntos en 2016. En 2020 ese margen se había reducido a 21 puntos, y entre los hombres hispanos bajó a 17 puntos. «En 2020, los demócratas asumieron que ganarían fácilmente el voto hispano contra un presidente con un historial de declaraciones vitriólicas contra México y los mexicano-estadounidenses y hostilidad hacia la inmigración ilegal», escriben Judis y Teixeira. En cambio, Trump obtuvo resultados significativamente mejores entre los latinos que cuatro años antes.
Las encuestas muestran que la aceptación de Trump entre los votantes latinos ha aumentado desde su derrota en 2020: algunas muestran que se ha ganado más del 40 por ciento de esos votantes, un nivel que no ha tenido ningún otro republicano en dos décadas. Esa fuerza está haciendo que los demócratas pasen a la defensiva para mantener a la gran mayoría de votantes latinos en quienes han confiado para ganar en los últimos años.
A medida que los republicanos han ido ganando votantes de clase trabajadora y perdiendo otros con estudios universitarios, el partido ha acabado en desventaja en las elecciones especiales. Estas contiendas tienden a decidirse por los votantes acomodados, que votan con frecuencia. Pero 2024 no es una elección especial, y la victoria republicana depende de la participación del tipo de votantes que solo acuden a las urnas en las elecciones presidenciales, como ocurrió cuando estos patrones de participación ayudaron a Trump a ganar en 2016 y a superar las encuestas previas a las elecciones de 2020.
Este cambio evidencia una cruda realidad de las elecciones de 2024: ningún partido puede ganar solo con votantes blancos.
A medida que la lucha por la Casa Blanca y el Congreso se traslada de forma más directa a estados racialmente diversos, ambos partidos tendrán que depender de coaliciones que incluyan a votantes hispanos.
Los votantes latinos representarán aproximadamente el 15 por ciento de las personas con derecho a voto este año y el 33 por ciento de los votantes en California, donde varios distritos indecisos están destinados a determinar el control de la Cámara de Representantes. Las contiendas en Arizona y Nevada, donde los latinos representan aproximadamente 1 de cada 4 ciudadanos con derecho a voto, están en posición de inclinar el equilibrio de poder en el Senado.
La lucha por la presidencia se ha ampliado en las últimas elecciones desde estados en disputa en el cinturón manufacturero (en el noreste y Medio Oeste) hasta el cinturón del sol (que va de la costa atlántica del sureste hasta la costa del suroeste del Pacífico). El presidente Joe Biden se apoyó en las victorias en Arizona, Georgia y Nevada para ganar en 2020. Este año, ambos partidos están invirtiendo fuertemente en esos estados para persuadir a la gran cantidad de votantes hispanos que creen están en juego.
“El electorado latino solía ser visto como un enorme punto débil para los republicanos. Ahora, se está convirtiendo en un recurso valioso”, afirma Daniel Garza, director ejecutivo de Libre Initiative, un grupo conservador que apunta a los votantes latinos y está financiado por Americans for Prosperity, una organización fundada por Charles y David Koch. “Los republicanos no pueden ganar sin ellos; sería una negligencia política no tenerlos en una coalición ganadora”.
Los cambios ocurridos en un grupo demográfico amplio y diverso no permiten una explicación sencilla. Las diferencias entre regiones, generaciones y economías influyen.
Trump ha encontrado nuevo apoyo entre los latinos que trabajan en los órganos de seguridad a lo largo de la frontera con México, los cubanoestadounidenses en Florida reacios a políticas que consideran cercanas al socialismo, los cristianos evangélicos atraídos por el nacionalismo cristiano y los latinos de segunda y tercera generación nacidos en Estados Unidos que son más propensos a identificarse con sus compatriotas blancos y a votar como ellos.
Una de las tendencias más claras es la brecha educativa. Al monitorear la brecha entre los votantes en general, a Trump le está yendo cada vez mejor entre los votantes hispanos sin título universitario que entre los hispanos con educación universitaria.
“La población latina del país es tan grande en la actualidad, que tiene múltiples historias”, afirma Mark Hugo López, director de investigación sobre raza y etnicidad en el Centro de Investigaciones Pew. “Esto ha cambiado antes y puede volver a cambiar, pero incluso si las proporciones no cambian, las cifras seguirán subiendo y eso tendrá implicaciones importantes”.
Los cambios plantean una perspectiva tentadora para los republicanos: los partidos podrían estar siendo testigos de un realineamiento político, en el que los republicanos sacan a algunos votantes negros y latinos de clase trabajadora de la coalición demócrata y los demócratas se ganan a una porción de los blancos con educación universitaria y de altos ingresos que en el pasado votaron por el Partido Republicano. Es un intercambio de votantes que podría ser un salvavidas para los republicanos, cuya dependencia de los votantes blancos en un país en proceso de diversificación ha hecho que los estrategas tengan años prediciendo su perdición.
“Un momento como este habría sido inimaginable en 2016”, dijo Patrick Ruffini, un encuestador que sostiene que el Partido Republicano está formando una coalición más multirracial. “La creencia era que los republicanos debían moderar su postura sobre la reforma migratoria. Ahora, se tiene una cifra que no solo ignora eso, sino que le da la vuelta por completo. Desmiente décadas de sabiduría convencional”.
Sin embargo, no se sabe con certeza cuán importantes y duraderos serán los cambios de la era Trump. Las encuestas sobre partidismo muestran que los votantes latinos se han mantenido bastante estables en su identificación partidista, aunque más recientemente han comenzado a inclinarse un poco hacia el Partido Republicano. Los republicanos han obtenido cierto apoyo entre los votantes negros en las encuestas, pero no hay pruebas claras de un movimiento masivo.
Algunos estrategas demócratas creen que las encuestas actuales están sobreestimando el apoyo hispano a Trump, en parte porque podrían estar excluyendo a demasiados votantes que hablan principalmente español. También creen que muchos votantes hispanos volverán a inclinarse hacia Biden en los próximos meses, pues alegan que la retórica de Trump los ahuyentará.
“Los demócratas están equilibrando dos realidades: las encuestas se han equivocado y hemos ganado, pero todavía hay señales de advertencia”, dijo Tory Gavito, una estratega demócrata que dirige grupos focales con votantes hispanos, quien también dijo que a menudo escuchaba a esos votantes centrarse en su seguridad económica. “Las amenazas al estatus son potentes porque los votantes latinos saben que están en una carrera para evitar el último lugar”, afirmó Gavito. “No quieren ser perdedores y saben que es un camino cuesta arriba”.
Los funcionarios de campaña de Harris informaron que habían gastado alrededor de 25 millones de dólares —y tenían planes de gastar otros 30 millones de dólares— en publicidad en televisión, radio y plataformas en línea que atraen a grandes audiencias latinas. El brazo político del Caucus Hispano del Congreso, conocido como BOLD PAC, también ha alentado a los candidatos a utilizar el “espanglish” en la publicidad como una forma de llegar a los anglohablantes nativos, quienes constituyen una gran mayoría de los votantes latinos.