Elizabeth Pinzón Ramírez solo tiene agua dos días a la semana. Vive en la colonia Desarrollo Urbano Quetzalcóatl, en Iztapalapa, la alcaldía más poblada de las 16 con las que cuenta Ciudad de México. Al cruzar la puerta de lámina de su casa, más de 20 cubetas y tambos se acumulan en el patio para cubrir las necesidades de su familia. Cada gota de agua es crucial y muy valiosa.
“A veces cae, a veces no”, dice la mujer mientras abre la llave. El agua sale tímidamente porque hoy es martes en la mañana, al llegar la noche dejará de salir y no volverá hasta el jueves o el viernes, asegura. “Huele como a podrido, pero si no la guardas, te quedas sin agua y con esta calor…”, comenta.
La crisis del agua en la ciudad hispanohablante más poblada del mundo lleva décadas, tantas que Pinzón a sus 45 años recuerda problemas con el agua desde hace 20 años. A los problemas estructurales en el suministro, la desigualdad en el acceso, las fugas y la contaminación se han sumado nuevos récords de temperaturas máximas y una sequía que se ha extendido durante los últimos tres años y que golpea a todo el país.
En Ciudad de México suele llover tanto o más que en Londres, pero se recicla apenas el 15% del agua. La ciudad está construida sobre una red de lagos inmensos, aun así hace pocos años México batió el récord como el país que más compraba agua embotellada. Un combo de problemas y paradojas que está llevando al límite a un gigante con más de 20 millones de habitantes.
Este año algunos expertos alertaron de que la capital podría llegar a un Día Cero este mes de junio donde no quedase agua para nadie, una situación vivida por Ciudad del Cabo (Sudáfrica) en 2018. “Difícilmente llegaremos a ese punto por los pozos, pero sí es cierto que dos de las presas que alimentan el sistema Cutzamala ya han llegado a su día cero”, dice Manuel Perló, investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
El sistema Cutzamala es una red de presas que abastece el 30% del suministro a Ciudad de México desde otros Estados. El otro 70% proviene de pozos y del acuífero. Por eso el día Cero pronosticado para este 26 de junio, y que tanto ruido ha hecho en redes y medios de comunicación, parece más un síntoma de los tiempos complicados que una condena prematura.
El experto explica, por ejemplo, que tanto la presa de Valle de Bravo como la presa Villa Victoria han llegado al 20% de su capacidad y eso impide que se pueda bombear agua a la capital. Con niveles tan bajos, los cortes en el suministro han aumentado. “El panorama no es bueno porque no está lloviendo”, asegura Perló. Actualmente la red Cutzamala está al 26% de su capacidad y los expertos temen que pueda seguir bajando.
A principios de este año estaba al 39% y en 2017 por esas mismas fechas, esa cifra era más del doble, el Cutzamala estaba al 89%. La última edición del Atlas de estrés hídrico, publicado por el Instituto de Recursos Mundiales, describe la capital como una ciudad con un riesgo “extremadamente alto” debido a la sobreexplotación del acuífero. “Estamos extrayendo agua al doble de velocidad que se recarga el acuífero. Esto provoca daños en la infraestructura, afectaciones al sistema hidráulico y hundimiento del suelo”, señala Jorge Alberto Arriaga, coordinador de la Red de Agua de la UNAM.
Resulta paradójico pensar que Ciudad de México se esté quedando sin agua, cuando sus orígenes fueron construidos sobre un inmenso lago. Sin embargo, con el paso de los siglos, el lago fue desecado y la mayoría de los ríos y arroyos entubados para construir en la superficie. La sobrepoblación y el crecimiento descontrolado en muchas partes de la ciudad ha provocado el agotamiento de los recursos.
Actualmente en la capital viven más de nueve millones de personas, una cifra que llega hasta los 20 millones, si se cuenta con los habitantes del Área Metropolitana del Valle de México, que incluye el Estado de México y una parte del Estado de Hidalgo. “La situación extrema a la que hemos llegado es una combinación de sequía meteorológica y sequía socioeconómica, llevamos décadas con un manejo del agua dispendioso sin fomentar una cultura del agua entre la gente”, dice Víctor Orlando Magaña, investigador del Instituto de Geografía de la UNAM.
Hace unos años la crisis del agua golpeaba de forma más visible a las personas con menos recursos. Las alcaldías del oriente de la capital, más densamente pobladas, solían ser las más castigadas, todavía lo son, pero el problema se ha propagado hasta los barrios más ricos de la capital.
La sobreexplotación de los acuíferos y la falta de recarga de estos ha agudizado la crisis. Este año más de 200 colonias tuvieron problemas de suministro. En otras zonas, como la alcaldía Benito Juárez, no solo hubo problemas de desabasto, también de contaminación por hidrocarburos, afectando a miles de personas.
Pero no es la única. Alcaldías como Iztacalco o Venustiano Carranza también tienen problemas de contaminación y se han encontrado bacterias fecales en el agua para el consumo humano. “Toda mi vida he vivido sin agua”, dice Andrés Navarro, de 31 años y originario de Iztapalapa. “Es algo a lo que la gente ya está acostumbrada”, dice. La realidad es que cientos de miles de personas en la ciudad ya viven el famoso Día Cero desde hace mucho.
Este año electoral los políticos han hablado mucho de agua, tanto para atacarse como para hacer promesas. La realidad es que el agua no da votos, hasta que falta y se convierte en una amenaza. López Obrador acusó a la oposición de querer politizar el tema de la escasez por la proximidad de las elecciones y reconoció que es necesario invertir en infraestructura para evitar que el problema siga agrandándose. Como parte de un plan de remediación para el Valle de México, el Gobierno federal anunció la excavación de más pozos en los alrededores de la capital.
Por su parte, el Gobierno de Ciudad de México durante la Administración de Claudia Sheinbaum, futura presidenta del país, invirtió 17.000 millones de pesos (900 millones de dólares) para rehabilitar el sistema Lerma, paralelo al Cutzamala, y tratar de controlar la enorme cantidad de fugas de la red, sin embargo, el esfuerzo no ha sido suficiente. “Ciudad de México pierde cada segundo 12.000 litros, lo que equivale a 345 albercas [piscinas] olímpicas”, explica Perló.
El especialista señala que el 40% del agua de la capital se pierde en fugas debido a la antigüedad de las tuberías y la falta de mantenimiento de la red. “Se requiere una inversión de más de 100.000 millones de pesos (5.000 millones de dólares) adicionales al presupuesto para solucionar el problema”, apunta.
Mientras tanto, el sistema se vuelve cada vez más vulnerable. “Es un tema que no lo puede resolver solo una alcaldía ni lo puede resolver solo la ciudad, tiene que verse de manera metropolitana y megalopolitana. Tiene que convertirse en una política de Estado”, decía en entrevista con este diario la próxima jefa de Gobierno, Clara Brugada.
La futura jefa de Gobierno en la Ciudad de México asegura que para solucionar un problema titánico como este se necesita una obra a medio plazo que garantice el abastecimiento en la cuenca del Valle de México. Ya ha tenido varias conversaciones al respecto con la futura presidenta, que hereda un reto mayúsculo. “Yo viví y goberné el lugar con mayor escasez de agua de la ciudad y sé de lo que estoy hablando. Tengo la experiencia y puedo decir que sé lo que significa la problemática del agua”, señalaba Brugada, antigua alcaldesa de Iztapalapa.
Otro grave problema que enfrenta la crisis del agua en la capital es la falta de pago de servicios. Solo en torno al 20% de los usuarios pagan derechos de agua para uso doméstico, lo que ha lastrado a Sacmex, la empresa pública de agua en la capital, con un enorme déficit en sus cuentas.
Brugada reconoce la necesidad de sanear las finanzas de la empresa pública. “Se tiene que eficientar el cobro del agua, pero no aumentar. Para mí el agua es un derecho humano y hay que hacer todo para garantizar que todas las personas en la ciudad lo tengan”, comentaba.
El profesor Magaña agrega algo crucial en medio de esta crisis. México lleva más de 10 años esperando a que el Congreso apruebe la nueva Ley General de Aguas, pese a existir un mandato de la Suprema Corte que obliga a ello. “Creo que habría que hacer un verdadero análisis de la situación que también pasa por revisar en nuestras leyes quiénes tienen acceso al agua y para qué, debe quedar claro en la ley porque sino se generan conflictos”, apunta.
Mientras el agua sigue llegando a cuentagotas a algunas partes de la ciudad, las autoridades llaman a la población a evitar el desperdicio. Sacmex ha desarrollado una plataforma llamada ‘Agua en tu colonia’ que avisa a los vecinos cuándo y a qué hora habrá cortes y cuándo regresará el servicio. Algunos temen que la situación se alargue y han empezado a guardar agua en tanques o a comprarla embotellada. También ha crecido el mercado negro del agua, el robo con tomas clandestinas a modo de huachicol y la demanda de pipas y camiones cisterna se ha disparado en los últimos meses.
Los expertos urgen a las autoridades a diseñar un plan de desarrollo que empiece a tratar las aguas residuales y a captar la de lluvia. En una de las capitales más grandes del mundo, solo se recicla entre el 10% y el 15% del agua. El resto se va por el drenaje. Mientras tanto, en una paradoja cruel, cuando llega la temporada de lluvias de junio a septiembre, la ciudad se inunda.
Algunos de los barrios más afectados son también los más castigados por la escasez, como sucede en Iztapalapa. “Cuando llueve guardamos el agua de lluvia”, dice Elizabeth Pinzón. “Creo que está más limpia que la que nos cae de la red”, denuncia. “Tenemos que empezar construir de manera masiva captadores de lluvia por toda la ciudad y tratar el agua para que podamos darle más de un uso”, agrega Perló de la UNAM.
México fue en 2020 el país del mundo que más agua embotellada compró: 286 litros por persona. “Aunque el 93% de los hogares mexicanos tiene acceso a agua entubada, el 33,5% del total de las viviendas no cuenta con suministro diario de calidad”, señala un informe del Instituto Mexicano de la Competitividad (IMCO).
La falta de acceso a agua potable de calidad impacta en la vida y el bolsillo de los ciudadanos. Como le sucede a la señora Elizabeth. “Me gasto unos 150 pesos a la semana en puro garrafón”, explica. Eso significa que al mes gasta unos 600 pesos en agua (35 dólares), un tercio de lo que gana trabajando. “Nos estamos secando y seguimos malgastando nuestra agua”, asegura la mujer. “Yo creo que acabaremos por desaparecer como los dinosaurios”.